Lo que López Obrador no ha querido aceptar sucedió; la marcha lo desquicio y descoyuntó. Lo puso iracundo que una multitud de conservadores, fifís, reaccionarios, clasistas y racistas que sumaron 850 mil, 640 mil, medio millón, 200 mil, 60 mil según sus cálculos o 12 mil según Martí Batres, le quitara las calles y plazas que eran suyas desde que las privatizó en su beneficio hace 20 años.

El presidente no termina de digerir que un puñado de aspiracionistas clasemedieros y un grupúsculo de corruptos de cuello blanco, le hayan tomado varias manzanas del Paseo de la Reforma y la explanada del monumento a la Revolución, para gritarle que se vaya al diablo con su Reforma Electoral y deje de joder al INE. Su odio contra los organizadores lo está carcomiendo.

¿Qué se han creído esos cretinos? Quién sabe, pero no tuvieron que ir lejos por la respuesta.

Primero había que exhibirlos en una lista y los exhibió; después había que burlarse de ellos y lo hizo hasta la náusea. Pero eso no le satisfizo; había que hacer algo más grande y lucidor y nada como una marcha. Pero no una marcha cualquiera sino una megamarcha.

¿Y el pretexto para organizarla? Fácil. Dijo que desde el martes “empecé a recoger opiniones y como lo nuestro tiene que ver con mandar obedeciendo, la gente quiere que marchemos el 27”. Y la marcha se realizará dentro de dos domingos partiendo del Ángel de la Independencia al Zócalo.

Pero no te creas lector que es para mostrar el músculo. No hombre, cómo pasas a pensar esas cosas. Es porque la pidió el pueblo y el presidente quiere ver a su pueblo alegre.

¿Cuántos asistirán? Un millón de acarreados se me harán pocos si tomamos en cuenta que los gobernadores, alcaldes, legisladores, líderes sindicales, líderes de colonias y burócratas de Morena tienen la consigna de llevar a la Ciudad de México “los más que puedan”.

¿Qué ganará Andrés Manuel con la marcha? Levantar un poquito su ego vapuleado y quizá se le apacigüe el odio, pero nada más.

Hay marchas que han tirado gobiernos y entronizado estadistas o dictadores. Las hay, como la del pasado domingo, que lograron que el presidente tenga que recurrir a un plan B para que se apruebe algo de su Reforma Electoral. También hizo posible la reconciliación PAN, PRI, PRD. Que funcione o no la alianza eso es otro cantar.

En cambio, la marcha pro Andrés Manuel auspiciada por López Obrador quizá lo único que logre sea pasar al libro de records Guinness. Porque beneficios para el pueblo, su pueblo, ninguno. No atraerá el turismo, no hará crecer la economía, no disminuirá la pobreza, no abastecerá los hospitales con medicinas, no acabará con la violencia ni con el rezago educativo. Simplemente será para satisfacer su ego de chamaco berrinchudo.

Bueno, al menos le ayudará para que sus candidatos arrasen en el 2024. Úchale no, está en chino.

De los 850 mil o 20 mil que fueron a la manifestación del domingo ¿cuántos votarán en contra de Morena? Casi todos.

Y del millón o cinco millones que vayan a la marcha del tabasqueño ¿cuántos sufragarán por los candidatos de su partido? Esa es la duda.

Andrés Manuel va de mal en peor y no se quiere dar cuenta; su ego lastimado y su odio patológico lo obnubilan.

Cada día son más los mexicanos que le están dando la espalda porque lo eligieron para presidente y se ha convertido en un pendenciero vulgar y acomplejado. En una grotesca caricatura.

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