Por Yair Ademar Domínguez
Un día sí y otro también, el presidente Andrés Manuel López Obrador es víctima de los ataques de los conservadores. Un analista porteño, de esa ideología, escribió hace unos días: “las oposiciones debemos entender algo: si no somos capaces de conectar con el México más humilde, más rezagado, más pobre, perderemos elección tras elección”. Su reflexión, válida, es muy tardía, porque tuvieron muchos años para “conectar” y sobre todo para hacer algo por el pueblo mexicano, como lo está haciendo la Cuarta Transformación.
La esperanza, ese concepto, que ha permitido a los mexicanos ponerse en marcha para ser protagonistas de su propia transformación, no es demagogia, no es palabrería, no es política barata. No, la esperanza que ha movido a miles de mexicanos para subirse al barco de este movimiento tiene que ver con el coraje, con el deseo profundo de ir hacia adelante, para dejar de ser carne de cañón, masas sin rostro, cuotas de institutos políticos.
En mis constantes recorridos por el estado de Veracruz, encuentro esa luz particular de la esperanza en los ojos y en las palabras de los veracruzanos que ven cumplidos en una calle pavimentada, en una escuela pintada, en una carretera reconstruida o en un programa social que llega con efectividad a su comunidad, los anhelos de muchos años, las gestiones de décadas y la respuesta efectiva a promesas incumplidas de otros gobiernos.
Por eso los conservadores refuerzan sus ataques, tratan de reorganizarse, de agruparse, programan marchas, para seguir su campaña de desprestigio en contra del presidente y de la 4T, pero como dijo un sabio hebreo, “por sus obras los conoceréis”. ¿Quiénes son, los panistas y priistas, que por ejemplo en Veracruz, vociferan en contra de la 4T? Políticos que se enriquecieron a costillas del pueblo, políticos que estuvieron en el poder y sólo vieron por sus intereses, políticos que lo único que tienen es dinero, porque no cuentan con dignidad ni pueden ver a los ojos a los pobres y humildes que olvidaron en sus campañas.
Son lobos feroces, rapaces, que ahora se quieren presentar como mansos corderos, pero los veracruzanos tenemos memoria y sabemos distinguirlos. Lo tenemos que decir una y otra vez, porque como decía el poeta y filósofo Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, “quien no recuerda el pasado está condenado a repetirlo”. La frase, colocada en la puerta 4 del campo de concentración de Auschwitz es emblemática para nuestra historia reciente.
Los veracruzanos y los mexicanos no debemos olvidar nuestro pasado reciente, el saqueo del que fuimos objeto por parte de gobiernos neoliberales y sus políticos que ahora, disfrazados de analistas, se encuentran en campaña para desacreditar a nuestro presidente y al gobierno de la Cuarta Transformación.
¡Siéntense señores!
Sí. Esa es la frase que los veracruzanos debemos decirle a los prianistas que han levantado la mano y andan desatados recorriendo el estado para seguirle mintiendo a la población. ¿Por qué no transformaron la realidad cuando estuvieron al frente de gobiernos estatales, municipales o en el Senado de la República? Nadie les cree, porque no tienen obras que hablen por ellos.
Azules, rojos o amarillos, lo único que pueden hacer ahora es vociferar, lanzar discursos, tuitazos y feibukazos, para tratar de minar la credibilidad del Presidente y del movimiento que construyó con hombres y mujeres libres. Su estrategia no funciona, porque sus voces están vacías, huecas, sin obras, sin acciones concretas. Lucraron con la política, se enriquecieron a espaldas de un pueblo que abandonaron y hoy ¿quieren que les crean? No, señores. Ustedes ya bailaron y ahora les toca sentarse. Quienes están en la pista de baile, para disfrutar de su soberanía, son los hombres y mujeres libres de Veracruz.
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