A finales de 2018, antes de cumplir el mes, declara la guerra al huachicoleo y el país sufre durante casi un mes desabasto de combustible en más de la mitad del territorio. Y en medio de esta crisis, la explosión de un ducto en Hidalgo provoca muertos que aún se recuerdan con tristeza. Y el presidente López Obrador culpó al pasado.

Luego ya desde el 2019 el sistema de salud mostró las debilidades, edificios sin terminar, mal equipados y además se generó un desabasto de medicamentos. El fracaso del arranque del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) era previsible y hoy es una realidad. Por su parte el presidente culpó al pasado, así recibió el sistema de salud y si Dinamarca nunca llegó.

Desde finales de 2018 en el sexenio anterior se inició un movimiento migratorio que organizaba a centroamericanos (y de otros países) para atravesar con mayor seguridad México, esto generó oleadas de ciudadanos llegando a la frontera esperando pasar a Estados Unidos y la reacción del presidente estadounidense Donald Trump amenazando con poner aranceles crecientes a los productos mexicanos, el presidente López Obrador llamó a la unidad, pero antes de un evento en Tijuana todo se solucionó cuando México aceptó “parar” la migración utilizando para ello a la guardia nacional, lo que fue criticado como una sumisión a los deseos de Trump. Sin tener para dónde hacerse, nuevamente se puso a hablar del pasado y a componer el mundo románticamente.

AMLO ha tenido facilidad para enfrentar a sus adversarios políticos, pero le cuesta mucho atender a víctimas reales, como los padres de niños con cáncer, quienes se han manifestado desde 2019 por la falta de medicamentos o de atención médica; inmediatamente a estos grupos el presidente los enfrentó como adversarios, golpistas les dijo Hugo López Gatell (subsecretario de salud federal); ellos se manifestaron por causas reales y justas. Y no variaba su postura, víctima del pasado, del neoliberalismo, de los corruptos y de esos grupos de revoltosos que intentan mancharle su moral.

Otro grupo con el que ha sido incapaz de hacer empatía es con el de las feministas, porque el feminismo hoy es también activismo, y no basta con leyes, si no que ellas levantan la voz para que se ejerza la justicia. Ante las marchas, consistente en su rincón de palacio, desde su discurso, él se victimiza.

Para de malas, se le ocurre a un equipo de periodistas destapar el tema de la casa en Houston de su nuera; la peor crisis de comunicación política en lo que va del gobierno de AMLO, un dardo directo a su corazón, a su narrativa anticorrupción. Desde su púlpito mañanero extendió el tema, no lo cerró de tajo, dejó sobre el nombre de su hijo cayeran las suposiciones sobre tráfico de influencias, porque el señor presidente no dejaba de hacerse la víctima de ataques de sus adversarios.

Luego se enfrentó con los ambientalistas, y con los detractores del nuevo aeropuerto Felipe Ángeles; él politiza todo, ve moros con tranchete.

Y ahora, más visible y cotidiana, la crisis de seguridad. «Un ejecutivo que no es capaz de tener el control efectivo de la seguridad –apunta Lorenzo Meyer– incumple lo estipulado por Max Weber sobre el Estado como la única institución que debe tener el control legítimo de la violencia. La inseguridad y la violencia no son compatibles, ya no digamos con el proyecto de López Obrador, sino de cualquier proyecto político de gobierno».

Pero ninguna víctima está por encima del ego presidencial, Andrés Manuel López Obrador nos demostró por años cómo monopolizar la protesta y en ello aglutinó luchas legítimas de la sociedad, víctimas de desapariciones, de falta de asistencia social en salud, en fin. La losa que le tocaba cargar la conocía perfectamente, pero su gobierno se ha dedicado a administrar la tragedia, incluso a tener la infamia de victimizarse, de pie, dentro de un palacio rodeado de vallas, ante las cámaras y los micrófonos de los medios nacionales, todos los días, puntual.

Si no fuera por Salinas, Calderón, Fox, Peña, el neoliberalismo, los adversarios, el pasado; estaríamos como en Dinamarca. Ya basta, dejemos en paz a nuestro señor presidente, ¿todavía no lo entienden? La víctima es él.