Por: Juan Javier Gómez Cazarín
Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política.
Todos los lunes, cuando escribía la columna, a veces tarde, a veces con prisa, se la mandaba a Rafa Fernández Azcoitia para que le echara una revisada –por lo general con el tiempo encima- y que me hiciera favor de distribuirla entre amigos que generosamente la publican.
Hoy no. Rafa murió el sábado. Murió como muere la gente joven que está en la plenitud de su vida productiva, de su energía vital y creatividad. Murió con proyectos profesionales y familiares en etapa temprana de desarrollo, con hijos todavía pequeños. Murió de repente. La suya fue una muerte insólita, increíble para los que lo conocíamos.
Apenas 48 horas antes, el jueves, estuvimos en la Sesión Solemne en Coatzacoalcos. Ahí nos despedimos con la certeza, fallida, de que nos volveríamos a ver en Toluca, Estado de México. Para mí y los demás compañeros ese día y los siguientes han sido muy tristes.
Repaso en las redes sociales las reacciones que generó su partida. El Facebook, los estados de Whatsapp. Diputadas, diputados, alcaldes, compañeros de su trabajo actual y de los trabajos que tuvo en los últimos años, sus compañeros del futbol americano, amigas y amigos de toda la vida, pero también otras y otros que tenían relativamente poco de conocerlo. No percibo en dichos testimonios las condolencias políticas que se expresan por compromiso. En el caso de Rafa leo entrelíneas a gente legítimamente consternada, verdaderamente dolida.
Es una verdad sabida que como te recuerda la gente es un indicador de la vida que viviste. El dolor o la indiferencia que causa tu partida es directamente proporcional a lo bueno o malo que hayas sembrado entre las personas con cuyo camino se cruzó el tuyo.
Me queda claro que Rafa sembró respeto, gratitud, fraternidad y cariño en muchísima gente; y que la aflicción expresada por su prematura marcha es muestra de una vida vivida como se debe.
Los que viajamos seguido en carretera, los que hemos estado en el hospital con Covid, los que hemos tenido que despedir a amigas y amigos como Rafa –me vienen a la mente Vicky Rasgado y Moisés Castro, entre otros-, sabemos algo: la vida es muy frágil, es un regalo diario, es un enorme privilegio.
Se los recalco cada vez que puedo en el Facebook: debemos procurar vivir con pasión, haciendo lo que nos haga más felices y, en la medida de nuestras posibilidades, tratando honestamente de ayudar a los demás. Rafa lo hizo.
El domingo nos tocó acudir a una exitosa gira por el Estado de México. Extrañamos a Rafa desde el día uno. Que la tierra le sea leve.