La Comisión Estatal de Derechos Humanos confirmó que Carlos Navarro y Gustavo Ortiz, ambos detenidos por policías estatales en diversas circunstancias durante el 2020, fueron asesinados a golpes en los separos del Cuartel de San José. Aunque la resolución por sí misma tiene un gran valor, parece una suerte de puerta de escape para el Secretario de Seguridad Pública y el Gobernador.

A las familias les vale un comino las disculpas públicas, su inclusión en el Registro Estatal de Víctimas y la reparación del daño. No hay tal. Sus familiares están muertos. Fueron asesinados de una manera atroz –‘reventados’ según lo dicho por los deudos- por elementos que recibieron la protección cómplice de las más altas autoridades del gobierno estatal. Se trató de un crimen de Estado, los mató el gobierno.

Y tampoco valdrá la excusa estúpida de que la actuación de unos cuantos policías que marca a toda una institución. Por supuesto que la carcome hasta la médula, porque fue una acción concertada, cometida en instalaciones policiacas, por varios elementos y el conocimiento pleno de sus superiores.

El Gobernador y su Secretario de Seguridad sabían perfectamente lo que había pasado y lo ocultaron, incluso lo consintieron. No sólo eso, echaron mano de los medios del gobierno para inventar una historia cínica y perversa para que, luego de quitarles la vida, incriminarlos en delitos en los que nada tenían que ver.

Por supuesto las recomendaciones de la Comisión Estatal de Derechos Humanos tienen alcances limitados. Nada pasará con un Secretario de Seguridad Pública que supo desde el primer momento lo que había pasado y ordenó desaparecer todas las grabaciones existentes de ambos eventos, apenas con unos cuantos meses de diferencia.

Por supuesto que también lo sabía el Gobernador, quien aceptó –por complicidad o ignorancia- la versión que le armaron en Seguridad Pública. ¿Porqué, una vez que se ha confirmado que se trató de un homicidio, no se amplía la investigación para determinar la participación de las autoridades superiores? ¿Quién dio la orden de ocultar los hechos y de borrar las evidencias? ¿Quién operó para que la Fiscalía fabricara una carpeta de investigación fantasma para exculpar a los responsables?

En aquéllos días aciagos, el féretro de uno de ellos fue llevado hasta el palacio de gobierno. Nadie les abrió la puerta, nadie los escuchó. Tuvieron que luchar más de dos años para demostrar lo que se sabía desde el primer día.

Julia  Hernández, Díaz, madre de Gustavo Ortiz, dijo que a su hijo “lo reventaron por dentro de tantos golpes, tenemos fotografías de su cuerpo, tenemos videos (…) pido a las autoridades que los agarren, que los apresen (a los policías), y que cierren el cuartel, porque no hay respeto, no hay orden”. Siempre dijo la verdad.

Ojalá y no se trate de una “recomendación” pactada para echarle arena al excremento policial.

Guacamaya: le roban la agenda al Presidente

Aunque nuestra ‘cabecita de algodón’ intenta apagar el incendio político a ritmo de Chico Che, lo cierto es que las filtraciones de Guacamaya a través de distintos medios de comunicación, no sólo Latinus, fueron el corazón de una semana verdaderamente infernal para la cuarta transformación.

En una sola semana, los mexicanos nos enteramos que el tabasqueño no sólo le falla el corazón, sino que padece gota e hipertiroidismo. Que incluso fue internado de emergencia, trasladado desde su rancho en Palenque durante los días de asueto del año nuevo.

Supimos también que los secretarios de Marina y de la Sedena se mastican, pero no se tragan, y que cada que pueden, se arriman el caballo, acusándose de protagonismos impuros.

Que nos hayamos enterado que la información sobre el número de marinos y militares desplegados en el país y la forma en que mal vigilan las aduanas es lo de menos. Lo grave es que esa información tarde o temprano llegará a los grandes cárteles –aunque seguramente la tienen desde hace mucho tiempo- para que sigan controlando el tráfico ilegal en el país.

Nada de eso preocupa al Presidente, según ha dicho. En realidad, lo que más le encabrona es que le robaron la agenda. Las últimas conferencias mañaneras se han enfocado en las filtraciones de las Guacamayas y los temas del presidente ni quien los pele. Ha perdido el control del mensaje y del discurso.

Lo que diga al Presidente ya poco importa a los medios y al respetable. Como asistentes al coliseo romano, la raza tenochca está a la expectativa de qué más nos vamos a enterar, de quienes son los “cinchos” con los contratos de Dos Bocas y el Tren Maya.

Ya el Presidente no podrá controlar los temas, sino que tendrá que ir respondiendo, contra su voluntad y con falsa indiferencia, lo que las filtraciones le vayan ordenando. Eso sí que lo calienta.

 La ratonera

Dijo Américo Villarreal que su proyecto de gobierno va por la inclusión. No miente. Por lo pronto, los narcos