A través de sus funcionarios públicos, el gobierno estatal gasta millonadas en mantener activa su estructura electoral y movilizarla bajo cualquier pretexto: juicio a ex presidentes, revocación de mandato, marchas al zócalo para venerar al tlatoani. Lo que haga falta, que dinero sobra.
Lo hicieron el sábado para asistir al Zócalo y lo hacen cada fin de semana para tener muy bien adoctrinado al ejército de activistas pagados con dinero público. En el gobierno saben que tener los padrones de beneficiarios no les sirve de nada.
Primero, porque se trata de programas federales y esa estructura la mantienen en otro lado. Segundo, porque los programas sociales no son garantía de lealtad electoral, como ya le sucedió al PRI y al PAN.
Por eso, en la SSP –según la estupenda publicación de la reportera Noemí Valdés-, tienen que inflar costos de patrullas, uniformes y simular gastos para poder mantener al enorme ejército de activistas, que lo mismo reparten panfletos de la “Degeneración”, que visitan casa por casa las secciones electorales para comprar conciencias.
Ni Duarte gastaba tanto dinero en su estructura electoral, vendida finalmente por el infumable Gabriel Deantes y muchos priistas hoy incrustados en Morena.
La intención de desaparecer al INE y a los organismos electorales estatales no es para garantizar elecciones limpias y transparentes. Esas ya las tenemos, tanto que por eso Morena pudo llegar al poder. Se trata exactamente de lo contrario: que no haya autoridad que vigile y sancione la montaña de tropelías que se cometerán antes, durante y después del proceso electoral de 2024.
Y si no, que les pregunten a varios funcionarios de la 4T aldeana que no piensan en otra cosa que cómo apañarse las próximas elecciones, como hoy lo documenta Notiver, el periódico incómodo del régimen, y que ha sido retomado por varios medios locales.
El chiquero es el mismo. Sólo aumentó el número de marranos.