Una de las incógnitas más grandes respecto al relato hecho por Ana Frank, una niña judía que junto a su familia se escondió en un sótano de Ámsterdam durante la ocupación nazi, es ¿quién los delató para que los encontrara la SS?
Dicho cuestionamiento parecía haberse dirimido la semana pasada, después de que el holandés Pieter Van Twisk asegurara, tras una investigación de seis años, que fue un notario judío quien accedió delatar a la familia a cambio de salvar a su familia de la persecución.
Arnold van den Bergh, el supuesto delator, habría buscado así que la SS dejara a su familia y se concentrara en la de Frank.
Su supuesta denuncia derivó en el arresto y deportación a campos de concentración de todas las personas que se encontraban en el lugar, incluida la joven autora.
Esta conclusión, obtenida por Van Twisk y su equipo tras rastrear archivos familiares y relatos de testigos de la época, ha sido muy polémica, y ahora, fue desestimada por historiadores.
Para llegar hasta Arnold van Der Bergh, los investigadores se basaron en una nota anónima enviada poco después de la Segunda Guerra Mundial al padre de Ana Frank, único sobreviviente de la familia.
Los investigadores se han visto obligados a aceptar que el archivo original no ha podido ser encontrado y que la información provenía de un archivo que mantenía el hijo del policía que siguió el rastro de todo lo sucedido por medio de una copia a máquina realizada por el padre de Ana, Otto Frank.
La existencia de dicha nota fue revelada en 1964, cuando se reabrió el caso sobre la traición a la familia Frank.
“Estamos seguros al 85 -90 por ciento de que fue él, es la teoría más plausible y tenemos evidencias de que fue él”, explicó el martes el exagente del FBI Vince Pankoke, quien participó en la investigación.
Sin embargo, historiadores holandeses especializados en este periodo de la historia, citaron las conclusiones de esta investigación.
Johannes Houwink ten Cate, especialista en el periodo del Holocausto, dijo que es muy poco probable que el notario haya delatado a la familia.
“Es ingenuo pensar que el invasor respetaría a un judío por pasar información, mientras los nazis ejecutaban el mayor genocidio de la historia. Si bien Van den Bergh falsificó papeles para hacerse pasar por medio judío y evitar la deportación, cuando se supo tuvo que ocultarse con su familia. Era febrero de 1944 y Ana Frank fue descubierta en agosto de ese año. No creo que fuese el notario, fallecido en 1950, pero su reputación ya está dañada para siempre. El Consejo Judío fue muy criticado después de la guerra por su papel como instrumento en manos del ocupante, pero no he oído nunca que tuviesen listas de judíos escondidos”, señaló Johannes.
Según Houwink, se trata de una investigación mediática para posicionar el tema, debido a los intereses comerciales que hay para llevar esta historia a la pantalla.
“Porque también Netflix va detrás de esto; cuando en realidad la vida durante la ocupación nazi de Países Bajos fue tan compleja que sobrepasa cualquier fantasía”, menciona.
Por otra parte, el historiador Bart ven der Boom, menciona que parte del problema es la imagen que se ha creado en torno al diario y a la figura de Ana Frank, y una suerte de “ansiedad mediática” por resolver el enigma.
“Para un estadounidense, la historia del Holocausto es la de esta niña, pero no es más valiosa que otros judíos en su misma situación. Hoy es casi una marca, y es tentador presentar una conclusión espectacular tras una nueva búsqueda de posibles delatores. Después de la guerra, el Consejo Judío tenía mala fama, y los criminales de guerra alemanes dijeron que sus miembros habían sido unos traidores para defenderse. Por eso, la acusación contra el notario y el propio Consejo es irresponsable sin pruebas firmes. Es posible que ni siquiera fuese una traición, pero ahora nos dicen que un judío delató a otro y eso puede aprovecharse como un estereotipo antisemita”, señala ven der Boom.
A su vez, el historiador David Barnouw, indica que las pruebas tal y como son presentadas no pueden ser concluyentes, pues dejan más vacíos que certezas.
“En las últimas décadas, más de 20 sujetos han sido señalados como el posible traidor. Porque necesitamos un traidor. La nueva investigación cifra en un 85 por ciento su seguridad sobre la autoría del notario. Para un historiador eso es ridículo. (…) Hay muchas cosas que posiblemente no sepamos nunca en este caso”, mencionó Barnouw.
Reporte Indigo