Los servicios de inteligencia de Estados Unidos aseguran que la tercera parte del territorio de nuestro país se encuentra controlado por cárteles y grupos de delincuencia organizada, mismos que han sometido a las autoridades e impuesto condiciones de narcoestado donde ellos deciden sobre la seguridad, la economía y hasta el libre tránsito.
La involuntaria confesión del Presidente de que en los lugares donde predomina un cártel del crimen organizado, hay menos homicidios –lo que implica que la seguridad la proveen los propios delincuentes y no su gobierno-, así como tres episodios recientes de la exhibición de poder de los criminales, confirman que el diagnóstico sobre la expansión del narco podría resultar bastante optimista.
Hoy la delincuencia organizada controla prácticamente todo el país. Si bien no hay ningún cártel con presencia nacional, los grupos criminales de carácter local o regional suman por cientos. Se puede observar como cada barrio, cada colonia o cada municipio, tiene a su propio grupo delincuencial.
En cuatro años de gobierno morenista han sido asesinadas más de 124 mil personas en eventos violentos, ejecuciones y masacres que suceden lo mismo de Tijuana a Cancún, que de Sinaloa a Veracruz, pasando por San Cristóbal de las Casas o Nueva Italia en Michoacán.
Y ante la peor etapa de violencia en la historia del país, el Presidente ha dado la orden a las fuerzas armadas de no actuar contra los ataques y amenazas de los delincuentes.
En el recuento de los daños, el número de masacres aumenta mientras se difunden videos en redes sociales donde militares son perseguidos, agredidos y humillados, sin la posibilidad siquiera de defenderse ellos mismos, menos a la población civil.
Apenas la semana pasada, circuló profusamente en redes sociales un video donde se observa cómo delincuentes agreden a elementos de las Fuerzas Armadas, quienes habrían recibido la orden de no responder. Mientras los maleantes golpean y destruyen la unidad militar, uno de ellos se excusa diciendo “sólo vamos de paso”, con el propósito de les permitieran transitar por la carretera.
No fue la primera vez ni la más grave. El 10 de mayo, los propios delincuentes grabaron y difundieron otro video en el que se observa la vergonzante huida de más de 300 militares de Nueva Italia, región de Tierra Caliente en Michoacán, sin realizar un solo disparo.
Así lo reseña El País de España: “Entre el polvo y el ruido de los motores se escucha un grito que se repite insistentemente, un alarido de guerra: ‘¡Tírenle, putos, tírenle, tírenle!’. El narrador del video va a bordo de uno de los vehículos que persigue a los militares”, mientras estos se alejan a toda velocidad.
Sin embargo, la versión desde el púlpito presidencial fue otra: las fuerzas federales desplegadas en la zona decidieron actuar de esa manera (huir apresuradamente) al reconocer que los civiles estaban desarmados. “No había una agresión armada, no había por qué responder a la fuerza”. Y si estaban desarmados, ¿por qué los militares huyeron y dejaron el territorio bajo control de los delincuentes?
Una más. El martes pasado, a plena luz del día, en San Cristóbal de las Casas, uno de los municipios más emblemáticos del país y el principal destino turístico de Chiapas, se registraron bloqueos y balaceras que obligaron a sus habitantes a resguardarse en supermercados y comercios del centro de la ciudad.
También grabado en video, se observa como un grupo de criminales armados camina tranquilamente por las calles, en medio de un operativo para tomar por asalto el mercado municipal. No se trata de cárteles sino de bandas locales de pistoleros. La balacera dejó al menos un muerto y una estela de terror en la ciudad.
Frente a la ausencia de fuerzas de seguridad, la falta de coordinación de la Guardia Nacional, las policías federales y estatales –tardaron más de 4 horas en llegar al lugar-, el presidente López Obrador explicó que no hay de qué preocuparse, que sólo son dos grupos que se pelean el control del mercado. ¡Menos mal!
De ninguno de los tres eventos hubo investigación alguna, acaso la excusa permanente de que se trata de hechos aislados que ocurren todos los días. En el inconfesable acuerdo, los delincuentes están haciendo su parte y el gobierno morenista la suya.
Los recientes resultados electorales no son más que un acto de agradecimiento del crimen organizado a un gobierno que decidió protegerlos y abrazarlos. Los triunfos electorales de Morena no reflejan el respaldo popular –en ningún caso se tuvo una votación superior al 50 por ciento- sino el temor creciente de los ciudadanos de salir a votar.
La Cuarta Transformación no es más que la transición de un incipiente estado democrático al verdadero Narco estado. Los gringos se quedaron cortos.
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