El valor global de las ‘startups’ está a la par del PIB de algunos de los países del G7. El número de ‘unicornios’ (empresas valuadas en más mil millones de dólares) ha pasado la marca de los 1000, según datos del Foro Económico Mundial. Las ‘startups’ están jugando un papel clave en la recuperación económica tras la pandemia por COVID-19, porque son empresas que se caracterizan por resolver problemas sociales de forma innovadora, apoyándose en tecnología de punta. Su misión está orientada a la creación de valor y al impacto inmediato; ayudan a que se adopten nuevas mentalidades respecto a cómo se hacen las cosas.
Durante la pandemia, muchas personas perdieron su trabajo. Otras, optaron por renunciar y se refugiaron en el emprendimiento. Ya sea por necesidad, imitación o porque se detecta una oportunidad, el emprendimiento ha dado respuesta a varias problemáticas asociadas con el trabajo y la economía. Los bajos salarios, las escasas oportunidades laborales y los ambientes laborales tóxicos han orillado a mucha gente a buscar alternativas. Por tal motivo, emprender es una de las claves para recuperar el crecimiento económico, impulsar la competitividad y fomentar el progreso social.
Lo que hace únicas y valiosas a las ‘startups’ es que son proyectos que se emprenden en entornos con un alto grado de incertidumbre y volatilidad, justo como ahora. A su vez, cuentan con modelos de negocios que pueden escalar rápidamente; su valor se mide, al menos al inicio, más por la cantidad de clientes y usuarios que pueden atraer y menos por las ganancias que generan. Posiblemente la ventaja más importante de las ‘startups’ es su capacidad para conocer muy bien las necesidades de su mercado y hacer mejoras graduales de forma constante, gracias a un proceso llamado ‘iteración’. Su sistema de gestión es tan ágil que facilita experimentos en tiempo real y dentro de la población objetivo; esto con la finalidad de crear productos y servicios útiles y valiosos.
Para que las ‘startups’ florezcan, es importante crear un ecosistema que las soporte. Es aquí donde el famoso modelo de la triple hélice es valioso: colaboración entre el sector privado, la academia y el Estado. El sector privado, mediante compañías grandes otorga apoyo y financiamiento; el Estado, a través de bienes y servicios públicos, da soporte para la creación de más bienes y servicios; y la academia aporta investigación y contribuye al desarrollo del capital humano.
En México queda mucho por hacer para contar con un ecosistema eficiente. Algunas de los problemas actuales son: poca inversión por parte del Estado en ciencia y tecnología, alta burocracia para abrir un negocio y acceder a créditos, capital humano con deficientes habilidades digitales, mercados poco diversos y dominados por unos cuantos, altos niveles de informalidad laboral, población con cada vez más enfermedades crónicas y poco acceso a servicios de salud de calidad, por mencionar algunos.
La buena noticia es que el emprendimiento es algo que puede enseñarse. Algunos experimentos en África han dado excelentes resultados, de acuerdo con el profesor de la Universidad de Pensilvania, Ethan Mollick. Proporcionar educación en la materia, así como las herramientas para implementar las ideas de negocios ha resultado en proyectos rentables y sustentables. Por lo tanto, en México sería muy importante crear programas que busquen que la gente obtenga conocimiento y desarrolle habilidades alrededor del emprendimiento. Es curioso, pero esto podría venir de las mismas ‘startups’ ya existentes que se dedican a la educación digital. Por supuesto, el primer paso es cerrar la brecha digital y permitir que cada vez más segmentos de la población no solo tengan acceso a internet, si no que también desarrollen las competencias necesarias para sacarle provecho.
Queda mucho por hacer, pero existen diversas áreas de oportunidad. Lo primero que se necesita es voluntad política y visión para optar por estrategias novedosas que permitan no solo recuperar el crecimiento económico, sino ligar este a la creación real de valor para la sociedad. La colaboración entre actores y sectores también será un pilar fundamental. La innovación incrementa la interdependencia. A mayor creación de bienes y servicios, mayor la interacción entre las distintas partes del sistema. La economía colaborativa llegó para quedarse.