No nos hagamos pendejos. La marcha de ayer fue histórica. Fue emocionante, intensa, estrujante. Fue un tributo al Presidente López Obrador. Ningún partido político o personaje de oposición hubiera sido capaz de llenar siquiera el parque de Banderilla.
Los millones de mexicanos que marcharon ayer lo hicieron convocados por la furia y el frenesí del Presidente para darle en la madre al INE. Si su reforma electoral, plan B o lo que se le ocurra en el futuro, no fuera un agravio evidente, ayer el tabasqueño hubiera pasado un plácido fin de semana, como sí lo hizo el gobernador de Veracruz y su séquito de bandidos.
Si López Obrador sigue medianamente tranquilo es porque en la oposición no hay una figura visible que amenace su sucesión. Y tiene razón…
Aunque la gente está cada vez más encabronada por la violencia, la corrupción, la falta de medicinas y las mentiras de cada mañana, hasta ahora no hay nadie confiable a quien darle su voto para ponerle en la madre al partido en el gobierno.
Las transiciones en México requieren sólo de dos ingredientes: el encabronamiento de la gente y el surgimiento de una figura que capitalice ese enojo.
Así sucedió con Fox y el fin del priismo de los dinosaurios –aunque volvieron convertidos en Morena-; con Peña Nieto y la falsa guerra panista en contra el narco, hoy confirmada con la sentencia de Genaro García Luna; y por supuesto, con López Obrador y la pléyade de sátrapas priistas que desfalcó al país desde el gobierno federal y las gubernaturas, donde el caso de Veracruz fue emblemático.
El problema es que la gente sigue encabronada, ahora con la corrupción y la agarrada de pendejos que ha dado el Presidente a millones de paisanos, pero no hay ningún personaje a nivel nacional que capitalice ese enojo, como sí sucedió en la Cdmx en varias alcaldías.
Ahí están los casos de Lía Limón y Sandra Cuevas (PAN) o el PRI que ganó sus primeras alcaldías en más de 20 años.
Por eso, ayer la gente salió a las calles por voluntad propia, porque la oposición no es capaz de ofrecer una verdadera alternativa. Por eso, ayer millones de mexicanos salieron a marchar convocados por López Obrador.
Y paradójicamente, ayer López Obrador perdió la franquicia del Zócalo. Escuchar el himno nacional entonado por una plaza llena a reventar debe haber calado hondo en el orgullo del tabasqueño.
Es un animal herido. Hay que tener cuidado.
Morena se engaña con la verdad
El gran mérito de López Obrador es gobernar como lo han hecho todos, con un presidencialismo autoritario, pero con un discurso de oposición.
Tanto el PRI como el PAN, cuando gobernaron tuvieron un discurso como autoridad, como gobierno. López Obrador ha engañado con que sigue siendo oposición desde el palacio nacional… Y le resultó.
Cuando la marcha estaba en proceso, el dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, dijo una verdad que vale un lingote de oro y que explica de poca madre porqué el presidente mantiene su alta aceptación.
El ínclito dirigente de los seductores ojos saltones –muy ojón para paloma- aseguró que “el gran error de la oposición es subestimar a los mexicanos y creer que no tienen criterio, que no están informados ni politizados y que no tienen la madurez política suficiente para darse cuenta de su hipocresía. Hecho que únicamente refleja su clasismo…”
En realidad, ese es el gran error del Presidente y Morena. Siguen pensando que México es una gran granja de animalitos a los que hay que alimentar porque no lo pueden hacer solitos, ni por sus propios medios; y que invertir en dar dinero a los pobres es ir a la segura, porque lo que se busca es la manipulación, no sacarlos de la pobreza.
En efecto, el Presidente y Mario Delgado siguen hablando como si fueran oposición criticando al gobierno.
El otro tema que tiene encabronado al Presidente es el juicio de García Luna. Más allá de la unánime sentencia condenatoria justo en la víspera de la marcha, el juicio contra el ex Secretario de Seguridad Pública no impactó en el ánimo por participar en ella. Nadie se rajó sólo porque sentenciaron a García Luna.
Las mantas en su contra que el gobierno de la Ciudad de México colocó alrededor del Zócalo y las provocaciones de grupos de choque, sólo sirvieron para reforzar la convocatoria a la marcha.
Miles de quienes asistieron ayer tienen claro que García Luna ha sido declarado culpable de delitos graves. Sólo que eso no los distrae de la urgencia de atajar la tentación de la dictadura de López Obrador, quien poco ha aprendido de los casos de Bolivia y Perú. Intenta aferrarse como un presidente Maduro.
Ni Cuauhtémoc ni el Peje convocaron a tantos
Pues sí, la marcha estuvo cabrona, más allá de lo que los opinólogos oficiales puedan defender. Es cierto que Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador han llenado el Zócalo decenas de veces; de hecho, lo podrían hacer el próximo fin de semana si se lo proponen.
Lo que no habían podido hacer es que una manifestación se realizara al mismo tiempo en al menos un centenar de ciudades en todos los estados de la República. Eso no lo hizo López Obrador ni en sus mejores tiempos. Y él lo sabe…
Por eso, mamasear con los 30 millones de votos, con los millones de beneficiarios de los programas sociales, con el control de los gobiernos estatales, de sus congresos y cientos de gobiernos municipales es una estrategia para contener el nerviosismo que cunde en Palacio Nacional.
Alguna vez, el Presidente dijo que, si le armaban una concentración de 100 mil, él dejaba la Presidencia. Pues ya lo tendría que hacer, pero eso de la cábula es lo suyo.
La ratonera
Como en los mejores tiempos del Duartismo, el gobernador Cuitláhuac García y su séquito de malandrines suelen darse buena vida en tertulias donde piensan que toman acuerdos y decisiones para perpetuarse en el poder.
Ahí está la fotografía donde Gómez Cazarín encabeza la mesa en la que Cuitláhuac, el primo incómodo Eleazar, Elio Hernández y hasta Enrique Nachón rinden tributo a Rocío Nahle para granjearse impunidad y posiciones. Esa es la verdadera flota del Góber y nadie más.
El problema es que, si la rifa se la sacan Eric Cisneros, Sergio Gutiérrez o el mismísimo Manuel Huerta, no dejarán piedra sobre piedra del cuitlahuismo.