La falda de jerga es la última locura de la moda mexicana. En los últimos días este artículo de la marca Cecilia México se ha robado las conversaciones de la gente en redes sociales. No podría ser para menos: cuesta 2,400 pesos y, literalmente, es una jerga (que en cualquier mercado cuesta menos de 20 pesos el metro). La creatividad cómica típica de estos casos se ha hecho esperar con una retahíla de chistes y memes que han servido para ilustrar tan peculiar accesorio.
Pero no basta. Nunca es suficiente para los innovadores de la moda. Resulta que la falda-jerga es solamente una prenda que pertenece a toda una colección de artículos a base de jerga: sudaderas, ropa para bebé y hasta fundas para tablas de surf. Nadie se puede quejar de falta de variedad, vaya. Dicho de otro modo: a los diseñadores les importa poco y nada que sus creaciones despierten risas, si al final siempre habrá alguien dispuesto a comprarlo —dicen, además, que la creatividad no es para cualquiera—.
Y quizá ahí habría que darles un punto: hay que tener creatividad para buscarle lo reluciente a algo tan mundano. Aunque, en realidad, todo es susceptible de convertirse en un lujo en estos días. Habría que empezar a cuidar más los objetos que tenemos en casa: no sabemos cuándo a alguien se le ocurrirá que una escoba tiene facultades insospechadas que nosotros, novatos en estos asuntos, jamás habríamos notado por cuenta propia. Porque ese es otro asunto: siempre necesitamos que alguien nos abra los ojos ante el mundo cool de las tendencias.
Se antoja una falda de jerga para trapear sentada
— zaidesign (@zaiiiii) August 24, 2022
Seamos sinceros: este tipo de accesorios están destinados a morir con el tiempo, que por algo son una moda. Sí, es probable que se reciclen con el paso del tiempo (ya habían salido diseños de jerga en el pasado y con reacciones más o menos similares), pero por suerte todavía hay cordura masiva en casos así —y ojalá el precio de la jerga no se vaya por las nubes luego de esto—. Los suéteres de jerga de Coyoacán, mucho más baratos y menos pretenciosos, sí que seguirán ahí para quienes gustan de ellos.
– “Falda tres cuartos” oyeron? “Falda tres cuartos” uh la la señor francés si como no…
– Cómo se dice entonces?
– La jerga del baño. pic.twitter.com/01VxKePBaq
— Oso Tramposo (@oso_tramposo) August 23, 2022
Lo que sí resulta sorprendente es que haya gente que pague por esto. O quizá valga la pena retroceder un poco y pensar: ¿realmente es sorprendente? Tal vez nos hemos habituado a eso: a que las marcas vendan cosas caras, con la vieja excusa de que «otorgan un estatus» o «venden experiencias», cuando su valor se reduce a eso: a que traigan una imagen, un logo, algo que les distinga. No importa su utilidad ni el «esfuerzo» que haya detrás de una idea. Mientras sirva para promocionar una pretendida exclusividad, ellos pueden decir que están haciendo muy bien su trabajo. Allá quien lo compra y se siente especial por tenerlo.
Esa idea de que el estatus importa tanto o más que el producto es la que nos trajo a este punto sin retorno, en el que un pedazo de trato de veinte pesos se vende a 2 mil porque así lo quieren quienes lo han diseñado, porque se han creído esa ilusión de que toda idea es valiosa y merece ser reconocida y alabada por el mundo entero.
Pero es muy rápido para darlo todo por perdido. Al estilo de las «tareas imposibles» del Tec de Monterrey, todavía queda disponible una última reserva de sentido común. Y aún existen personas que hacen lo que se tiene que hacer ante contextos tan absurdos: tomar una teclado y escribir que esto es ridículo, hacer un meme, un chiste, lo que sea, pero dar la batalla: que ningún timador crea que sus tomadas de pelo pueden equiparse a la creatividad.
Mientras la risa exista, que vengan colecciones enteras de jerga y todo lo que se les ocurra.
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