La hormona que nos da felicidad, la dopamina, tiene otro trabajo a tiempo completo en el cerebro. De ella dependen nuestros comportamientos espontáneos, es decir, esas actividades automotivadas que a menudo se vuelven hábitos.
Si alguna vez pensaste que existen movimientos sin objetivo o control, estás muy equivocado. Un nuevo estudio mostró cómo la dopamina regula nuestro comportamiento involuntario para obtener una recompensa.
El origen de los comportamientos espontáneos
Desde hace varios años, se sabe que existe una relación entre la dopamina y el comportamiento de los animales. Sin embargo, nunca antes se había estudiado su rol. O deberíamos decir “roles”, pues este neurotransmisor moldea nuestros movimientos de varias formas.
Por ejemplo, si la dopamina aumenta o disminuye cuando los animales inician un movimiento, este varía. Además, durante las tareas estructuradas en las que los animales buscan recompensas explícitas, la dopamina influye en las elecciones realizadas para obtener esa gratificación.
Para demostrarlo, los investigadores estudiaron el comportamiento espontáneo de un ratón con imágenes 3D y un algoritmo de aprendizaje automático. Al hacerlo, encontraron que sus neuronas dopaminérgicas actúan como una señal de enseñanza continua. Es decir, fluctúan independientemente de si el ratón se mueve o está quieto para impulsar un movimiento.
“Tanto el comportamiento espontáneo como las tareas estructuradas exigen que los animales elijan acciones de forma continua entre una variedad de posibilidades. Nuestros resultados sugieren que la dopamina puede influir en esas secuencias a través de mecanismos similares a los que se utilizan en la búsqueda de recompensas”.
Jeffrey Markowitz, autor del estudio
La dopamina le da estructura a lo “espontáneo”
Durante el estudio, la dopamina influyó en el inicio del movimiento, la velocidad y la cinemática del ratón. Por lo tanto, los investigadores creen que la dopamina organiza los movimientos espontáneos de tres formas:
- Primero, predice las posibilidades de acción para diseñar nuevos movimientos con ayuda del tálamo y los ganglios basales.
- Luego, transmite información sobre posibles errores para evaluar qué movimiento espontáneo es necesario en ese preciso momento.
- Y finalmente, la dopamina codifica intencionalmente una señal de error para que el animal cambie su comportamiento.
En definitiva, lo que ocasiona este pequeño neurotransmisor es que el cerebro se confunda y malinterprete las fluctuaciones aleatorias de la dopamina como una señal de recompensa. De esta forma, impulsados por la gratificación, los animales estructuran así un nuevo comportamiento sin darse cuenta.
Un hallazgo para la ciencia del comportamiento
Los investigadores creen que todavía se necesitan más estudios sobre el comportamiento espontáneo para entender realmente cómo se estructura. Pero todo parece indicar que la dopamina juega un rol fundamental en lo que conocemos como “espontaneidad”.
Según comentan, las actividades espontáneas surgen a partir de las sílabas conductuales. Estas son unidades naturales utilizadas por el cerebro para estructurar la acción rápida, como por ejemplo levantarse, agacharse o mirar.
Hasta ahora se creía que estos pequeños movimientos que, a menudo hacemos automáticamente, no tenían ningún tipo de estructura. Pero estos hallazgos confirman que la dopamina fomenta el uso de sílabas para inducir nuevos movimientos.
- Cuando hay una gran fluctuación de dopamina, aparecen más sílabas conductuales. Y como resultado, se generan más posibilidades espontáneas.
- Por el contrario, cuando hay una baja fluctuación de dopamina, solo se produce un movimiento espontáneo.
Estos resultados podrían utilizarse a futuro para entrenar a los animales, o incluso eliminar ciertos comportamientos. Pero, en cualquier caso, lo más impactante de este estudio es que muestra como la dopamina, esa hormona que nos da tanta felicidad, también tiene un lado autoritario.
tekcrispy.com
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