Por: Ivonne Cisneros Luján
Diputada Federal. Morena
Mi convicción por la transformación del régimen y de las instituciones que lo conforman, podría llevarme a la tentación de titular este artículo como “la necesaria transformación de la Universidad Veracruzana”, sin embargo, para transformar es ineludible, primero, repensar las instituciones.
Los recientes acontecimientos de inconformidad de diversos grupos de la comunidad universitaria y el malestar que aún persiste, extendiéndose las demandas originales -alrededor de diversas denuncias de violencia de género- a otras temáticas relacionadas con probables hechos de corrupción, exigencia de mayor comunicación entre autoridades universitarias y estudiantes en los procesos de toma de decisiones como fue el caso de la remodelación de la Casa del Lago, el respeto a los derechos humanos en un marco de interculturalidad, entre otros, marcan una invaluable oportunidad para repensar la Universidad Veracruzana y derivado de ello, acordar las transformaciones a realizar para refrendar su pertinencia social y su compromiso con el proceso de construcción de un país más justo y con menos desigualdad.
Se equivocan quienes -al peor estilo de la derecha de los años 60 del siglo pasado- ven en las manifestaciones estudiantiles intromisión de fuerzas externas oscuras ligadas a intereses ajenos a los universitarios, capaces de manipular a los estudiantes a través de diversos métodos. A esas voces retrógradas habrá que recordarles que las universidades en el mundo entero han sido y seguirán siendo espacios naturales de formación política formal e informal, precisamente por ser ahí donde se gesta el conocimiento teórico y práctico, se analiza la realidad desde diversas perspectivas y se buscan alternativas de transformación. ¿Qué sería del mundo entero sin las voces de las y los estudiantes en diferentes momentos de la historia?, ¿qué sería del México actual sin los movimientos estudiantiles por la democratización de la enseñanza, por la vinculación al pueblo y por el apoyo a los movimientos obreros, campesinos y populares del siglo pasado?
Yo veo entre la comunidad estudiantil de la Universidad Veracruzana una vocación genuina por construir una institución libre de violencia y de manera específica, libre de violencia de género. Me consta, como exdirectora general de Recursos Humanos, que en la Universidad Veracruzana existen diversas formas de violencia de personal académico hacia mujeres estudiantes, fui la primera autoridad que en coordinación con la naciente Unidad de Género, impuse una sanción laboral, por acoso sexual, a un investigador “famoso” por su prestigio académico. El proceso no fue sencillo, pero se abrió brecha.
Hoy ya no es una alumna valiente denunciando a un académico, hoy es una parte importante de la comunidad estudiantil que alza la voz para exigir la construcción de una universidad libre de violencia de género. El interés evidente de la comunidad estudiantil de participar en la toma de decisiones que afectan su cotidianidad, que ha emergido con firmeza en estas últimas semanas, constituye una gran oportunidad para repensar colectivamente diversos temas relacionados con el tipo de universidad que hoy necesita Veracruz y México.
Repensar la Universidad Veracruzana implica analizar la pertinencia social en cada área de conocimiento, pero además implica mirar hacia la normatividad que rige la participación de la comunidad, incluyendo la participación estudiantil y su representación en la toma de decisiones.
Implica mirar hacia procesos reales de igualdad entre mujeres y hombres, incluyendo las condiciones necesarias para que las madres estudiantes no interrumpan sus estudios por razones de crianza, es tiempo de pensar en espacios de cuidado para sus hijos o hijas.
Implica proponernos ser ejemplo nacional en la construcción de generaciones que vivan libres de violencias y que vivan la igualdad de género como parte de su cotidianidad en todos los aspectos de la vida.
Implica analizar las medidas de austeridad necesarias para redestinar ahorros a la investigación necesaria para el desarrollo nacional como garantía de justicia social. Implica revisar el modelo educativo prevaleciente, creado a la luz de las reformas neoliberales en educación superior cuyo eje central era el individuo más que la comunidad y la construcción de conocimiento colectivo. Implica dejar de estigmatizar los movimientos estudiantiles, respetar su independencia y en su caso sumarlos y sumarnos con ellos a las transformaciones que procuran.