Durante la presidencia de López Portillo, un sujeto salido literalmente de la nada pero que era amigo de la familia, fue nombrado director del Monte de Piedad y de vivir en una casita dúplex en Villa Coapa, llegó a tener una mansión que quitaba el hipo amueblada a todo lujo con enseres de esa pía institución a la que casi desvalijó. En ese entonces se “perdieron” lotes de alhajas, pinturas, autos y ene cantidad de prendas de valor.

Como sucede en esos casos pronto se conocieron sus trapacerías de las que hubo notas periodísticas, reportajes y señalamientos documentados, pero ni quien lo tocara porque era consentido de la familia presidencial.

A finales de ese sexenio el periodista Manuel Mejido (que participaba en un programa en Imevisión) le hizo una entrevista y el individuo sobradito de petulancia y prepotencia, dijo que lo estaban difamando por servir al presidente, que era honesto y que “lo investigaran”.

Y así lo hicieron.

Una de las primeras medidas de la Procuraduría General de la República en el gobierno de Miguel de la Madrid, fue llevarlo ante un juez que le impuso varios años de prisión. Pero además, le confiscaron sus propiedades, le congelaron y también le confiscaron sus cuentas bancarias (en varias cajas de seguridad se encontraron los lotes de joyas que se le habían “perdido” al Monte de Piedad) y prácticamente lo dejaron con lo que tenía puesto.

Este jueves me volví a acordar de ese individuo después de escuchar al titular de la Procuraduría Estatal del Medio Ambiente, Sergio Rodríguez Cortés, hablar de su honradez inmaculada y de su inocencia de recién nacido.

Acompañado del gobernador Cuitláhuac García (que en 2016 lo acusó de corrupto), Sergio desmintió un reportaje del portal Latinus donde empresarios veracruzanos lo acusan de extorsionarlos y cobrarles grandes cantidades de dinero por no clausurar sus negocios.

La reportera de Latinus, Isabella González señala: “La Coparmex de Veracruz tiene un registro de más de 5 mil empresas que han sido ‘visitadas’ por la PMA y los empresarios afectados aseguran que con la visita de los inspectores comienza la presión, ya que hacen observaciones injustificadas y excesivas que se convierten en multas y clausuras”.

Cobijado por Cuitláhuac, Sergio replicó: “Niego categóricamente todas estas acusaciones que está haciendo el medio nacional. No nos pidieron derecho de réplica, no hay más que escudriñar. Son señalamientos sin ningún sentido”. Pero no es así.

Quienes lo conocen saben que a Sergio le gusta mucho el dinero y las grandes sumas lo enamoran. El funcionario ha aprovechado su estadía en la PMA para extorsionar junto con una pandilla de filibusteros disfrazados de Inspectores. Y él lo sabe.

Durante la conferencia en Palacio de Gobierno agregó que en mayo dialogó con todos los afiliados a la Coparmex del estado “y no hubo una sola queja, no pudieron darme un sólo expediente o una sola actuación de la Procuraduría que pudiera alterarme o preocuparme con respecto al actuar de la Procuraduría del Medio Ambiente”. De hecho, se mostró orgulloso de la “limpieza” con la que han operado sus bandidos, pero se engaña solo.

Si los afectados no denuncian penalmente es porque no les harán caso. Se sabe que Sergio es un sujeto generoso que “salpica” a los de arriba y por ese lado está cubierto. Lo único que les queda a los extorsionados es denunciar desde el anonimato porque si asoman la cabeza los volverán a extorsionar.

Rodríguez Cortés se sabe impune y por eso seguirá delinquiendo, lo que quizá no alcanza a ver porque la soberbia le obnubila la razón, es que no siempre contará con el manto protector de los de arriba.

Ni Cuitláhuac García ni los poderosos funcionarios de hoy lo podrán proteger cuando ya no tengan el poder y algunos anden a salto de mata.

Cuando un reportero le preguntó a López Portillo sobre el encarcelamiento de su ex director del Monte de Piedad, el expresidente contestó de inmediato: “Si en verdad robó, que se friegue el señor”.

Por sí o por no, Rodríguez Cortés debería verse en ese espejo.

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