En México es mucho mayor el número de mujeres agredidas sexualmente que el de los hombres. Sin embargo, por diversas circunstancias como lo son: Miedo, incertidumbre, el trauma y la constante amenaza de los agresores que se encuentran en círculos cercanos, las víctimas no denuncian en la mayoría de los casos y en otros, simplemente guardan silencio. Un silencio que ha costado también vidas.
Amaury…
Un niño sonriente asoma en una corroída fotografía escolar cuyos rayones evidencian el rotundo paso del tiempo, así como una constante manipulación de la misma. En el rostro infantil de la imagen se rebela una sonrisa acompañada de hoyuelos y la vivaz mirada de la inocencia.
Amaury, el niño de la imagen, hoy convertido en un adulto, se mira a sí mismo y al mismo tiempo peina su lacio cabello y se sonríe con un poco de nostalgia. En su recamara abundan las fotos, saca algunos bonches y las bota sobre la cama tratando de ayudarme a recapitular su vida y su historia a partir de las imágenes.
De entre todas las fotografías sobresale una. Es su cumpleaños y acaba de darle una mordida al pastel. Niños alrededor sonríen e incluso él esboza otra sonrisa y pareciera un niño normal festejando su cumpleaños como debería de ser. Sin embargo, la realidad es distinta.
Justo un año antes de esa fotografía, el día de su cumpleaños número 6, Amaury sufrió un brutal ataque sexual a manos de dos hombres mayores que por medio de manipulaciones, engaños y una cobarde imposición de miedo, lograron impunemente mantenerse en el silencio durante muchos años, dejando en él secuelas mayúsculas y una infancia marcada por un acto de terror que nadie debería padecer.
Aunado a eso y, por si fuera poco, el contexto del delito y la comunidad no favorecieron a Amaury, quien solamente contó con el apoyo de su familia mucho tiempo después, cuando pudo por fin contarles lo sucedido y mientras tanto, pasó años de aislamiento y sufrimiento en silencio, lidiando como el niño que era con un oscuro recuerdo de su propio cumpleaños y el constante pesar de toparse con sus agresores, que durante años fueron vecinos de la comunidad La Orduña, donde ocurrió el delito.
Esta particularidad es bastante común en México, donde a diario miles de personas tienen que convivir con sus agresores y guardan silencio por vivir bajo amenazas o con un constante miedo a posibles represalias o nuevas agresiones.
Como hombre gay miembro de la comunidad LGBTTI, Amaury también luchó con el peso de los clichés, prejuicios e insensibilidad de la comunidad, quien vio en su identidad un motivo de segregación y lejos de conformar un apoyo, pesó mucho más en un joven que buscaba rehacer su vida y recuperarse de su propia infancia.
“El colegio donde estudié la primaria y secundaria (católico) me marcó mucho. Me buleaban por ser gay, me buleaban por mi color de piel, me buleaban porque mis papás eran comerciantes, me buleaban por mi complexión…
“Una vez un maestro de ese colegio nos iba a generar una clase libre si yo aceptaba una de dos opciones: jugar a la lagartija, que básicamente consistía en que yo corría y todos me lanzaban piedras, o jugar tocho con los niños para que él pudiera evidenciar que tengo un lado masculino en este afán de corregir mi manera de ser. Obviamente no acepté y mis compañeros me odiaron por no darles el gusto de una clase libre”.
Este fragmento de vida es sólo uno de los obstáculos que genera un ambiente educativo hostil, conservador e intolerante, donde se anteponen valores anticuados que como hemos visto, violentan los derechos humanos fundamentales y trastocan la generación de una identidad en los niños. Por suerte, Amaury respondió a esto.
Durante los años siguientes, el acoso no paró. Los estragos de la adolescencia causaron un acné en su piel que lo llevó de nuevo a ser motivo de exclusión y burlas y en diversas ocasiones la idea del suicidio rondó su cabeza. La lucha que llevan los sobrevivientes de abuso, usualmente viene acompañada de secuelas como miedo, baja autoestima, ansiedad y depresión, por no tener las herramientas para combatirlas, y sobre todo porque en un país como México, los hombres no están acostumbrados a denunciar o comunicar que fueron agredidos sexualmente.
Por medio de terapias, espiritualidad y una firme convicción en sobrevivir y cumplir sus metas, Amaury tuvo que rehacerse muchas veces en su vida. Estudió comunicación y aprendió a crear su imagen, su discurso y sobre todo a solidificar una identidad que hoy lo ha convertido en un referente nacional e internacional de la moda. Pero para esto tuvo que pelear demasiado, con su comunidad, con su familia y sobre todo consigo mismo. Experimentó en la fotografía y encontró un escaparate para mostrar su esencia en autorretratos.
La moda y gestión cultural lo han convertido en un creador incansable que gusta de vestir terciopelo y colores pastel para nunca más contar con el peso del silencio o la oscuridad en su persona. Las luciérnagas son su tótem y han formado parte de una conexión con el mundo espiritual que lo ha ayudado a recuperarse y salir adelante. Su familia también luchó por brindar apoyo a Amaury a pesar de saber del ataque hasta años después. Hoy es un orgulloso hijo, tío y hermano que ha roto estereotipos en su comunidad y toda la familia lo apoya en su propia manera.
El ataque de Amaury ocurrió en una finca de su comunidad. Aún hoy, le genera mucho miedo ir a ejercitarse o recorrer los campos y encontrarse con hombres desconocidos que le puedan hacer daño y es que, no hay terapia en el mundo que borre al cien por ciento los traumas de un golpe tan profundo que causaron dos delincuentes sexuales a un pequeño niño de seis años que sólo buscaba celebrar su cumpleaños y recibir de regalo un perro rottweiler. De sus agresores, uno está en la cárcel y es un reconocido agresor y pederasta que paga una condena. El otro, sigue libre.
Alejandro
Alex se cocina unas quesadillas y prepara café. Se toma su tiempo, nadie ni nada lo está persiguiendo por ahora. Viste un pants aguado y una playera blanca como cualquier ser humano que está dispuesto ahora a levantarse tarde, disfrutar de su mañana y tomar un desayuno hipercalórico. Ha subido más de 7 kilos, nadie fuera de su familia los nota pues aún conserva un cuerpo delgado que revela a un bailarín y deportista en reposo.
Hace un par de meses, su figura y su rutina eran muy diferentes.
El Alex de hace un par de meses se encontraba extremadamente delgado y sin cabellera. Realizaba esporádicas publicaciones en sus redes sociales para compartir su lucha contra el cáncer y al mismo tiempo desahogaba la ira de vivir la terrible enfermedad. La leucemia lo tomó desprevenido y a sus veintitantos años, emprendió junto a su familia una extrema lucha por sobrevivir a largos periodos de hospitalización y a unas horrorosas quimioterapias y tratamientos que literalmente secan el cuerpo y cansan el alma hasta de los más fuertes.
Pero esta no es su única lucha.
Años atrás cuando era un niño de tan sólo diez años, se encontraba en una fiesta. Ahí, un agresor que durante años se hizo pasar por amigo de la familia, decidió abusar sexualmente de él y éste abuso duró aún muchos años más basados en las constantes amenazas y la manipulación mental que puede producir un pederasta sobre un niño.
De este constante abuso, Alejandro contrajo VIH, por culpa de su agresor.
“Él ya era famoso por haber violado chicas, le apodaban el Joker porque solía transformarse y volverse violento cuando tomaba. Al yo no tener una figura paterna, por el hecho de que mi papá trabajaba y no estaba en casa, llega este hombre, que convivía en la casa y a quién le teníamos confianza y abusó de mí. Llegó a tal control sobre mí, que ese abuso duró 5 años hasta que dije: ya no más”.
Al igual que Amaury, Alejandro es un hombre gay que también lucha con los clichés y estigmas de su identidad.
“Hay personas que creen que uno se vuelve gay, por haber vivido un episodio como lo es una violación por parte de un hombre, y no. No es así. Tú naces siendo gay, nada lo condiciona. Pero sí hay quienes se aprovechan de esa identidad cuando eres niño y tienes dudas y curiosidades naturales sobre tu sexualidad”.
Aunado a esto y coincidiendo con Amaury, durante sus años de estudiante vivió en carne propia los estigmas de una sociedad intolerante. Cuando iba en preparatoria, miembros de la Secretaría de Salud realizaron pruebas VIH voluntarias a miembros de la comunidad estudiantil.
Alejandro se realizó la prueba y ahí fue que lo detectaron como un caso positivo, no sin antes evidenciarlo ante sus compañeros realizándole más pruebas, sacándolo de su salón y mandándolo llamar frente a todos sus grupo en una clara muestra de poco profesionalismo por parte de los médicos que realizaban las pruebas quienes lo exhibieron representando para él una desvalorización hacia su persona y un duro golpe a su dignidad que lo llevaron a intentar quitarse la vida en 3 ocasiones.
Ante este panorama Alejandro confió primero a su hermana y posteriormente a su familia la información sobre su salud y automáticamente también la revelación de haber sido víctima de abuso por parte de un supuesto amigo de la familia que resultó ser delincuente y agresor sexual.
Las aficiones, el deporte y la danza ayudaron a Alejandro a enfrentar la situación en el plano físico. Para el emocional, contó con el apoyo familiar y la solidaridad ante la compleja situación de verse traicionados por un conocido a quien se le brindó la confianza y que dañó severamente a uno de sus miembros. Fue un proceso largo y que aún no ha terminado. Hay luchas que siguen y aunque van por buen camino, no por eso dejan de ser dolorosas.
Hace unos días Alejandro venció al cáncer
Aún debe tomar medicamentos de por vida y pastillas que fungen como tratamiento ante la quimioterapia. El dolor físico y el cansancio mental que padeció durante el año que duró su proceso, no han mermado para nada en el alegre carácter del Alejandro que hoy practica Yoga por las mañanas y que busca fortalecerse para regresar a la danza, una de sus pasiones.
Del mismo modo, en unos meses se convertirá en tío, un respiro después de todas las luchas que ha padecido un joven como consecuencia de una agresión.
De su agresor se sabe que estaba contagiado de VIH y tuvo tres intentos de suicidio antes de lograrlo y causar así un poco de alivio a la vida de Alejandro.
En México es mucho mayor el número de mujeres agredidas sexualmente que el de los hombres. Sin embrago, por diversas circunstancias como lo son: el miedo, incertidumbre, el trauma y la constante amenaza de los agresores que se encuentran en círculos cercanos, las víctimas no denuncian en la mayoría de los casos y en otros, simplemente guardan silencio. Un silencio que ha costado también vidas.
Otro dato aterrador es que el abuso hacia los hombres se produce cuando éstos son sólo niños en muchos casos y por ello resulta mucho más difícil entenderlo, procesarlo y sobrevivir a ello.
La lucha contra la agresión sexual es y debe ser una prioridad para las autoridades competentes, así como la búsqueda de nuevas y mejores estrategias para que se generen denuncias y que este tipo de historias no sucedían jamás.
AVC/Héctor AD Quintanar
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