Coyolillo es un pueblo visitado por turistas, antropológicos, historiadores y sociológicos interesados en conocer de primera mano las raíces afroamericanas que ostentan los pobladores con orgullo, no obstante, la literatura parece haberse quedado rezagada recreando al mágico municipio de Actopan.
Asombrado por el tradicional carnaval de Coyolillo, el joven narrador Héctor Justino Hernández escribió el cuento “La máscara de Miguel” una aproximación, desde la ficción, a esta comunidad. En entrevista para AVC Noticias, Hernández comparte el génesis del relato, los retos al escribir para el público infantil y la importancia de la libertad para fomentar el hábito de la lectura en las infancias.
El encanto de ir a Coyolillo fue lo que me motivó a escribir el cuento
“La máscara de Miguel” es un cuento en donde un niño encabeza una revolución infantil que les permite crear su propio carnaval afromestizo”. El autor recuerda que este no es su primer texto enfocado a un público infantil, sin embargo lo que en este caso detonó las ganas de escribir fue:
“El encanto de ir a Coyolillo. El cuento tiene una raíz en una visita que hice ahí a este lugar al carnaval que hacen cada año. Me gustó mucho estar ahí, el espacio, el ambiente, la fiesta, todos los elementos que se conjugan alrededor de esta celebración y quise escribir sobre esto”.
Para Hernández, la festividad es un tema recurrente en la literatura, a pesar de que pueda parecer poco recurrente por ser una materia de estudio de otras disciplinas como la historia o la antropología:
“Al final de cuentas la literatura es un retrato de lo humano y esta celebración, tradiciones son parte de lo humano, es decir, hay vasos comunicantes importantes por ahí. Hay muchos libros que suceden en el proceso de una festividad o carnavales, por ejemplo Bajo el volcán de Malcolm Lowry, creo que es un tema presente que es constante y me llama la atención”.
El libro se presentó recientemente en Coyolillo donde el autor estuvo presente y con sorpresa, comprobó que el libro no sólo fue del agrado de los niños y niñas, sino de los adultos que se enorgullecieron de ver su pueblo representado en un cuento, pues como le hicieron saber a Hernández, es la primera vez que se ficcionaliza:
“Los niños lo conocieron en ese momento y hubo una emoción por ver los dibujos de máscaras en el libro, porque tiene varias partes con máscaras, que la ilustradora hizo una investigación de fotografia para dibujarlas; pero yo veía más emoción en los adultos porque vieron representado este espacio, que no se dice explícitamente porque la intención también era ficcionalizar todo esto, así que decidí no hacer explícito que el cuento ocurre allí. Me comentaban que reciben visitas de sociólogos y antropólogos pero es la primera vez que se ficcionaliza. Lo sentí como algo muy bonito”.
La literatura infantil es tan importante como la que está pensada para un público adulto
A pesar de que las propuestas de literatura infantil y juvenil cada vez son más amplias y accesibles al público, no deja de verse como algo “menor” a comparación de la literatura escrita para adultos, al respecto el autor comenta que no comparte esta idea:
“Siempre me ha gustado mucho la literatura infantil, pero continúa esta mirada desde lo académico, las personas que leen como algo menor porque es para niños, porque es más sencillo y yo creo que la literatura infantil es tan importante como la que está pensada para un público adulto. Puede encontrar en ellos cosas muy interesantes, no solamente esta burbuja intelectual llena de palabrería, también podemos encontrar cultura, tradición, sentimientos, empatía”.
Dejar de lado esta visión adultocentrista no es sólo necesaria para leer este tipo de obras, sino también para escribirlas “estamos acostumbrados a lo académico,la voz poética todas esas cosas, entonces a veces es difícil ser lo más sencillo posible, tratar de quitarse estos resabios académicos para hablarles con sinceridad, pero sin pedantería, hablarle desde un espacio de igualdad, no desde el “yo sé más que tú” , más bien decir, yo me voy a poner a tu lado y ver el mundo como lo ves tú”, comenta el autor.
Continuando con el adultocentrismo con que nos acercamos a la literatura, el autor también opinó sobre la forma en que se acerca a los niños y niñas a la lectura, muchas veces más motivado por la elección de los padres de familia y no tanto por los intereses del niño:
“Son los padres son los que funcionan como filtro y les van a comprar los libros a los niños porque son ellos los que tienen el poder económico y de pensamiento para darles un libro al niño… pero creo que es necesario dejar que lean lo que quieran, no nos guiemos con que esto es un clásico o porque pensemos que deben leer algo específicamente”.
“La literatura es un espacio para el placer, el disfrute, entonces cuando alguien que vive la infancia o la adolescencia se acerca a un libro y descubre algo que le gusta mucho, creo que hay que dejarlo que explore la literatura, los libros, porque alguno va a hablarle. Entonces creo que se empieza por ahí, darles la libertad de elegir”.
El autor concluye que la mejor forma para fomentar el hábito de la lectura es a partir de “la libertad, la elección, la empatía y el entendimiento se puede lograr un acercamiento mucho más amplio a la literatura”.
“La máscara de Miguel” es un libro publicado por la Editora del Gobierno de Veracruz, por lo que puede adquirirse poniéndose en contacto con dicha dependencia
AVC/Tania Rivera
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