En estos últimos años han pasado demasiadas cosas en el mundo de la medicina, así que es probable que mucha gente lo haya borrado de su memoria, pero a finales de 2018 el mundo se sobresaltó con una noticia casi de ciencia ficción que solo parecía tener parangón con los experimentos nazis con seres humanos. El científico chino He Jiankui había editado genéticamente embriones humanos y de ellos habían nacido dos niñas gemelas por fertilización ‘in vitro’. Más tarde se supo que había una tercera. En teoría, el investigador pretendía generar seres humanos resistentes a la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), pero el experimento suponía saltarse todas las líneas rojas de la ética y cuando se conoció ya era demasiado tarde: ya habían nacido las primeras personas genéticamente.
He Jiankui utilizó las herramientas CRISPR de edición genética, una prometedora técnica en la que se han depositado muchas esperanzas para resolver todo tipo de enfermedades. Básicamente, se trata de cortar y pegar ADN. Su idea era inactivar el gen CCR5, clave para que el virus pueda introducirse en los linfocitos. El problema es que esta tecnología aún no es eficaz ni segura en los seres humanos y puede dar resultados inesperados, generando variantes genéticas que aún no controlamos. Aunque se está avanzando mucho en experimentos con animales, ningún país autoriza explícitamente este tipo de ensayos con personas. Ni siquiera China, que mantiene al investigador responsable en prisión. Sin embargo, más de tres años después, nadie sabe nada de las niñas y las autoridades del país se niegan a facilitar información. ¿Qué ha pasado con ellas?
“China se escuda en un respeto máximo a la privacidad. En eso estamos de acuerdo, yo no quiero saber exactamente en qué calle de qué ciudad viven, pero desde un punto de vista científico me gustaría conocer lo que ha ocurrido, las diferentes pruebas que se les han hecho, los resultados, si cuentan con una evaluación genómica más precisa que haya permitido detectar alteraciones en otras partes del genoma”, comenta Lluís Montoliu, experto en genética del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), en declaraciones a Teknautas.
“Los horrores de los médicos nazis se juzgaron en Núremberg, pero esos datos están disponibles. Una vez que todo el mundo está de acuerdo en que esto es éticamente injustificable, en este caso debería pasar lo mismo”, añade el biotecnólogo, que relató los detalles de este caso en su libro ‘Editando genes: recorta, pega y colorea’. A su juicio, esta falta de información es “una segunda desgracia”, porque una vez que han tenido lugar los hechos, “ni siquiera podemos aprovechar los datos para evitar que vuelva a ocurrir”.
Desde un punto de vista ético, ningún comité habría aprobado el proyecto, pero aún resulta más deleznable porque cuando ya estaba en marcha He Jiankui y su equipo comprobaron que las cosas no iban bien, tuvieron la oportunidad de parar el experimento y no lo hicieron. Al realizar una biopsia de los embriones editados y desarrollados ‘in vitro’, antes de ser implantados, se dieron cuenta de que no habían tenido éxito. Sin embargo, engañaron a los ginecólogos diciéndoles que eran embriones producto de una fecundación ‘in vitro’ normal y siguieron adelante.
Lo que sabemos
Según Montoliu, cualquier experto podía saber de antemano que un experimento así no podía tener éxito. De hecho, este investigador del CNB realiza experimentos con animales y las herramientas CRISPR para estudiar enfermedades raras como el albinismo. Por eso, conoce perfectamente que muchos embriones de otros mamíferos editados genéticamente (sobre todo ratones, pero también otras especies de granja y primates no humanos) presentan alteraciones inesperadas. “Sabemos que las herramientas CRISPR siguen actuando mientras el embrión va multiplicando sus células y esto hace que los animales resultantes sean ‘mosaicos”, explica.
¿Qué quieren decir los expertos con el térmico ‘mosaico’ en este contexto? En teoría, la tecnología CRISPR utiliza proteínas que permiten cortar y reparar el ADN, y después desaparecen. Sin embargo, en la práctica estas herramientas siguen ahí más tiempo del esperado: el embrión se va dividiendo y durante todo este proceso las proteínas utilizadas “siguen activas durante un número de divisiones que no podemos calcular”. Las reparaciones del ADN ocurren al azar, así que al producirse cuando ya hay varias células, se generan variantes diferentes. “Esto quiere decir que, en este caso, las células de la niña no serán todas iguales, sino que habrá ediciones distintas en distintas partes de su cuerpo, variantes genéticas diferentes según las células de las que procedan”, explica el experto.
El gen que el científico chino quería inactivar para evitar el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) puede seguir intacto en algunas células o, por el contrario, puede haber inactivaciones que no estaban previstas, generando otras proteínas que no funcionen. Al no haber validado el experimento en modelos animales anteriormente, el resultado es una incógnita, pero está claro que desde el punto de vista genético las niñas son mosaicos, es decir, que sus células no son genéticamente equivalentes. El riesgo está en que, aparte del gen que querían modificar, estas herramientas pueden producir alteraciones en otras partes del genoma que, a su vez, no van a ser siempre las mismas en cada célula y en cada momento.
En los experimentos con animales, el resultado se puede gestionar. Sin embargo, con personas es absolutamente inasumible. “A mí me nacen muchos ratoncitos, pero aprovecho muy pocos, porque realmente muchos tienen alteraciones distintas de la proyectada. Yo los descarto y me quedo con los que me interesan, pero esto no lo puedo hacer con bebés”, explica Montoliu, que hasta hace poco ha sido presidente del Comité de Ética del CSIC.
Ese ‘mosaicismo’ genómico puede tener graves consecuencias. “Puede afectar a cualquier gen, así que puedes tener fallos multiorgánicos, del sistema inmunitario, del sistema nervioso o de un órgano en diferentes momentos del desarrollo… Cualquier cosa”, comenta el experto. De hecho, habitualmente “mis ratones se mueren sin llegar a la pubertad, porque algunas alteraciones son incompatibles con la vida”. Hasta donde se sabe, las tres niñas siguen vivas, “pero no conocemos su estado de salud y esto es lo que deberían compartir con la comunidad científica internacional”.
Otro de los aspectos más controvertidos es que se trataba de embriones sanos. Es decir, no se trataba de un experimento terapéutico. “Él quería dotarlos de una capacidad adicional, la capacidad de no ser infectables por el virus. No lo consiguió, pero su objetivo era ‘mejorar’ estos embriones, no tenía un objetivo terapéutico. Si otras condiciones se cumplieran, la única justificación sería lograr una cura cuando no hay ninguna otra alternativa”, explica Montoliu.
El reto de lograr que la técnica sea segura
¿Nos veremos alguna vez en esa tesitura? ¿Alguna vez las herramientas CRISPR demostrarán la eficacia y la seguridad necesarias para pensar en su implementación en seres humanos? Lo cierto es que la edición genética ha cambiado muchísimo desde que He Jiankui sorprendió al mundo hace tres años. Los avances han llegado de la mano de David Liu, investigador del Broad Institute del MIT y Harvard. Sus innovaciones son los editores de bases y la edición de calidad. Los editores de bases evitan tener que cortar las dos cadenas de ADN, ya que logran sustituir una letra por otra (A, C, G o T). “Es como tener una goma de borrar, vas al sitio que quieres modificar y cambias la letra”, comenta el experto. A este avance se ha unido más recientemente el ‘prime editing’ o edición de calidad, que hace una función similar pero logrando sintetizar ADN a partir de ARN. Así se puede “copiar o introducir una secuencia corta”. Los dos nuevos sistemas evitan el ‘mosaicismo’ y los problemas asociados, así que los científicos tienen muchas esperanzas de que estas novedades funcionen. Por eso, en estos momentos lo que hizo el investigador chino ya estaría desfasado.
La pregunta es si estos avances y la alerta generada por el caso lograrán evitar que algo así vuelva a pasar. “Antes había muchos ojos revisando y ahora hay muchísimos más, pero sí, puede volver a pasar. A este señor, que ahora mismo sigue en prisión, le han llegado ofertas de trabajo de países que no tienen regulación”, advierte el experto del CNB. También está el peligro de que lo intenten otros. De hecho, un biólogo molecular ruso, Denis Rebrivok, anunció que quería imitar a He Jiankui.
Por eso, un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de julio de 2021 hizo hincapié en la necesidad de crear un registro internacional en el que todos los experimentos que se encaminen hacia este objetivo queden registrados. Asimismo, pidió un procedimiento de alerta para evitarlo. En realidad, “este experimento lo conocía muchísima gente, no solamente en China, sino fuera”. El investigador era “un tipo mesiánico y tal vez un poco ingenuo”, que contó su experimento a mucha gente. Incluso llegó a saberlo Jennifer Doudna, que logró el Nobel de Química, precisamente, por sus investigaciones sobre CRISPR. Al parecer, todo el mundo aconsejó al científico chino no seguir adelante, pero nadie hizo nada. “Yo creo que la gente estaba con la duda de si le estaban tomando el pelo o si realmente lo iba a hacer. No contaban con que solo necesitas un loco para que estas cosas lleguen a término”, comenta Montoliu.
De hecho, el manejo de la técnica CRISPR es muy sencillo. El propio He Jiankui era informático, ni siquiera procedía de la rama de las ciencias de la vida. En cualquier caso, con este antecedente y tras la advertencia de la OMS, se abre la puerta a que se puedan denunciar este tipo de actos ante autoridades nacionales o internacionales. “Es probable que si se da a conocer a tiempo, el país afectado impida que un experimento de este tipo siga adelante. ¿Puede volver a suceder? Sí, pero probablemente se conocería antes y se denunciaría antes”, opina el científico español.
¿Qué pasará si son madres?
En cualquier caso, todas esas consideraciones llegan tarde para las niñas chinas, que podrían ser las primeras de una nueva estirpe de seres humanos. “Esa modificación genética viaja con ellas”, advierte Montoliu. “Si quieren ser madres y tener sus propios hijos, que evidentemente están en su derecho, esos hijos heredarán las alteraciones genéticas. De alguna manera, hemos creado una estirpe de seres humanos distinta. En realidad, y afortunadamente, todos somos distintos genéticamente y tenemos mutaciones, el problema es que en este caso no se trata de mutaciones espontáneas, sino mutaciones incorporadas a través de la técnica CRISPR que pueden a transmitir de generación en generación”, explica.
Los posibles problemas de salud afectarían incluso en mayor medida a los descendientes, porque en lugar de ser ‘mosaicos’, como ellas, podrían tener las mutaciones peligrosas en todas sus células. Es decir, que una variante puede ser inocua en la madre porque solo afectaría a algunas de sus células, pero se convertiría en incompatible con la vida en caso de que la transmitiese a un hijo o a una hija, porque ellos la incorporarían en todas sus células.
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