Los neandertales, homínidos extintos de Eurasia, tenían también una vida íntima. Formaban pequeñas comunidades de individuos emparentados donde, como cualquier humano, se protegían del frío, compartían la comida, amaban, descansaban, cuidaban de sus hijos y morían. Probablemente también se protegían de los extraños y resolvían sus propios conflictos. Ahora, gracias a la genética, podemos saber más sobre cómo se organizaban en esos grupos, quiénes eran sus miembros y quién llegaba nuevo al clan.
Investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig (Alemania) han secuenciado el ADN de los huesos de trece varones, mujeres y niños neandertales de hace entre 51.000 y 59.000 años, hallados en dos cuevas de las montañas de Altai, en Siberia (Rusia).
El estudio genético, el más grande conocido de esta especie humana hasta la fecha, reconoce a un padre con su hija adolescente, un par de parientes de segundo grado que pueden ser tíos, abuelos o primos, y mujeres llegadas de otros grupos, quién sabe si a la fuerza o de buen grado. Dado a conocer en la revista ‘Nature’, supone el retrato de la ‘familia’ humana más antigua conocida que ha podido ser identificada por sus lazos genéticos.
Desde que Svante Pääbo, último premio Nobel de Medicina y coautor del presente estudio, lograra desentrañar el genoma neandertal en 2010, se han recuperado datos de todo el genoma de 18 neandertales, por lo que trece más, y además del mismo lugar y tiempo cronológico, resultan un hito considerable. Once de los nuevos genomas corresponden a restos de individuos recuperados en la estrecha cueva de Chagyrskaya, mientras que los otros dos fueron desenterrados en otra cercana, Okladnikov.
Endogamia
Entre los individuos hallados en Chagyrskaya hay miembros de una familia nuclear: un padre y su hija adolescente, y un par de parientes de segundo grado (los que comparten alrededor del 25% de su ADN): un niño y una mujer adulta, quizás una prima, tía o abuela.
También se identificó a un individuo masculino, familiar por parte de madre del padre antes mencionado, debido a un fenómeno genético llamado heteroplasmia. Se trata de dos versiones de ADN mitocondrial (heredado por la madre) que coexisten por solo unas pocas generaciones, y por lo tanto se espera que los individuos que comparten una heteroplasmia estén emparentados recientemente a lo largo de la línea femenina. Los autores creen que estos dos hombres podrían haber compartido una abuela. Además, los genomas de Chagyrskaya contienen firmas de endogamia, en la forma de largos tramos de ADN idéntico heredado de cada padre.
Con todo, no está claro si este nivel de consanguinidad era algo habitual entre los neandertales, o una característica específica de las poblaciones de Altai, aisladas en un extremo geográfico. Las poblaciones neandertales eran escasas y pequeñas, compuestas por grupos de diez a treinta miembros. Los autores las comparan a los gorilas de montaña en peligro de extinción, una subespecie que en las últimas décadas comprende menos de 1.000 individuos.
Migración femenina
Pero los neandertales no vivían en comunidades completamente aisladas. Al comparar la diversidad genética en el cromosoma Y, que se hereda de padres a hijos, con la diversidad del ADN mitocondrial, que se hereda de las madres, los investigadores descubrieron que esta última era mucho mayor. Esto sugiere que eran las mujeres las que frecuentemente migraban de un clan a otro, mientras los varones tendían a permanecer en su núcleo familiar original. Esta práctica, denominada patrilocalidad, ya fue reconocida entre los neandertales del yacimiento de El Sidrón, en Asturias.
«Se trata de un estudio muy potente, de primera categoría, pero sus conclusiones vienen a ratificar lo que nuestro equipo ya propuso -en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) en 2010- en El Sidrón: que los grupos neandertales son muy pequeños y son las mujeres las que se mueven de un grupo a otro», afirma Antonio Rosas, investigador del CSIC y director del Grupo de Paleoantropología del Museo Nacional de Ciencias Naturales. «Esta estrategia, muy común en grupos humanos, permite el intercambio genético para reducir la endogamia y el establecimiento de redes de parentesco. Si una hija mía se va a otro grupo que vive al otro lado de las montañas, es muy posible que mantenga relaciones con ellos y se produzca un intercambio cultural», explica.
El nuevo estudio habla de la «primera familia genéticamente identificada» -la comunidad de El Sidrón no lo estaba-, pero Rosas prefiere hablar de grupo de parentesco, «porque la palabra familia tiene una carga cultural» y las relaciones entre ellos «pueden no corresponder al concepto de familia que tenemos hoy en día».
Sin relación con los denisovanos
Con todo, los ocupantes de ambas cuevas pasaban sus días cazando cabras montesas, caballos, bisontes y otros animales, y recolectaban materias primas para sus herramientas de piedra a decenas de kilómetros de distancia. En Chagyrskaya, donde disfrutaban de las presas cazadas, se han encontrado aproximadamente 90.000 artefactos de piedra.
Ambos grupos estaban estrechamente vinculados y parecían formar parte de una población más amplia: los descendientes de una expansión tardía de los neandertales de Europa del Este en Siberia, distintos de los primeros ocupantes de la cueva de Denisova, a solo 100 kilómetros al este y donde fue descubierto otro homínido, primo de los neandertales, dado a conocer en 2010. Aunque ambas especies estuvieron presentes en la región durante cientos de miles de años y se sabe que incluso llegaron a cruzarse, no hubo flujo de genes de miembros de este clan con los denisovanos.
Benjamin Peter, coautor del trabajo, señala: «Nuestro estudio proporciona una imagen concreta de cómo podría haber sido una comunidad neandertal». A su juicio, «hace que los neandertales parezcan mucho más humanos».
Conéctate con Formato7:
TEXTO Y CONTEXTO | Por fin estudiantes saben quién es el rector