Por: Aquiles Córdova Morán

Hay una contradicción evidente y de gran importancia para todos nosotros entre las dos visiones que circulan sobre la situación nacional: por un lado, está la versión que traza todos los días el presidente López Obrador desde sus conferencias mañaneras, una versión que nos pinta un país exitoso que hoy está mejor que nunca gracias a su Cuarta Transformación. La gente está feliz, feliz, feliz. Por el otro lado, está el panorama que trazan economistas, sociólogos, politólogos, expertos en geopolítica y organizaciones nacionales e internacionales basada en datos y cifras surgidos de investigaciones propias o de otros especialistas. Este panorama es no solo distinto, sino diametralmente opuesto al cuadro optimista que dibuja la versión oficial. ¿A quién debemos creerle?

Hay acuerdo entre quienes opinan sobre el tema: para aprobar o desaprobar al gobierno actual necesariamente debe tomarse en cuenta el estado real de factores decisivos para la sociedad, entre otros la economía, la seguridad, la salud, la educación, el empleo, los salarios y el nivel de vida de la población en general. Hoy quiero referirme al problema de la seguridad, un poco movido por información reciente que revela el deterioro casi absoluto de la imagen internacional del país en este terreno.

A este respecto, quiero citar de entrada el trabajo de la reportera Maritza Pérez, publicado en EL ECONOMISTA del 29 de septiembre del 2021, en el cual comenta un interesante informe elaborado con la participación de 350 especialistas sobre la situación de la criminalidad en 193 países miembros de la ONU. Ya el título mismo resulta demoledor: México es el país con el mayor mercado criminal en el mundo. Ahora bien, ¿qué significa eso? La reportera nos explica: “De acuerdo con Índice Global de Crimen Organizado 2021, de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, México suma una puntuación de 8 y 7.5 en indicador de mercado criminal y criminalidad en general (…) en una escala de 1 a 10, donde entre más alto es el puntaje (…) de un país, son más severas sus condiciones de criminalidad. Dichas puntuaciones colocan a nuestro país en el primer sitio de 193 naciones en donde se cometen graves delitos como trata y tráfico de personas, tráfico de armas, de flora y fauna, así como (…) gran comercio de drogas que van desde la heroína hasta cannabis (marihuana).”

Además, según el mismo informe, estamos en el cuarto lugar a nivel mundial y en el segundo en el continente americano, con mayor presencia de grupos delictivos organizados, incluyendo cárteles y redes de corrupción. A este respecto, resulta ilustrativo recordar que el presidente López Obrador afirmó recientemente, hablando de los resultados de su política de combate al crimen organizado, que, bajo su gobierno, no se ha formado ni un solo cártel nuevo. Si esto es verdad, será porque ya no caben más en el país o porque ya no hacen falta, como dice con precisión el informe al que se refiere Maritza Pérez. Sigo con la nota: “…durante 2020, México se posiciona como un país de tránsito para la trata de personas, principalmente para las víctimas centroamericanas que se dirigen al norte de la nación. Mientras que el tráfico sexual dentro de México y hacia Estados Unidos también es sustancial…”. Debido al Covid-19 y al cierre de fronteras, el número de víctimas se redujo, pero se elevó su precio, asegura el informe.

El mismo documento asegura que con la pandemia se exacerbó la colusión entre funcionarios corruptos y los traficantes. Esos funcionarios dependen ahora menos del soborno y más de sus vínculos con el crimen organizado para obtener ganancias. También aquí tenemos que recordar que el presidente insiste una y otra vez en que su Cuarta Transformación ya logró desterrar la corrupción, en el Gobierno y en la sociedad mexicana; pero aquí vemos que, en realidad, goza de cabal salud; crece y se reproduce sin obstáculos y solo ha variado un poco su manera de sacar jugo a los cargos públicos.

Sigamos. “…México tiene un mercado de tráfico de armas bien consolidado”, ya que los mecanismos del crimen y la corrupción facilitan el acceso de armas al país. “El inmenso flujo de armas ilícitas de Estados Unidos, junto con las granadas y los RPG-7 de América Central y la fuga de armas de las fuerzas de seguridad corruptas, exacerba la violencia armada…” “…el informe también analizó el robo de combustible en nuestro país (…) al señalar que va en aumento, con algunos grupos enfocados exclusivamente en estas operaciones gracias a funcionarios corruptos que facilitan el robo y la redistribución de ganancias ilícitas”. Otra vez el informe desmiente tajantemente al presidente, que ufano asegura que gracias a su exitoso combate a la corrupción y al crimen, el huachicol y sus cómplices en el gobierno es cosa del pasado. Vemos aquí que tampoco eso es cierto.

Sigo. “Además, los cárteles mexicanos también participan en la producción y el trasporte de metanfetamina y, cada vez más, de fentanilo”. “Los expertos subrayan que las organizaciones narcotraficantes de México se encuentran entre los grupos mafiosos más sofisticados del mundo, ello sin importar que la fragmentación de los cárteles redujo el número de grupos con grandes operaciones internacionales, pues los que quedan tienen redes que abarcan la mayor parte del mundo”. Lo dicho: si ya no se forman nuevos cárteles será porque no hacen falta y ya no queda lugar para ellos.

El negocio de las drogas se centra en el tráfico internacional, que es el que genera miles de millones de dólares anualmente; pero otras formas de hacerse de millones con toda facilidad, como el robo de petróleo, la tala ilegal, la trata de personas, el secuestro y la extorsión siguen profundamente arraigadas en el país, asegura el informe en referencia. “Si bien los actores integrados por el estado no controlan los mercados delictivos, la corrupción dentro del gobierno y las agencias de aplicación de la ley facilita las redes delictivas e influye en las actividades ilícitas, proporcionando ingresos a los funcionarios públicos de alto rango”, denuncia con toda claridad el documento.

Dados el número y la calidad de los especialistas que trabajaron en este informe, podemos aceptar que esta es la verdadera situación que guarda el combate al crimen organizado, la seguridad y la lucha contra la corrupción, y no la que nos pinta diariamente el gobierno de la 4ª T con claros fines de propaganda política y electoral.

Además del trabajo de Maritza Pérez, se han publicado otras notas alarmantes sobre el mismo problema. Rolando Ramos e Iván Rodríguez, en el mismo EL ECONOMISTA del 21 de abril del 2021, publicaron lo siguiente: “En México, 18 de las 50 ciudades más violentas del mundo. Policías sin capacitación e impunidad, fueron factores para resultados: expertos”. Entre esas 18 ciudades, detallan los columnistas, destacan Celaya, Tijuana, Ciudad Juárez, Ciudad Obregón, Irapuato y Ensenada. Repito, entre las cincuenta ciudades más violentas del mundo figuran 18 ciudades mexicanas, es decir, el 36% del total mundial. Una verdadera tragedia. UNIVISION del 3 de octubre del 2021, publica el artículo de Isaías Alvarado que su autor titula: “México es el epicentro del tráfico humano en América Latina y en sus fronteras pasa lo peor, según un informe”. Según esta nota, la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional coincide con varios otros reportes: “que los cárteles están vinculados de alguna manera en el tráfico de personas en México, «Los contrabandistas suelen tener vínculos con grupos criminales transnacionales, cárteles de la droga y funcionarios corruptos»”. Otra vez vemos aquí, como una enfermedad contagiosa, la combinación explosiva de criminales y funcionarios corruptos. Y más abajo se dice: “El gobierno mexicano cree que la trata de mujeres ya es el tercer ingreso más importante del crimen organizado, después del tráfico de drogas y armas”. Es decir, que el gobierno de López Obrador no ignora la situación, a pesar de lo cual insiste en su cuadro optimista.

Finalmente, Noel F. Alvarado, en LA PRENSA del 4 de octubre del 2021, señala “Supera gobierno de AMLO al de Peña Nieto y Calderón en número de muertes violentas”. Y sigue: “Los homicidios dolosos en México siguen en aumento y la estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador no ha dado los resultados esperados, debido a que durante la administración de Morena al frente del gobierno federal, en sus primeros tres años se incrementaron los homicidios dolosos en un 30% frente al de Enrique Peña Nieto y 68% frente al de Felipe Calderón”. A este respecto, el informe que desglosa Maritza Pérez es más contundente: “…en materia de resiliencia, es decir, la forma en que se brinda respuestas integrales y efectivas al crimen organizado, México se colocó en la posición 112 a nivel mundial, con un puntaje de 4.46”; pero aclara que aquí, al revés que el índice de criminalidad, a menor puntaje, mayor deficiencia en el combate al crimen. Y recíprocamente.

Sigue el informe: “…mientras la corrupción está muy extendida y provoca la connivencia entre las fuerzas del orden, los jueces y los delincuentes, la violencia relacionada con el crimen organizado y la impunidad criminal se encuentran en niveles récord, con escaso acceso a procesos judiciales”. “El gobierno carece de una estrategia de seguridad coherente, los intentos de abordar la corrupción y el crimen organizado se consideran altamente politizados y como esfuerzos para avergonzar a gobiernos anteriores”. Ineficiencia, carencia de plan coherente y corrupción de funcionarios está en la base del problema.

En opinión de 350 expertos que estudian la criminalidad en el mundo, no hay lugar a la duda: la pésima situación de la seguridad, el fracaso en el combate al crimen en todas sus formas y a la corrupción pública y privada en México, son una realidad tangible e innegable después de cuatro años de 4ª Transformación. No podía ser de otro modo. Como he señalado y reconocido en varias ocasiones anteriores, la visión de López Obrador candidato superaba con mucho la política unilateralmente represiva y persecutoria de los gobiernos neoliberales. López Obrador sostenía que esta política equivalía a atacar el efecto dejando intactas las causas profundas, la raíces económicas y sociales de la delincuencia. Son la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades, decía, lo que empuja a los jóvenes a enrolarse en las bandas del crimen organizado. Hay que atacarlas en serio si en verdad se quiere acabar con el crimen, la violencia y la inseguridad.

Los antorchistas coincidimos con eso porque era y es el mismo que hemos sosteniendo desde nuestro origen como organización popular; pero nunca creímos que el maniqueísmo de López Obrador lo llevaría a colocarse, de lleno y sin matices, en el extremo opuesto. Los gobiernos neoliberales decían: cero política social, 100% de persecución y represión; López Obrador dice ahora: cero persecución y castigo para los criminales y 100 % de atención a los factores sociales del crimen y la violencia. Pero ya está dicho y repetido mil veces que un error de derecha no se corrige, sino que se agrava, con un error de izquierda. Y esto, que al principio era un problema teórico, abstracto, hoy es una dolorosa realidad. La vida, la realidad misma ya hablaron, ya resolvieron la disputa teórica: el error de AMLO es peor que el de sus antecesores en el poder; hoy el país sufre más miedo y violencia, y se desangra brutalmente como nunca antes en la época neoliberal.

No hay duda: la culpa de este desastre es de esa ingenuidad sin nombre que es la política de abrazos no balazos sostenida por López Obrador, que lejos de acabar con el crimen, ha resultado una especie eficaz de nutriente del mismo que lo hace florecer y prosperar también como nunca antes. Hay que frenar esto; hay que ponerle un alto definitivo al inaceptable desvío de la “justicia 4ª T”, que persigue con saña inaudita a enemigos y disidentes mientras al crimen solo le prodiga elogios y paternales consejos, llamándolos a “portarse bien” en recuerdo de su “mamacita”, pero sin tocarle un pelo.

¡Tenemos que despertar ya! Convencernos de una vez por todas que la política de AMLO no es lo que el país necesita. Tenemos que resolvernos a librar una lucha firme, inquebrantable e incorruptible; una lucha de metas y principios que no se venda a cambio de dádivas; legal, democrática, constitucional, pero lucha verdadera, al fin y al cabo, si queremos hallar y aplicar el remedio verdadero que nuestros males requieren. ¡Organízate y lucha!, decía Lenin a las masas rusas; ¡organízate y lucha!, sugiero yo respetuosamente a todas y todos los mexicanos. No hay otro camino.