EU ya tiene fijada la fecha en la que la primera mujer de ese país pisará la Luna: 2025. Europa, uno de sus socios espaciales más fieles, no puede decir lo mismo a pesar de tener un nutrido cuerpo de astronautas porque no tiene naves propias.
En el otro bloque de la carrera espacial están China y Rusia, que sí son autónomas para mandar astronautas al espacio, y es muy posible que la India sea la siguiente nación que consiga hacerlo, alerta André-Hubert Roussel (Nancy, Francia, 57 años), consejero delegado del Grupo Ariane. “Me parecería muy extraño que Europa, que es el continente más rico del mundo, deje pasar esta oportunidad y permita que su industria pierda terreno en comparación con otras potencias espaciales”, explica el responsable del gran grupo empresarial espacial europeo con sede en Francia en una entrevista virtual con EL PAÍS.
Este ingeniero pide “un acuerdo político” para que los 22 países que forman la Agencia Espacial Europea (ESA), incluida España, apoyen el desarrollo de sus propios cohetes y naves espaciales con los que llevar material y astronautas al espacio. La esperanza del sector espacial europeo, duramente golpeado por la guerra en Ucrania y las sanciones económicas a Rusia, es que esa decisión política se tome en el primer trimestre de 2023.
Obviamente, ese acuerdo debería ir acompañado por un incremento considerable del presupuesto con el que poner en marcha el diseño y desarrollo de los nuevos componentes de un sistema de transporte espacial europeo. Antes, en noviembre, se espera que los miembros de la agencia aprueben presupuestos iniciales para realizar estudios previos, explica Roussel, quien calcula que un aumento del 25% del presupuesto dedicado a espacio previsto para la próxima reunión de la ESA, que se celebra en noviembre, es asumible para la industria.
El nuevo sistema de transporte espacial incluye nuevos motores, cohetes y una etapa superior que servirá tanto para llevar y traer carga al espacio como para transportar hasta cinco astronautas. Estos vehículos serían reutilizables; como los que ya ha desarrollado la empresa estadounidense SpaceX. La idea es cambiar el concepto actual en el que cada lanzamiento supone un gran gasto y la pérdida de muchos de los componentes, a otro que tenga varios nodos principales de transporte y en el que haya dos órbitas de destino, una cerca de la Tierra y otra más allá de los cinturones de Van Allen producidos por la magnetosfera terrestre.
La futura nave espacial europea se llamaría Susie, siglas inglesas de “etapa superior inteligente para exploración innovadora”; un concepto diseñado por Ariane. Esta nave tendría un peso de 25 toneladas y mediría 12 metros de largo y cinco de ancho. Podría comenzar a funcionar a finales de esta década, según Roussel, siempre y cuando la decisión para desarrollarla no se demore.
Susie podría viajar a bordo del Ariane 6, el nuevo cohete pesado de la ESA, cuyo desarrollo ha sufrido importantes retrasos y que probablemente realizará su vuelo inaugural en 2023. Uno de los objetivos principales de este nuevo vehículo es reemplazar a los Soyuz rusos, que Ariane comercializaba para lanzar satélites de diferentes empresas y organizaciones hasta que comenzó la guerra en Ucrania. Roussel asegura que las pérdidas por la cancelación de Soyuz debido a las sanciones a Rusia han sido “enormes”. El grupo empresarial tiene 7.600 empleados en Francia y Alemania y unos beneficios de 2.700 millones de euros en 2020.
Todo cohete reutilizable necesita un nuevo tipo de motor con potencia variable, razona Roussel. “Cuando despegas necesitas la máxima potencia posible. Pero cuando vuelves a la Tierra y ya has soltado la carga útil y quemado casi todo tu combustible, el cohete es mucho más ligero. Si no quieres estrellarte tienes que ser capaz de afinar la potencia. Este tipo de motor hasta ahora no existía en Europa”, resalta el ingeniero.
La ESA tiene en marcha un proyecto para desarrollar un nuevo motor reutilizable, el Prometheus, que ya está en pruebas, y una etapa principal de cohete, Themis. El grupo Ariane es el contratista principal de ambos proyectos, y la empresa colabora a su vez con otras empresas europeas, incluidas varias españolas. Recientemente, la ESA ha destinado 135 millones de euros al programa para crear el nuevo motor y otros 33 millones a Themis.
El conglomerado empresarial planea realizar pruebas de encendido del motor ensamblado con Themis en las próximas semanas. Susie, en cambio, es por ahora solo un proyecto y serán los ministros representantes de cada país de la ESA los que finalmente den el visto bueno a su desarrollo.
El nuevo sistema de lanzadores y cápsulas europeo podría tener funciones adicionales a las ya mencionadas. Una de ellas es “reparar satélites”, cambiar su órbita e incluso traer de vuelta a la Tierra más de siete toneladas de basura espacial.
Los viajes tripulados serían primero a estaciones espaciales en órbita de la Tierra, como la actual Estación Espacial Internacional, y en un futuro también podrían traer y llevar tripulantes “a la futura estación orbital de la Luna”, señala Roussel.
Marte también es una opción posible, aunque según el ingeniero eso requeriría “un gran salto” tecnológico. Otra de las ideas más “futuristas” sería la “fabricación en órbita” tanto de satélites o telescopios espaciales como de “centrales solares” que después enviasen energía de vuelta a la Tierra usando luz láser.
El nuevo sistema de lanzadores y naves europeo sería complementario al que ha desarrollado EU con el cohete SLS y las cápsulas Orion, en las que Europa ha hecho importantes contribuciones, como el sistema de propulsión, aire y electricidad de la nave. “Si queremos que los estadounidenses nos consideren socios en igualdad de condiciones y no un aliado menor, tenemos que desarrollar esta tecnología”, resalta Roussel.
El ingeniero es consciente de que conseguir un importante esfuerzo presupuestario después del invierno será muy complicado debido a la inflación y la guerra, entre otros factores. “Es una decisión política difícil. Pero creo que si hay un tema que marcará nuestro futuro es, sin duda, el acceso al espacio”, concluye.
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