Era un auténtico ambiente de velorio el que se percibía en la oficina del presidente el domingo por la noche: su reforma eléctrica no había pasado en el legislativo y la oposición celebraba. Era otra triste jornada nocturna, casi igual a la que vivió el día del ejercicio revocatorio. El tabasqueño necesitó más “valeriana” de la habitual.
Se trataba del segundo golpe consecutivo a su movimiento en menos de 15 días. Si bien es cierto le había dolido no juntar más allá del 18 por cierto del padrón electoral, significaba más perjuicio a su orgullo recibir un revés de esa magnitud en el congreso. Aquel legislativo que en sus primeros tres años le perteneció, hoy le daba su primer sinsabor.
Adán Augusto López intentó azuzarlo: “en el 2024 tomamos revancha”; Claudia Sheinbaum buscó animarlo: “no les alcanzará para igualarnos en la presidencial”; Mario Delgado, con más temor que entusiasmo, le dijo que habían ideado exhibir a las diputadas y diputados rijosos en un “tendedero de la vergüenza”, como “traidores a la patria”.
Justamente este domingo, cuando su reforma eléctrica se vino abajo, la mirada de López Obrador cambió y no volverá a ser la misma hasta que gane la elección del 2024, si es que las cosas se le prestan. Aquella noche en Palacio Nacional no hubo más sonrisas torcidas e ironías entre amigos, por primera vez (en serio), AMLO se sintió preocupado ante la sucesión.
Y fue así como pidió que lo dejaran solo, no quería estar con varios de los ahí presentes y optó por pedir una llamada con su antecesor (y ahora confidente obligado), Enrique Peña Nieto. Fue la primera vez que el expresidente no pudo ser localizado (o no quiso tomar la comunicación). AMLO declinó insistir.
El motivo del telefonazo a EPN era cerciorarse de que no se publicara alguno de los videos que el mexiquense tiene guardados, pues en este momento, después de los dos golpes asestados en “domingos consecutivos” (con la revocación y la reforma eléctrica), el resultado podría ser doblemente lastimoso para su imagen.
“Pero está el tema del litio”, le comentó uno de los pocos personajes que lo acompañaban en el “velorio dominical”. AMLO movió la cabeza e hizo referencia a que en el 2020 dijo, en una mañanera, que no era necesario nacionalizarlo porque ya se estipulaba en la Constitución. Aún así no le quedó de otra, tuvo que hacerlo ante el revés propinado con la reforma eléctrica; de ese tamaño fue el “bajón emocional” del presidente. Veremos qué ocurre.
¿Liebre por pato pekinés?
Si no fuera por la foto que tomó Lourdes Mendoza (donde Emilio Lozoya fue captado comiendo pato pekinés en el Hunan), el exdirector de Pemex continuaría con trato de lujo, (o cuando menos fuera del reclusorio). ¿Le permitirán salir de prisión pagando parte del gran daño utilizando el dinero que obtuvo por sus cuestionables acuerdos en tiempos de EPN? No olvidemos que se acercan las elecciones, la 4T deberá pensarlo más de dos veces.
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