Fue claro, contundente y lo dijo (en su oficina) después de la multitudinaria concentración a su favor el sábado en el zócalo, “tengo ya un lugar ganado en la historia del país como para entregar el poder a mis adversarios, ¿crees ustedes que colocaré la banda presidencial a un conservador? Que lo haga alguien más adelante, pero yo no”.

Y es que AMLO sabe que a pesar de haber llenado la plaza de la constitución y sus calles aledañas, el golpe está dado, “el tiro está cantado” y todo habrá de definirse (de manera apretada) hasta el 2024, más aún si insiste en pasar a la historia como quien logró que una mujer gobierne al país en la figura de Sheinbaum.

Fue justamente después de la concentración del sábado cuando AMLO empezó a diseñar, junto con sus allegados más íntimos, el plan para ganar el 2024 al costo que sea y como sea, a pesar del INE, a pesar de la alianza opositora, a pesar de MC, a pesar de una eventual voluntad de la mayoría.

“Podemos perder en el 2030, pero no en el 2024”, dijo López Obrador; aseguró que nadie tendrá una foto de él como las que hubo de Zedillo, Calderón o Peña entregando el poder a un adversario; porque si llegara a ocurrir, de ninguna manera se presentaría al acto. “Yo tengo dignidad”, afirmó.

Queda entonces el día 18 de marzo del 2023 (para la historia) como el momento en el cual AMLO ordenó hacer de todo para no perder el 2024 (con el candidato que sea). “Si ellos lo hicieron, también nosotros podemos, y mejor aún, sin rastros evidentes, con finura, tampoco en eso somos iguales”.

¿Será? Veremos qué ocurre.

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