Ante la creciente posibilidad de que la Cuarta Transformación se convierta únicamente en la cuarta alternancia presidencial, el debate no debe enfocarse solo en la incapacidad y autoritarismo del gobierno de López Obrador, sino también en las características de un nuevo sistema político que sustituya al presidencialismo: el gobierno de coalición.
Paradójicamente, la iniciativa de un gobierno de coalición cobró fuerza hace más de una década ante un presidencialismo débil, incapaz de transitar reformas de gran calado en un Congreso dominado por la oposición. Sin embargo, hoy se presenta como la alternativa más sólida para frenar el hiper presidencialismo y construir un nuevo sistema político en México.
El sistema presidencialista está agotado. La democracia ha sido una puerta abierta a los excesos del poder en todos sus niveles, en todos sus poderes, en todos sus gobiernos. La fallida 4T sólo exacerbó estos vicios.
México ya sufrió las consecuencias de un Presidente maniatado por mayorías legislativas que logran imponer sus intereses y agenda; y casi de manera inmediata, de un presidencialismo imperial, de un solo hombre, sin contrapesos, que ha dinamitado la división de poderes y busca someter a las instituciones a un populismo ideológico históricamente fracasado.
Pero, ¿cómo construir un gobierno de coalición? En principio, no se requiere de ninguna reforma legislativa porque esta figura ya está en la Constitución como parte de la reforma electoral de 2014. Sin embargo, aún queda pendiente la legislación secundaria que lo regule. Aún estamos a tiempo.
El gobierno de coalición es el acuerdo pactado por el Presidente y los partidos políticos representados en el Congreso. Un eventual gobierno de coalición tras la derrota de Morena en la elección del 2024 permitiría que el mandatario federal, sin importar el partido al que pertenezca, incorpore en su gabinete a personajes de otras fuerzas políticas mediante un programa de gobierno en común.
Este programa de gobierno se regulará por un convenio aprobado por el Senado y será ejecutado por el Gabinete que acuerden los partidos políticos coaligados. Es decir, los miembros del gabinete también tendrían que ser ratificados por el Congreso, garantizando que se incorporen los más capaces y mejor capacitados para cada cargo.
He platicado muchas veces con uno de los impulsores del gobierno de coalición, mi querido amigo, el ex senador Manlio Fabio Beltrones, quien plantea la obligación del Presidente de definir de manera conjunta un convenio, un programa de gobierno y una agenda legislativa común entre los grupos parlamentarios.
De esta forma, el Congreso no se convertiría en un dique a las iniciativas del Presidente y tampoco un cheque al portador para el mandatario. Ningún poder por encima de otro.
Esta figura también tiene un gran potencial en los gobiernos estatales, muchos de ellos presas del encono, la polarización y la disputa por el poder político. Sin embargo, ello requerirá de reformas profundas a las Constituciones locales, mismas que tendrán que esperar mejores tiempos.
El gobierno de coalición es posible y necesario. El primer paso será la construcción de un frente opositor hacia el 2024, tanto a nivel federal como en Veracruz.
El futuro ya está en marcha…
La puntita
El Gobernador de Veracruz dice que podría tomar la estafeta ante el retiro de López Obrador de la vida política. Veracruz se ha convertido en un mal chiste.