Se trata de un mexicano, entre varios, que ha estudiado sobre el fenómeno democrático en México. Aborda en sus libros conceptos como el desencanto y el hartazgo que la sociedad mexicana sienten por la política, igual que en sus campañas lo ha hecho AMLO, el actual presidente. Es doctor en ciencias políticas, fundó el sindicato de trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde todavía da clases, y en los 80 militó en diversos partidos políticos de izquierda.

José Woldenberg, igual que muchas y muchos compatriotas, teme que la sociedad olvide el camino recorrido y los avances logrados en materia de democracia: «Ojalá no nos arrepintamos de estar dejando tan desprotegida a una democracia naciente, acechada por todos los flancos». Esa afirmación la hizo en septiembre del 2017 para una entrevista en la BBC, era el momento del declive de Peña Nieto, presidente en aquel entonces, y la inminente derrota del PRI y el viejo régimen.

A este mexicano le tocó sufrir el país de un régimen, cuando doce presidentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobernaron México entre 1929 y 2000. La ciudadanía era ahogada por el presidencialismo, un gobierno de Estado y partido. Algo que sufrieron también quienes comenzaron una lucha de izquierda desde hace décadas, como Andrés Manuel López Obrador. Un escenario que no vivieron una gran cantidad de simpatizantes Obradoristas, a quienes les vale cacahuate revisar la historia de su país y prefieren creer las cantaletas de su pastor.

En esa misma entrevista de 2017, Woldenberg cita un parteaguas para la vida política y pública de nuestra nación. En 1997 el PRI no obtuvo la mayoría absoluta en la cámara de Diputados y tres años después ocurrió lo mismo en la de Senadores. En ese año 2000 se dio la histórica primera derrota priista en las presidenciales. Entonces vino una iluisionante idea de que la era de los grandes cambios venía gracias a la consolidada democracia mexicana, y también por la función clave de  organismos como el Instituto Nacinoal Electoral, antes Instituto Federal Electoral.

José Woldenberg fue el primer consejero presidente de lo que hoy llamamos INE, organismo que garantiza un sistema de partidos, elecciones transparentes, pesos y contrapesos en el entramado estatal. Todos esos mecanismos que igualmente han garantizado el avance de la izquierda, desde victorias municipales, estatales y el triunfo de la presidencia en 2018 con Andrés Manuel López Obrador como presidente electo.

¿Quién mejor para ser orador en la marcha del próximo domingo? Woldenberg es testigo y protagonista del desarrollo democrático mexicano, es una voz calificada, una mente que genera las reflexiones necesarias frente al gobierno de un solo hombre, el de la 4T, encabezado por un personaje que lleva por delante la premisa de que lo justo es a mi gusto.

Escuchemos a Woldenberg, seamos libres de dudar; a pesar de que AMLO es un líder de masas, un experto manejando la retórica, también es un temeroso del conocimiento y el libre pensamiento; por eso se le nota enojado, porque la sociedad que no le hace caso está organizada y tiene la capacidad de influir en muchos sectores.

La nombrada marcha nacional en defensa del INE será una muestra significativa de la gastada fe en AMLO, la propuesta de reforma electoral de López Obrador podría pasar a la historia como un proyecto para mermar la autonomía de una institución fundamental, garante de imparcialidad, contrapeso probado ante gobiernos totalitarios, como el de ahora.