¡México debe ser el único país en el mundo que nacionaliza los recursos naturales y minerales para luego entregarlo a las empresas extranjeras!

Para aliviar su frustración por la fallida reforma eléctrica –la que permitiría que la CFE determine las tarifas de las redes de transmisión y distribución, así como las tarifas para usuarios finales-, el Presidente López Obrador se sacó de la chistera una reforma a la ley minera para nacionalizar lo que ya pertenecía a la nación desde la Constitución desde 1917: el litio.

En un nuevo acto de contorsionismo político y legislativo, la mayoría morenista en el Congreso aprobó en abril pasado las modificaciones que prohibían el otorgamiento de concesiones a empresas privadas para explotar este mineral. La propuesta presidencial consideraba al litio como patrimonio de la nación, por lo que era necesaria su explotación y aprovechamiento a través de una empresa del Estado.

Incluso anunció la suspensión de los contratos que se entregaron en el pasado a empresas privadas para explotar el metal. Para el caso del litio “no hay concesiones, no hay contratos” sentenció.

Y entonces las hordas de fanáticos morenistas –incluida por supuesto la mayor de las corcholatas, Claudia Sheinbaum- salieron a festinar esta reforma, haciendo un desproporcionado e ignorante parangón con la nacionalización petrolera de Lázaro Cárdenas de 1938, misma que le dio sentido a un verdadero proyecto de nación vigente hasta nuestros días.

En cambio, la supuesta nacionalización del litio no fue más que un arrebato presidencial para engullir la dolorosa e histórica derrota de la reforma eléctrica.

Si bien la exclusión de empresas privadas, nacionales o extranjeras, se interpretó como una nueva nacionalización de este elemento, clave para la fabricación de baterías -por lo que ya es considerado «el oro blanco-«, todo se trató de un ardid propagandístico.

La tramoya continuó. Por decreto presidencial se creó Litiomex, la empresa del estado encargada de la misión imposible. En agosto pasado, el Presidente nombró al ingeniero Pablo Daniel Taddei, hijo del actual delegado de la Secretaría de Bienestar en Sonora, Jorge Taddei, como director General de Litio para México.

Pero resulta que el joven Taddei, recién egresado de la Universidad de Harvard, tan odiada y vilipendiada desde el palacio nacional, nunca ha laborado en el servicio público y su única experiencia es la academia. Del sector minero, no tiene en la práctica la más peregrina idea.

Muy pronto el Presidente, su gobierno y su empresa se dieron cuenta de que el país no cuenta con la experiencia y capacidad tecnológica para la exploración y explotación del litio.

Y entonces el Presidente no tardó en encontrar una solución mágica: ¡Pum! entregar a empresas de Estados Unidos y Canadá, las concesiones necesarias para la exploración y explotación del litio, simulando la participación de la empresa del Estado como accionista mayoritario.

¿“No hay concesiones, no hay contratos”, equivale a “no mentir, no robar, no traicionar al pueblo”? La nacionalización del litio resultó otro gran embuste.

La puntita

La Glosa del Informe se refiere al análisis político, jurídico, económico y social que realizan los grupos parlamentarios del Congreso local respecto del documento presentado por el Gobernador del Estado. Lo que estamos presenciando no es la Glosa sino la incompetencia, la arrogancia y el culto a la personalidad.