Fue en Palacio Nacional donde decidieron evidenciar los presuntos “renglones torcidos de Alejandro Moreno”. Y es que cuando los audios del oriundo de Campeche empezaron a sobrar, resultó mucho más sencillo darlos a conocer semana a semana, (de manera formal y con Layda Sansores), que filtrarlos por cualquier otra ruta.
Los encargados de “reventar” el asunto sabían que Alito no sólo había agotado la tolerancia de sus adversarios en el partido, sino que varios de quienes lo acompañaban desde que tomó la presidencia, no hallaban la manera de abandonarlo y escaparse del barco (lo más rápido posible), antes de quedar etiquetados para siempre.
Alejandro Moreno no sólo carece del apoyo de los expresidentes de su partido, sino de los que lideran las fracciones en el senado y la cámara de diputados. Alito logró lo que nadie pudo en una dirigencia priísta: unir a quienes dentro del gran dinosaurio nunca se habrían aliado.
De acuerdo a quienes estuvieron en la maratónica encerrona priísta, no hubo uno que evitara externar de manera enérgica su deseo de un relevo en la presidencia tricolor. Se olvidaron las formas y composturas, “estaban el futuro, historia y vergüenza del partido en juego”. Nada de eso importó a Moreno.
César Camacho perdió su envidiable y destacada formalidad ante la negativa de Alito a dimitir; Pedro Joaquín Coldwell se olvidó de sus conciliadoras técnicas; Dulce María Sauri no dejó de argumentar que el cambio era necesario, y Claudia Ruiz Massieu movió en varios momentos la cabeza desaprobando al de Campeche.
Pero pudo más la necedad de Alejandro Moreno que cualquier desaprobación de sus “compañeros”. Se sostuvo con las garras del mismo jaguar que semana a semana, (en su natal estado), se da vuelo destrozándolo con audios donde presuntamente se escucha su voz.
De hecho, sus propios allegados en Insurgentes Norte dicen, (como si se tratara de un juego de palabras), que a “Alito lo traen de un ala, y ya no tarda en volar”, pues ante su increíble necedad, bien podrían aplicarle el código de ética del partido, y con ello, buscar expulsarlo, pues consideran que “su presencia ha perjudicado seriamente al partido”.
Veremos qué ocurre.
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