Cuando Layda Sansores decidió arremeter contra Ricardo Monreal fue porque contaba con varios apoyos morenistas, (tanto del gabinete como de ambas cámaras legislativas), pues se trataba de emprender una batalla frontal contra el zacatecano. La gobernadora de Campeche se ha consolidado como el elemento de choque más efectivo de la 4T.
“Y es que Layda se avienta con los tachones por delante”, suelen decir en Palacio Nacional, pues después de la metralla que lanzó contra Alejandro Moreno en sus “martes del jaguar”, la exsenadora reafirmó su conocida condición de “entrona” o extrañamente echada hacia atrás.
Pero para que Sansores y quienes la respaldan tomaran la iniciativa de enfrentar a Monreal tenían que darse dos condiciones: la anuencia de morenistas de peso (que no incluyen al presidente), y el “factor Alito”, elemento con el cual, (en los últimos tiempos y dadas las circunstancias) no resulta muy honroso verse involucrado.
Dejando de lado si las imágenes de WhatsApp que presenta Sansores son reales o fabricadas, y la especulación que eso genera (lo cual ya constituye un delito), el asunto generó disgusto en la oficina presidencial, pues ya no existía “línea de ataque autorizada” para Monreal. Pudo tratarse de desacato.
Lo que no agradó al presidente fue, entre otras cosas, que los temas de discusión mediática (y opinión pública) se desviaran hacia el tópico “Sansores-Monreal”, y rebasaran, en buena medida, los asuntos colocados en su conferencia matutina. “Si quieren pelear que sea con los de la oposición, no entre nosotros”, dijeron.
Y es que aunque Sansores no hubiera tenido algún respaldo para lanzarse contra Monreal, habría actuado por criterio propio, “eso lo saben en Palacio y en cualquier otro lugar del morenismo”. La gobernadora de Campeche se movió sin anuencia presidencial, y eso ha generado (lógicamente) comentarios de todo tipo al interior del círculo rojo.
Ante el avance desordenado de la oposición (pero avance a final de cuentas), López Obrador deseó evitar aquellas diferencias tribales, pero no le fue posible, a pesar de “tirar línea” públicamente. “Los dos debieron ser prudentes y cuidar más sus palabras”, afirman al interior del morenismo en Palacio Nacional.
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