El SARS-CoV-2 no solo ha causado inflamación sistémica en millones de organismos humanos; también lo ha hecho con nuestros sistemas económico, político y cultural. Parece increíble que un pequeño elemento del entorno natural haya tenido tanto impacto en nuestro mundo, cambiándonos para siempre.
Hace miles de años, la naturaleza en sí misma representaba en ocasiones una gran amenaza para nuestra especie. Hoy en día, somos nosotros mismos quienes hemos creado la mayoría de nuestros problemas.
Más que hablar de victoria o derrota en cuanto a la pandemia por COVID-19, lo que debemos hacer es reflexionar, aprender y, de ser necesario, corregir el curso de diversas de nuestras acciones como sociedad. Solo así podremos hacer frente a los futuros desafíos del siglo XXI.
A continuación, presento a título personal 10 reflexiones derivadas de todo lo acontecido alrededor de la última gran catástrofe de salud pública:
1.- La desinformación es un problema muy serio que va más allá de esta situación. Nos va a traer muchos otros problemas porque genera que no logremos consensos alrededor de temas fundamentales para funcionar como sociedad. La desinformación es muy diferente de la ignorancia. Por lo tanto, combatirla va más allá de simple educación. Hace ya algunos años, el Foro Económico Mundial había advertido sobre el enorme problema que representaba la desinformación. Parece que ha llegado el momento de hacer reformas estructurales que nos permitan informar de mejor manera a los ciudadanos, para que estos puedan tomar mejores decisiones respecto a su bienestar.
2.- La confianza en las instituciones está por los suelos. Al Estado le urge recuperar la confianza de la ciudadanía. Solo con instituciones sólidas podemos tener progreso social y ser competitivos económicamente. Este problema ha crecido de forma gradual en las últimas décadas. Es comprensible que la gente desconfíe de organismos públicos, tanto nacionales como internacionales, cuando estos han abusado de su confianza. Le urge a las organizaciones públicas ser más transparentes. Esto podrían lograrlo sacando provecho de los nuevos canales de comunicación que han democratizado el acceso a la información.
3.- La ideología nos está dividiendo más que nunca. Necesitamos ser más racionales y humildes intelectualmente. Más que pensar en izquierda o derecha, debemos poner la mirada en la colaboración. El que como individuos busquemos cada vez más un refugio en ideologías deja ver que existe una desconexión social importante y, por lo tanto, un vació espiritual que tiene que llenarse de alguna manera. Como dice el catedrático e intelectual Jonathan Haidt, «la religión se trasladó de las Iglesias a las ideologías». El pensamiento religioso está más vivo que nunca. No sorprende, entonces, que el fanatismo esté desbordado en nuestro afán de darle sentido a los acontecimiento de nuestro mundo.
4.- Los médicos y los profesionales de salud pública aún tienen que aprender mucho sobre comportamiento humano. Deben unir fuerzas con ‘influencers’ y otros expertos en comunicación y mercadotecnia y dejar de tachar a la gente de ignorante, floja y mezquina. El cambio de conducta requiere comprender más sobre motivación humana y todo lo que influye en ella. Internet cambió para siempre el cómo nos informamos y convivimos unos con otros. Más que pelearnos con las tendencias, hay que saber cómo abordarlas y aprovecharlas. Mucho pueden aprender las instituciones, organismos y organizaciones públicos acerca de cómo la iniciativa privada crea vínculos hoy en día con las personas que consumen y utilizan sus productos y servicios. Si es necesario hacer ‘reels’ y bailes en TikTok para informar a la población sobre algo relevante, que así sea.
5.- Los expertos deben escuchar más a los ciudadanos y los ciudadanos deben escuchar más a los expertos. La división del trabajo es lo que hace fuerte a una comunidad. Como dice el dicho, «zapatero a tus zapatos». Los expertos deben salir de su burbuja para acercarse a los ciudadanos. Los ciudadanos deben combatir su adicción al entretenimiento y hacer un esfuerzo mayor por mantenerse informados acerca de temas socialmente relevantes. Los medios de comunicación sumarse y contribuir para darle mayor exposición a temas y figuras relevantes; no todo puede ser entretenimiento, escudándose en que «es lo que los consumidores piden». Los deseos no se dan en el vacío. La oferta y demanda es una vía bidireccional. Muchos medios conocen métodos y técnicas de vanguardia en materia de persuasión. Basta un poco más de voluntad para que pongan su granito de arena y den difusión a un abanico de temas.
6.- El excesivo individualismo y el egoísmo son una seria amenaza para nuestro futuro como especie. Debemos encontrar un equilibrio entre la libertad individual y la responsabilidad social. Todo lo que hacemos afecta a alguien más, ya sea directa o indirectamente. El mundo se ha vuelto tan grande y heterogéneo que a veces perdemos de vista que, en mayor o menor medida, todos dependemos de todos. Mayor libertad da pie a una mayor interdependencia. Esto es inevitable. Las imposiciones y las restricciones atentan contra la libertad y no crean conciencia, por lo que no representan una opción viable para la cooperación social; por el contrario, dañan las relaciones humanas. Crear conciencia socio-cultural, entonces, pasa más por persuadir y motivar que por imponer y prohibir.
7.- Hay muchas otras enfermedades que matan a muchas más personas que la COVID. Tenemos que hacer algo al respecto. Requerimos cambios a nivel estructural; no bastará con hacer cambios a nivel individual. Aunque acabamos de pasar por una pandemia derivada de una enfermedad infecciosa, la mayor amenaza en el presente es el cúmulo de enfermedades crónicas no transmisibles: obesidad, adicciones, depresión, ansiedad, etc. Estas enfermedades están mucho más determinadas por factores sociales, políticos, económicos y culturales que por genética o fallas morales de los individuos. Por lo tanto, combatirlas requerirá generar cambios comunitarios y crear las leyes, las políticas públicas y los programas sociales correspondientes.
8.- El futuro del trabajo y de la educación está en lo digital. Ya no basta con saber leer y escribir. Ahora es necesario poseer habilidades digitales, socio-emocionales y numéricas. Esto se conoce como alfabetismo funcional. La brecha digital en México aún es grande. Para que de verdad nadie se quede atrás, será prioritario contar con la infraestructura necesaria para que todos tengan acceso a las tecnologías digitales. En materia económica, las empresas y los emprendedores tendrán que adoptar cada vez más dichas tecnologías para ser competitivos.
9.- La salud mental se arregla en el mundo físico. Estamos hechos para conectar en persona, cara a cara. Es urgente invertir en infraestructura social. O sea, en espacios físicos donde la gente pueda convivir y realizar actividades culturales y deportivas. Como comunidad, debemos unirnos y promover eventos y actividades que nos obliguen a convivir de forma sana. Le corresponde al Estado crear programas y promover actividades en dichos espacios públicos para que estos se utilicen, obteniendo así los beneficios correspondientes.
10.- Necesitamos menos activismo digital y más acción a nivel local, a través de la participación ciudadana y el involucramiento cívico. Si bien las redes sociales digitales han tenido un enorme impacto para crear más conciencia socio-cultural respecto a los problemas actuales, la verdadera transformación se da a través de la movilización de recursos y la colaboración en el mundo físico. El emprendimiento social y las organizaciones de la sociedad civil deben sumarse a los esfuerzos de la academia y los sectores público y privado para crear valor social a través de proyectos, programas, planes, políticas publicas, regulación, creación y modificación de leyes, etc.