Aunque no es una novedad que el presidente miente mucho y muy seguido (Luis Estrada ha tenido la paciencia de contar las mentiras presidenciales y afirma que, tan solo en “las mañaneras”, AMLO miente en promedio una vez cada minuto con 12 segundos), hay mentiras especialmente grandes y trascendentes que afectan el presente y el futuro de millones de mexicanos y son una burla también muy grande a las esperanzas de cambio y bienestar que mucha gente depositó en el actual presidente.

Una de esas grandes mentiras es haber dicho, recién electo como presidente, que durante su gobierno el país crecería un 4 por ciento cada año, y luego agregó: “Ustedes saben que no hemos crecido adecuadamente en los últimos 35 años, tenemos una tasa promedio de crecimiento económico de 2% y eso ha impedido que se puedan crear empleos en el país. A eso se debe mucho el fenómeno migratorio y también problemas de pobreza, inseguridad y violencia” (forbes.com.mx, 9 de julio 2018). Pero transcurrido más de medio sexenio de la 4T México no ha crecido, sino que ha decrecido y se calcula que será el sexenio de menor crecimiento en los últimos treinta años. ¿Por qué importa esto para los mexicanos que deseamos un México mejor?

El crecimiento de la economía de un país se mide con el indicador llamado Producto Interno Bruto (PIB). Según el Inegi, “el PIB es la suma del valor (en dinero) de todos los bienes y servicios de uso final que genera un país o entidad federativa durante un período (comúnmente un año o trimestre)… si el PIB disminuye, la producción y actividad económica del país disminuirán; en estas condiciones, es probable que haya desempleo y que esto afecte a muchas familias”. Es verdad que el PIB no refleja de modo completo el éxito o el fracaso de un modelo económico y del gobierno que lo aplica porque sólo mide el crecimiento pero no el desarrollo, es decir, informa cuánto crece la economía pero no dice cómo se reparte entre los habitantes de un país la riqueza generada en el periodo que se analiza, de tal manera que se da el caso frecuente de que el PIB crezca, pero que los beneficios de esa mayor riqueza producida se concentren excesivamente en pocas manos (como ocurre en nuestro país). Pero de aquí no se deduce que el crecimiento económico de un país sea irrelevante o que pueda prescindirse de él. De hecho, cualquier país pudiera avanzar hacia una mejor redistribución de la riqueza, pero si el PIB se estanca o disminuye, tarde o temprano mucha gente padecerá pobreza, hambre, falta de servicios, deterioro de hospitales, escuelas, caminos y, en general, de todos los servicios, habrá delincuencia y se detonará la migración, entre otros problemas.

De aquí se concluye que debe haber crecimiento de la economía (o sea, un PIB cada vez mayor), pero también desarrollo, reparto de esa nueva riqueza para generar bienestar. Un ejemplo nos puede ilustrar sobre cómo resolver este problema: “China mantuvo una tasa anual de crecimiento del PIB de aproximadamente 10 por ciento durante 30 años, y cuenta con infraestructuras muy modernas y tecnológicas que van creciendo muy rápidamente”, reportó en el 2021 el portal europeo iqs.edu. Pero ese gran crecimiento del PIB no hubiera servido de mucho si no se hubiera seguido una enérgica política de distribución de la riqueza por parte del Partido Comunista Chino, que ha generado empleo, incrementado los salarios y logrado un notable mejoramiento de las condiciones de vida de la población. Tan exitosa ha sido esa redistribución de la riqueza que “en los últimos 40 años, China ha sacado a casi 800 millones de personas de la pobreza, lo que representa más del 75 por ciento de la reducción de la pobreza mundial en el mismo período… El informe enumera dos factores principales que contribuyeron al alivio de la pobreza en China. Uno de ellos fue una transformación económica de base amplia, que ha brindado nuevas oportunidades de desarrollo a los pobres y ha aumentado continuamente sus ingresos. El otro fue las políticas específicas del gobierno para eliminar la pobreza a largo plazo en áreas que habían estado sumidas en la pobreza debido a sus ubicaciones y otros factores”, informó recientemente el portal spanish.people.com.cn. Por su parte, Abel Pérez Zamorano, un competente doctor en economía mexicano escribió sobre los factores que disminuyeron la pobreza en China: “el salario es sólo una parte del ingreso real total de los trabajadores, al cual se añaden los programas sociales de ayuda efectiva a los más pobres, como el Wubao, aplicado en las zonas rurales, pero, sobre todo, por su alcance masivo, el llamado Dibao, con cobertura rural y urbana. Opera, además, un esquema fiscal que reduce el cobro de impuestos al trabajo; y mediante apoyos gubernamentales se ahorra, a muchos millones de familias chinas, todo pago de cuotas en la educación; en fin, se subsidia el seguro de salud y se subvencionan vastos programas de vivienda de interés social” (revista buzos de la noticia, marzo de 2012). A pesar de esa exitosa experiencia china y otras similares, en México no se intenta lo mismo. En vez de reconocer que no ha cumplido su promesa de campaña de hacer de México una economía más grande y fuerte, que sea la base para que disminuya la pobreza, la migración y la violencia, el presidente López Obrador vuelve a mentir cada que se presenta oportunidad, ofreciendo que “ahora sí” crecerá el país pero sin decir cómo le hará para pasar de las palabras a los hechos; en lugar de aceptar que ese incumplimiento es grave, pues cancela las posibilidades de resolver de fondo la pobreza de millones de mexicanos y de ponerse en serio a formular un plan realista y científico para que la economía mexicana crezca y se pueda generar una base para acabar con la pobreza mediante la redistribución de la riqueza creada, lo único que ha hecho es vaciar de recursos algunos programas de gobierno para financiar otros que le generen votos, además de seguir provocando la salida de inversionistas del país y gastando el presupuesto federal en obras costosas e inútiles que serán absolutamente insuficientes para hacer crecer al país como lo prometió en campaña. Al terminar el sexenio actual habrá más pobres, más migrantes y más muertes violentas, esos serán los resultados de haber votado por un mentiroso profesional.