Alejado quizá para siempre de una de sus máximas favoritas; no mentir (las otras eran no robar y no traicionar al pueblo), el presidente López Obrador se dedicó a engañar cínicamente durante la inauguración de la Central Avionera de Santa Lucía, conocida desde ayer como Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles.
Previo a la inauguración aseguró a los reporteros: “Yo pienso que está al 100 el aeropuerto, completamente concluido. Pueden despegar y arribar aviones las 24 horas. Es cuestión nada más de que las líneas aéreas vayan incrementando sus viajes… Ya se puede llegar de cualquier parte de la ciudad. Ya pueden llegar millones… Ya se puede decir el día de hoy ‘misión cumplida’”.
Futa…
El aeropuerto no está al 100, tampoco (ni remotamente) completamente concluido y eso lo sabe, pero ni así se midió en sus mentiras. El periodista Carlos Loret de Mola le señaló lo que falta: “No están terminadas la pista central, la torre de control, la terminal de pasajeros, las plataformas, las vías de acceso, el área de aduanas, la zona de catering ni el hotel” y nadie lo ha rebatido.
Le faltó agregar que la magna obra carece de instituciones bancarias y casas de cambio. Están los locales donde funcionarán “en breve” pero nada más.
Eso sí, los vendedores ambulantes hicieron suyos los pasillos de la terminal y una mujer hizo su agosto ofertando tlayudas a 35 pesos cuando normalmente cuestan 15, pero a falta de restaurantes nadie respingó por el precio. Además, fue una especie de valor agregado del AIFA, porque en ninguna otra parte del mundo se sabe de alguien que viaje una hora o más para comer una tlayuda en un aeropuerto internacional.
El general Isidoro Pastor, Director Operativo del AIFA también se unió a las mentiras. “Este día es trascendente para nuestro país ya que a la industria de la aviación civil nacional e internacional, se incorpora un aeropuerto que tendrá la posibilidad de competir con los mejores del mundo”.
Por Dios caray, hasta el piloto más novato sabe que la Central Avionera está más cerca de un aeropuerto provinciano que de uno internacional. Pero bueno, el asunto era festejar en grande con mentiras grandilocuentes.
Tan fue así que el bombazo de Julio Scherer Ibarra lanzado la víspera donde acusa al fiscal Alejandro Gertz y a la senadora Olga Sánchez Cordero de atacarlo y difamarlo, fue minimizado por el presidente: “Eso tiene que ver con tribunales, con ministerios públicos; nosotros no nos vamos meter”.
Algo para que lo apunten los veracruzanos fue la presencia de dos de los aspirantes a la gubernatura; Rocío Nahle y Sergio Gutiérrez. Mientras Sergio como presidente que es de la Cámara de Diputados estuvo muy cerca de López Obrador, Rocío se mantuvo a distancia deseando quizá en su fuero interno que uno de los aviones que iniciaron operaciones le cayera al minatitleco en la cabeza.
Entrevistado por una reportera, el gobernador Cuitláhuac García nada más dijo tres palabras y como siempre la regó. “Es algo magnánimo” comentó, cuando magnánimo quiere decir: “Que tiene noble temperamento y grandeza de espíritu y se comporta con generosidad”.
Pero detallitos aparte, la inauguración de la Central Avionera estuvo lucidora. Por la cantidad de gente aquello más parecía un enorme tianguis que un aeropuerto, entre otras cosas porque se instalaron puestos donde se vendían desde rebozos, collares, bufandas, camisetas y fotos del presidente, hasta otros donde por 20 varos te adivinaban la suerte.
Y salvo tres grandes no faltó nadie; estuvo la clase política de la 4T en pleno, músicos y bailadores de casi todos los estados, grupos étnicos, líderes de toda laya, ministros, gobernadores, empresarios y magnates.
¿Quiénes faltaron? Ricardo Monreal por el que nadie preguntó; los directivos de las grandes aerolíneas que son los primeros en llegar cuando se inaugura un auténtico aeropuerto internacional y los aviones, muchos aviones.
Sólo ayer, en un día normal para el AICM se realizaron 837 operaciones entre despegues y aterrizajes, mientras que en el recién inaugurado AIFA fueron ocho. Una miseria para un aeropuerto internacional que nunca se había visto en otro aeropuerto del mundo.
Y ni con la pachanga se despejó la incógnita sobre su funcionalidad.
Los expertos aseguran que no será la solución para resolver el problema de saturación del AICM simplemente porque está construido en un lugar inadecuado. Y lo que han dicho a lo largo de 36 meses es hasta ocioso repetirlo.
Yo sigo sosteniendo en que al cabo de unos años y una vez que pase el huracán de la 4T, el Felipe Ángeles terminará siendo lo que siempre ha sido; una base aérea al servicio de la Sedena y se seguirá llamando Santa Lucía.
Verás lector que en eso acabarán los 106 mil millones de pesos (y más que se van a gastar), invertidos en el capricho de un sujeto con costosísimos delirios de grandeza.
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