565 millones de años atrás, la Tierra experimentó un declive importante en su campo magnético. Sin embargo, en unos 15 millones de años el campo comenzó a “crecer” y estabilizarse nuevamente. La causa de la rápida recuperación del campo magnético hace 550 millones de años era un misterio: ahora, un nuevo estudio geológico permitió determinar que fue el crecimiento del núcleo interno el que permitió evitar el colapso del campo magnético terrestre.
Investigadores de la Universidad de Rochester, en Estados Unidos, confirmaron que la formación del núcleo interno sólido de la Tierra, hace 550 millones de años, logró restaurar el campo magnético de nuestro planeta, que 15 millones de años atrás se había reducido al 10 por ciento de su fuerza actual. De no haber ocurrido ese proceso, la Tierra podría haber seguido el destino de Marte: sin un campo magnético fuerte, la vida no habría logrado desarrollarse.
Revelando los misterios del campo magnético
De acuerdo a una nota de prensa, los científicos analizaron rocas en Oklahoma e identificaron marcadores magnéticos, los cuales permitieron revelar detalles del evento ocurrido hace unos 550 millones de años. La recuperación del campo magnético ocurrió justo antes del surgimiento de la vida multicelular en nuestro planeta. El nuevo estudio fue publicado recientemente en la revista Nature Communications.
Casi a 2.900 kilómetros por debajo de la superficie terrestre, el hierro líquido que gira en el núcleo exterior y produce corrientes eléctricas genera el campo magnético de la Tierra, vital para protegernos del viento solar y otras posibles agresiones del clima espacial. Sin ese campo magnético protector, la vida en la Tierra tal como la conocemos sería inviable, como sucede en Marte y otros planetas. Los especialistas saben que, precisamente, la existencia de un campo magnético poderoso es una condición crucial para que un planeta pueda ser habitable.
El campo magnético de la Tierra se extiende desde el núcleo interno a través del manto y la corteza, llegando hasta el espacio. Por obvias razones, es imposible medir el campo magnético directamente dentro de la Tierra. Debido a esto, los geólogos desarrollaron nuevas técnicas que se enmarcan en el llamado paleomagnetismo, una especialidad dedicada al estudio del campo magnético de la Tierra en el pasado.
En consecuencia, buscan marcadores paleomagnéticos en rocas y minerales antiguos que subieron a la superficie: dichos marcadores brindan detalles e información del campo magnético, en el estado en el cual se encontraba al momento de la formación de las rocas analizadas, hace cientos de millones de años. Al estudiar el magnetismo encerrado en rocas y cristales antiguos en la zona de Oklahoma, los investigadores determinaron dos nuevas fechas importantes en la historia del núcleo interno, hace 550 y 450 millones de años.
El núcleo interno salvó al campo magnético y permitió la vida
En principio, hace 550 millones de años determinaron el momento en que el campo magnético comenzó a renovarse rápidamente, después de un colapso casi total 15 millones de años atrás. Los investigadores concluyeron, empleando tecnologías avanzadas como un láser de CO2 y un magnetómetro de interferencia cuántica que hacen posible “leer” los datos grabados en las rocas, que la rápida renovación del campo magnético se debió a la formación de un núcleo interno sólido, que “recargó” el núcleo externo fundido y restauró la fuerza del campo magnético.
En tanto, hace 450 millones de años la estructura del núcleo interno en crecimiento se modificó, marcando la división entre las dos regiones del núcleo interno que hoy conocemos, una más profunda y otra más externa. Al parecer, todos estos cambios en el núcleo interno coinciden con modificaciones en simultáneo en la estructura del manto, originadas por la tectónica de placas en la superficie.
Según los científicos, entender en profundidad la dinámica y el crecimiento del núcleo interno y el campo magnético terrestre tiene implicaciones importantes: por un lado, permite descubrir el pasado de la Tierra y predecir su futuro y, al mismo tiempo, sería útil para revelar los procesos a través de los cuales otros planetas podrían formar campos magnéticos protectores, obteniendo así las condiciones imprescindibles para el surgimiento de la vida.
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