El homicidio de seis personas en dos ataques diferentes en los municipios de Tuxpan y Tecolutla el viernes pasado, confirman que la realidad que vive el estado es muy distinta al mundo maravilloso que se observa desde el cristal del palacio de gobierno. Veracruz está mucho peor de lo que imaginábamos.
Este fin de semana cumplí los primeros tres meses de mi recorrido por la entidad. He visitado 42 municipios, de Pánuco a Coatzacoalcos, desde la huasteca hasta los llanos del Sotavento, pasando por la serranía de Otontepec, Papantla, Misantla y Zongolica.
He tenido la oportunidad de sostener más de 200 reuniones con veracruzanos que nos representan a todos: líderes sociales muy reconocidos, vecinos y colonos, colectivos de personas desaparecidas, locatarios de mercados, comerciantes y empresarios, rectores de universidades, académicos, estudiantes, líderes religiosos, actores políticos, ex representantes populares, sindicatos y, por supuesto, algunos de los medios de comunicación más influyentes de Veracruz.
Todos, en sus distintos contextos, coinciden en que Veracruz presenta una situación de emergencia que exigen la respuesta del gobierno y la organización social ante la incapacidad y autoritarismo de las autoridades. Los problemas de Veracruz no se reducen a la inseguridad, el colapso del sistema de salud, el aumento de la pobreza o el abandono de las escuelas públicas.
Prácticamente todos los veracruzanos tienen una necesidad social no atendida; un agravio de la autoridad o una pérdida a causa de la violencia. En este tiempo, he podido observar como aún los simpatizantes del partido en el poder reniegan de la crisis que vive el estado.
Sólo la burocracia dorada, la mayoría corrupta y marcada por un nepotismo descarado, viven en un mundo feliz.
Durante este periplo, he visto un Veracruz muy diferente al que me encontré durante mi campaña a gobernador hace ya siete años. Veracruz es más pobre, es más violento, está más enfermo y está más polarizado. Incapaz de gobernar, Morena ha utilizado la crisis social y económica que nos dejó el duartismo como la justificación perfecta.
Pero los veracruzanos piensan diferente. La gente no sólo ha expresado su frustración, hartazgo y enojo por la situación económica y social, sino que está dispuesta a expresarla públicamente, sin temor al autoritarismo y persecución política que ha distinguido a este gobierno.
Dialogué con estudiantes que rechazan convertirse en la base electoral del gobierno a cambio de becas que cancelan sus aspiraciones al empleo y desarrollo personal; con colectivos de personas desaparecidas que enfrentan una doble tragedia: la ausencia de sus familiares y la actitud omisa e intolerante de las autoridades.
Escuché de comerciantes y empresarios su rechazo a la parálisis económica, fomentada por la corrupción del gobierno que crea redes de empresas para lavar dinero y desviar recursos públicos. Dirigentes políticos y sociales han sido marginados y perseguidos por pensar diferente. Autoridades que han sido coaccionadas y amedrentadas sólo por su pertenencia partidaria. Es apenas el inicio.
Todos coinciden en que Veracruz va a cambiar muy pronto. ¡Así será!
La puntita
¿Qué habría pasado si los 39 fallecidos en la estación migratoria de Ciudad Juárez hubieran sido norteamericanos o europeos? El escándalo hubiera sido mundial y las consecuencias impensables. Es la consecuencia de aceptar convertirnos en el perro guardián de los Estados Unidos.