Durante todo el tiempo que su esposo padeció Parkinson antes de fallecer, Joy Milne percibió un olor corporal distinto en él, con lo que se dio cuenta de que era capaz de detectar esta enfermedad con su nariz.

La mujer tiene hiperoxia hereditaria, lo que ocasiona una mayor sensibilidad a los olores y es una condición con la que identificó que el olor de su esposo cambió desde que desarrolló Parkinson.

Esta habilidad fue aprovechada por investigadores de la Universidad de Manchester, quienes desarrollaron una prueba para diagnosticar la enfermedad recolectando sebo de la espalda con hisopos, que al ser analizados dan un resultado en tan sólo tres minutos.

Gracias a Joy, los científicos descubrieron que hay lípidos de alto peso molecular que son más activos en las personas que padecen Parkinson. A raíz de eso desarrollaron una prueba para identificar estos compuestos en el sebo.

“El sebo es una secreción aceitosa de las glándulas sebáceas debajo de la piel que están conectadas al sistema endocrino. Los científicos han descubierto que el sebo se puede utilizar como biofluido de diagnóstico, que es rico en metabolitos endógenos hidrofóbicos”, explica la Universidad de Manchester.

Este avance representa la posibilidad de detectar el Parkinson con una prueba no invasiva y rápida, pues los resultados del estudio señalan que tiene una alta eficacia.

Para realizarla, la persona del laboratorio toma una muestra de sebo de la parte superior de la espalda del paciente y lo transfiere a un hisopo de muestreo, luego lo corta en un triángulo, agrega una gota de solvente y lo analiza con un espectrómetro de masas. Es entonces que se detectan los compuestos únicos que indicarán la enfermedad.

Los investigadores continuarán realizando pruebas a pacientes con y sin Parkinson para que en un futuro este método sea aplicado para detectar a quienes padecen la enfermedad.

lajornadamaya.mx

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