El emprendimiento siempre ha sido uno de los pilares del desarrollo social y económico. Los emprendedores han sido, históricamente, quienes detectan oportunidades y organizan a otras personas para, en conjunto, perseguir esas oportunidades; son quienes asumen riesgos y van, en muchas ocasiones, contra la opinión popular. Se atreven a pensar que las cosas se pueden hacer de forma distinta; cuestionan el estado de las cosas y ven a la sociedad y al mundo como algo en constante evolución. Abrazan el cambio y están dispuestos a enfrentar la complejidad del mundo contemporáneo.

Es por ello por lo que la sociedad los necesita más que nunca. Pero, como todo, emprender no es cuestión únicamente de voluntad. Los emprendedores pueden proponer proyectos, pero también necesitan de diversos recursos para poder llevarlos a cabo. No en todos los lugares se cuenta con las mismas herramientas para emprender. La cultura emprendedora de cada zona/región es distinta, pero siempre florecerá si cuenta con elementos que le den soporte.

En México, la cultura emprendedora avanza, pero aún enfrenta limitaciones importantes: poco acceso a financiamiento, poca tolerancia al riesgo, burocracia elevada, altos niveles de informalidad, sistemas de gestión obsoletos, capital humano limitado, entre otras. Superar estas barreras requiere que los sectores público y privado trabajen mano a mano, incluyendo también a la academia y a las organizaciones de la sociedad civil. A medida que la globalización y las tecnologías digitales avanzan, la colaboración entre sectores será uno de los pilares más relevantes del emprendimiento.

Cuando se habla de emprendimiento, muchas veces se piensa únicamente en la apertura de un negocio. Pero la realidad es que hay muchas formas de emprender. Por ejemplo, dentro de las empresas ya establecidas, existen emprendedores que proponen proyectos como el lanzamiento de un nuevo producto. A este tipo de emprendedores se les denomina ‘intrapreneurs’. En el sector público, los proyectos que emanan de planes de desarrollo, programas sectoriales y actividades institucionales también pueden considerarse emprendimiento. El emprendimiento social tiene que ver con las actividades de las organizaciones de la sociedad civil y ,en la última época, este se ha alineado con los objetivos de desarrollo sostenible 2030 de la ONU.

Para que una sociedad sea competitiva y próspera, los 3 tipos de emprendimiento son indispensables, ya que a través de ellos se puede dar respuesta a las necesidades de la población. El emprendimiento encaja a la perfección en una de las tendencias más relevantes de la actualidad: la economía basada en proyectos. A medida que el mundo se vuelve más complejo, requerimos de sistemas de gestión más ágiles y flexibles; el emprendimiento es la respuesta natural a ello.

El Estado debe fortalecer sus instituciones y crear estructuras y sistemas que favorezcan el emprendimiento. La academia debe apostar por actualizar sus planes de estudio y métodos de enseñanza para formar un mejor capital humano. La sociedad civil debe involucrarse más en temas sociales, políticos y culturales y organizarse en torno a ellos. Por último, el sector privado debe, por un lado, apostar por la innovación disruptiva: llevar al ancho de la población bienes y servicios básicos para que nadie se quede atrás; por el otro, debe anticiparse a las demandas y necesidades de los ciudadanos para ofrecer soluciones innovadoras, evitando así repetir fórmulas obsoletas.

«Los emprendedores son los héroes de la sociedad», argumenta el reconocido intelectual Nassim Nicholas Taleb, pues son ellos los bienaventurados que toman riesgos por todos nosotros. Ojalá llegue el día en que nuestra cultura reconozca lo suficiente su valor. En los medios vemos a menudo el nombre de políticos, artistas y deportistas, pero rara vez el de emprendedores que han cambiado el mundo o quieren cambiarlo. Para que el emprendimiento sea motor de desarrollo económico y social, primero debe valorarse como es debido. Espero que ese día llegue muy pronto.