Petróleos Mexicanos (Pemex), la empresa propiedad del Estado, que el presidente López Obrador prometió rescatar de la quiebra para convertirla en un rentable negocio para el país, continúa acumulando pérdidas y deudas en el sexenio actual, además de que la producción de crudo se ha desplomado a niveles no vistos desde hace 50 años, convirtiendo a esta gigantesca empresa en una dura carga para las finanzas públicas, pues en ella se han invertido miles de millones de pesos provenientes de los impuestos que pagamos, sin que hasta el momento existan resultados positivos. No hay dudas de que Pemex actualmente es una prueba elocuente del fracaso de la política económica instrumentada por la 4T.
Según una nota de El Economista del 23 de enero, en 2022 la producción nacional de petróleo crudo en México tuvo su mayor caída desde 1979. A lo largo de todo el año pasado, el promedio de la producción fue de 1.622 millones de barriles diarios, con lo que según el reporte de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), se trata del promedio más bajo desde los 1.461 millones de barriles diarios registrados en el año 1979. Con estos datos, la empresa se quedó muy lejos de la meta de producción que se fijó desde diciembre de 2021, en la que estableció que produciría 1.828 millones de barriles diarios para el 2022.
Por otro lado, según Bloomberg Línea, Pemex es actualmente la empresa petrolera más endeudada del mundo, su deuda asciende a poco más de 105 mil millones de dólares, una cifra verdaderamente exorbitante que terminaremos pagando los mexicanos de a pie. Pues el pasado viernes 27 de enero, el presidente López Obrador anunció en su mañanera que su gobierno seguirá apoyando a la petrolera para pagar esta deuda, tal como lo ha venido haciendo desde que asumió el poder en 2018, pagando intereses vencidos y reduciéndole el cobro de impuestos.
El presidente sostuvo que “todos los vencimientos de deudas anteriores se están pagando con el apoyo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, no hemos dejado a Pemex sin respaldo… ya existe el presupuesto aprobado por el Congreso de la Unión”. Incluso, López Obrador, anunció la posibilidad de que toda la deuda de Pemex, se convierta en deuda soberana, es decir, deuda del país hacia los bancos acreedores, con lo que sería el Gobierno de México y no Pemex, quien se hiciera responsable de pagar este deuda millonaria. Una especie de nuevo Fobaproa, como el que tanto ha criticado el presidente en muchas ocasiones a las anteriores administraciones.
Esto quiere decir, además, que se incrementará la política que ha seguido hasta el momento el presidente, de desviar dinero de las arcas públicas hacia Pemex. Pues según el analista Héctor Usla, de El Financiero, el gobierno de la 4T ha inyectado a Pemex la friolera cantidad de 809 mil 800 millones de pesos, un monto que equivale a 3.7 veces los recursos ejercidos por la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes de la Federación durante todo lo que va del sexenio.
Tan solo en el 2022, el Gobierno de México transfirió 131 mil millones de pesos a Pemex, más del triple de los 40 mil mdp presupuestados en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2022 y de este dinero se ocuparon 45 mil mdp para el pago de deuda.
Una cifra de recursos públicos extremadamente alta que se está llendo a un barril sin fondo como es la deuda de Pemex, dinero que bien podría servir para impulsar otras áreas económicas importantes para el país o para atender las necesidades más apremiantes de los mexicanos en materia de obras públicas o servicios básicos, por ejemplo, para construir un sistema educativo de calidad, un sistema de salud de primer nivel, para impulsar una verdadera política de vivienda social o la construcción de sistemas de agua potable; o para combatir la inseguridad o para incentivar la producción agrícola del país.
Se ha entregado a Pemex, pues, muchísimo dinero a pesar de sus pésimos resultados en el terreno de la producción y refinación.
Pemex se encuentra actualmente en un círculo vicioso con una producción de crudo muy por debajo de sus metas y con las 6 refinerías que existen en el país operando por debajo del 30% de su capacidad productiva, sin contar a la nueva refinería de Dos Bocas que, a pesar de haberse inaugurado en julio del año pasado, no ha refinado ni un solo litro de gasolina. Las pérdidas de la empresa son motivo de verdadera preocupación; según el sitio de internet Bloomberg Línea, al tercer trimestre de 2022, Pemex reportó una pérdida neta de 2 mil 670 millones de dólares, mientras que otras grandes empresas petroleras en el mundo como Exxon y Chevron registraban una utilidad combinada de más de 30 mil millones de dólares, gracias al mejoramiento de los precios internacionales del petróleo.
El presidente López Obrador ha insistido en innumerables ocasiones en su plan de lograr la autosuficiencia energética del país, es decir, de producir cerca del 100% de la gasolina, diésel, gas y otros combustibles utilizados en México a través de la propia Pemex, con lo que se busca no depender de la compra de estos importantísimos productos a otros países.
Sin embargo, con el gobierno del presidente López Obrador, estamos lejos de lograr este objetivo, pues según el Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad Rice de Norteamérica, durante este 2023, México podría enfrentarse a un contexto en donde la brecha entre el valor de las importaciones de gasolina, diésel, gas natural y petroquímicos, y el valor de las exportaciones de petróleo crudo sea mayor que en años anteriores. La universidad apunta que, con base en información de Banxico, el déficit comercial de energía creció de 21,400 millones de dólares en 2019 a 24,600 millones en 2021. Es decir, una diferencia de más de 3,200 millones de dólares, vemos pues que las metas del presidente López Obrador en este terreno han resultado todo un fracaso, ahora compramos más combustibles al extranjero del petróleo que exportamos. El gobierno va para atrás.
Ciertamente, no está mal que el presidente se proponga lograr la autosuficiencia energética del país, es más, sería deseable que se buscara la misma soberanía en la producción de alimentos y de muchas otras mercancías indispensables para el consumo nacional, porque eso nos permitiría una mayor independencia política frente al resto de los países del mundo, particularmente ante el poderoso vecino del norte.
Pero es claro que esta soberanía no se logrará por este camino, porque hasta el momento todo el dinero invertido en Pemex no ha servido para incrementar la producción ni la refinación nacional, sino para transferir dinero público a grandes bancos a los que se les debe dinero o para enriquecer a funcionarios públicos, tal como ha ocurrido en la refinería de Dos Bocas, cuya construcción está a cargo de Rocío Nahle y cuyo costo inicial se ha disparado de 8 mil millones de dólares a más de 16 mil millones, sin que produzca nada.
De por sí, la experiencia en México con las empresas paraestatales, ha demostrado que éstas no funcionan, porque en el pasado sirvieron para que muchos políticos se hicieran millonarios, ha sido un terreno propicio para la corrupción; empresas de las que se extrajeron inmensas fortunas, tal como ocurre actualmente con Dos Bocas.
Los mexicanos debemos analizar estos hechos y concluir que estas son otras tantas pruebas de que el camino por el que nos ha conducido el gobierno de la Cuarta Transformación es erróneo, que sus promesas de construir un mejor país para todos son falsas y que en lugar de avanzar, vamos en retroceso. Por ello, debemos abrir bien los ojos, estar informados de lo que pasa en nuestra patria y trabajar en la formación de un vigoroso movimiento popular que busque el poder político para poner en marcha un modelo económico que sí logre la autosuficiencia energética y un reparto más equitativo de la riqueza social.