Los resultados de las jornadas de elecciones internas de Morena para elegir a sus consejeros estatales y nacionales del pasado fin de semana dejaron en claro varias cosas:
Esta fuerza política mostró que opera con las mismas armas y mecanismos con los que le hicieron trampa por décadas a los partidos de oposición, a la izquierda y sobre todo a López Obrador en las elecciones presidenciales del 2006 y 2012. Pero hoy Morena detenta el poder y ya sus dirigentes mostraron que no están dispuestos a cederlo por pruritos democráticos.
Usan el poder para organizar elecciones a modo y encumbrar a quien deseen. Lo hicieron ahora y lo repetirán en el 2024. Ya perdieron la vergüenza y ante cualquier reclamo -aún de los suyos- miran para otro lado y culpan a gente externa a Morena y justifican con el machacón “pero antes hacían más trampas”, refiriéndose a los gobiernos del pasado.
Tienen como argumento central que por la consolidación de la Cuarta Transformación todo se vale. “No me vengan con que la ley es la ley”, dixit AMLO y el coro lo repite en los estados y municipios que gobiernan.
La pobreza de amplias capas de la población y el uso de los programas sociales con fines electorales les garantizan el triunfo y les permite contar con votantes cautivos. Es penoso y contradice lo que fue por años el reclamo del hoy presidente: el medrar con la pobreza y utilizar los programas sociales con fines de reclutamiento y control. Pero ya saben que ahí tienen el gane y lo seguirán haciendo, justificándolo con malabares verbales sobre la justicia social que persiguen con esos programas asistenciales.
La decisión de abrirle el paso a quien el presidente quiere ya quedó en el registro de la ignominia y sumisión del Poder Legislativo veracruzano con el papelón que hicieron los diputados morenistas y sus aliados, ahora incluso tres panistas, para reformar a la Constitución local de manera fast track para permitirle a la zacatecana Rocío Nahle, secretaria de Energía y una de las favoritas de AMLO, postularse y llegar a ser, si la operación electoral lo facilita, la próxima gobernadora de Veracruz.
En ese tenor las decisiones que vienen respecto a las candidaturas ya se dibujan: Claudia Sheinbaum será la candidata presidencial y para nuestro estado Veracruz no habrá quien frene a Rocío Nahle. Salvo que haya una revuelta al interior de Morena, cosa que se ve poco probable, aunque no imposible, estas militantes del partido del presidente irán a la contienda electoral en el país y en el solar jarocho.
Y apunto lo anterior porque justamente en el proceso interno del fin de semana los delegados que estaba decidido que ganaran llevarán como consigna en los congresos estatales y nacional ratificar el método de la encuesta para definir sus candidatos para los estados en que habrá comicios el próximo año y sobre todo en la elección presidencial. Método que ha sido rechazado por el senador Ricardo Monreal y por el canciller Marcelo Ebrard porque en esas encuestas “gana quien quieren que gane”, como ha dicho el aún coordinador de los senadores de Morena.
Si ya a Nahle la “veracruzanizaron” sin problema, a Ebrard es muy probable que lo dejen con el bat al hombro y se la haga el presidente. Porque Monreal ya solo tiene como opción buscar el apoyo de la alianza opositora. Y la inclusión del secretario de Gobernación, Adán Augusto Hernández, entre los presidenciables no termina de convencer y se ve más como una pantalla para seguir cubriendo a la jefa de gobierno de la Ciudad de México.
Como sea, lo relevante al final es la forma en que Morena, la otrora “esperanza de México”, ya se dejó de remilgos y mostró el cobre. Una verdadera lástima para millones de personas que confiaron en su mensaje, en que realmente impulsarían un cambio en las nocivas prácticas políticas que han marcado la cultura de la trampa y el fraude en México.
Poco duró el gusto. La Morena se echó a perder.
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