En medio de la peor inflación en los últimos veintidós años, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el imparable aumento de precios en alimentos y productos de canasta básica y una dramática reducción en la capacidad de compra de los hogares, los niños y jóvenes volverán a clases.

No hay sector que no se queje, o resienta en sus bolsillos la carestía que estamos viviendo, el dinero no alcanza para nada, y no hay quien pueda resistir. Aparte de los comentarios y quejas que cada día adquieren mayor volumen y presencia, organizaciones expertas como la Asociación Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec) por voz de su presidente declaró hace un par de días que los consumidores piden fiado en sus tienditas de barrio.

Los productos que mas aumentos han sufrido son el huevo, las tortillas, bebidas, botanas, pollo y el pan; y que una de las medidas de supervivencia que se han implementado en los hogares es comprar medios en lugar de kilos completos o litros, y piezas según se vayan consumiendo.

La dinámica de “apretarse el cinturón”, parece no ser suficiente ante nuevos embates como el inminente aumento en las tasas de interés próximo en anunciarse por el Banco de México (Banxico), lo cual encarecerá la salida mas socorrida para quienes su ingreso ya no es suficiente: los préstamos.

Es decir, todos los días amanecemos pensando, y ahora ¿con qué nuevo aumento me encontraré?, aunque la peor pregunta viene a continuación, ¿y como le haré para salir adelante? En este contexto, afrontamos la segunda cuesta del año, como se le conoce a los meses de julio-agosto en los cuales se registra el retorno a clases, y por tanto se junta el costo de las inscripciones, la compra de uniformes, los útiles escolares y demás material didáctico, como un tiro de gracia a nuestra economía familiar.

¿Ahorrar, o tomar de los ahorros para solventar el gastos? Simplemente imposible, ¡de dónde!, si ya no hay de dónde ahorrar. Así que lo que sigue es pedir prestado con lo que se debe tener especial cuidado, sin la certeza de contar con un ingreso fijo o sostenido, pues no sabemos aún qué medidas nuevas se tomarán para sobrellevar los próximos meses.

De las deudas pasadas ni se diga, cada vez será más difícil cubrirlas o pagar a tiempo, por lo que recomiendo evitar reestructuras, segundas oportunidades o refinanciamientos, tampoco optar por la salida clásica de pedir prestado en un lugar para pagar en otro.

Eso, solo complicará el escenario como no tiene una idea, si no se puede pagar, no por ahora, lo mejor es reconocerlo y declararse en moratoria indefinida hasta que haya las condiciones de cubrir nuevamente los pagos, seguramente habrá amenazas, de juicios, demandas, embargos, como sucedió en el noventa y cuatro; no debe asustarnos, no es la primera vez (ni la última) que enfrentamos una crisis.

No es negarse a pagar, es solo no pecar de exceso de optimismo por miedo a enfrentar un proceso legal, creyendo que no hay ninguna oportunidad de defenderse, pues si es injusto y se tiene la razón en la imposibilidad de pago siempre habrá una solución idónea, un traje a la medida, pues nadie está obligado a lo imposible.

La peor inflación en los últimos veintidós años, significa que realmente la estamos pasando muy mal, y eso es algo general y no aislado, no individual, y por tanto es una situación que tenemos que enfrentar unidos, organizados, valientes y conscientes de que no pasará pronto, pero pasará, así que ánimo y adelante, esta crisis tampoco nos vencerá.

Sí al reciclaje de útiles, sí a los pagos diferidos, pero sin intereses, ni tasas ventajosas como de las que se aprovecharon los bancos con los intereses covid, cuando se supone que nos dieron un “plazo” para pagar, si al ahorro doméstico, al no desperdicio de comida y a hacer partícipes a todos los integrantes de nuestra familia en la conciencia de reducción de gastos innecesarios que por ahora, se pueden suspender.

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