Después de los últimos sapos que se ha tenido que tragar sin hacer gestos, algunos se preguntan cuánto tiempo más aguantará Marcelo Ebrard a cargo de la Cancillería.

A menos que le constara que sería el heredero principal considerado por el presidente Andrés Manuel López Obrador en su recién mencionado “testamento político”, se entendería que el dócil aspirante presidencial siga atragantándose con los constantes desatinos y cuestionadas decisiones de su jefe en materia de política exterior, que han hecho ver terriblemente mal al Canciller.

Por ejemplo, el anuncio del Presidente de proponer al ex gobernador priista de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, como embajador de México en España, “sin contar con el beneplácito, fue contrario al derecho diplomático y resultó en un agravio para México, sobre todo por el bajo prestigio del candidato”, publicó el 30 de diciembre pasado el embajador en retiro Agustín Gutiérrez Canet, tío de Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de López Obrador.
Dos semanas después, el 10 de enero, el mandatario anunció en su conferencia de prensa matutina que sí enviaría un representante de México a la toma de posesión del reelecto presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, desmintiendo el comunicado que la noche anterior había emitido la Cancillería anunciando lo contrario.

El pasado lunes 17, Ebrard informó oficialmente de 16 designaciones realizadas por el Presidente para Representaciones de México en el Exterior, entre ellas, la de Pedro Salmerón, un polémico historiador muy cercano a la señora Gutiérrez Müller, propuesto para la Embajada en Panamá.

Señalado por acosar sexualmente a sus alumnas, en México y en el país centroamericano se desató una fuerte campaña mediática en contra de Salmerón por parte de agrupaciones civiles y feministas, estudiantes universitarias y militantes de Morena que advirtieron que “un acosador no debe ser Embajador”. Sin embargo, tanto López Obrador como la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, que también aspira a sucederloen la Presidencia, han defendido el nombramiento del cuestionado académico, exigiendo que quienes lo acusan deben interponer las denuncias penales correspondientes.

Ayer, entrevistada al respecto, la canciller panameña Erika Mouynes evitó dar detalles y sólo se limitó a decir que “la Cancillería mexicana está al tanto desde el momento en que fuimos notificados de esta designación”.

“La Cancillería panameña ya manifestó su posición a la Cancillería mexicana por los canales diplomáticos que corresponden”, respondió escuetamente Mouynes.

Hace casi un mes, Gutiérrez Canet refería que el beneplácito es un requisito indispensable para que una persona pueda ser aceptada como embajador de un país en otro. Citaba que el Artículo 4 de la Convención de Viena de Relaciones Diplomáticas, que para México entró en vigor en 1965, establece no sólo que “el Estado acreditante deberá asegurarse de que la persona que se proponga acreditar como jefe de la misión ante el Estado receptor ha obtenido el asentimiento de ese Estado”, sino que además “el Estado receptor no está obligado a expresar al Estado acreditante los motivos de su negativa a otorgar el asentimiento”.

Por esta razón, afirmaba el embajador en retiro, “el Estado acreditante anuncia el nombramiento del embajador después de que haya obtenido dicho asentimiento o beneplácito, no antes de recibirlo”. Y puntualizaba que se trata de una práctica diplomática, sujeta al tacto y la discreción, para evitar que el eventual rechazo por parte de un Estado receptor se convierta en un desaire público internacional al Estado acreditante.

“En la historia reciente de la diplomacia mexicana no se recuerda que un Estado extranjero haya negado el beneplácito a nuestro país. Parte del problema es que la Secretaría de Relaciones Exteriores está en manos de un político sin experiencia diplomática”, criticaba el tío de Gutiérrez Müller.

En su edición impresa de este martes 25, el diario LA JORNADA publica una carta de Sergio J. Romero Cuevas, embajador de México en retiro y miembro fundador de Morena, en la que disiente también de estas nominaciones a embajadores, opinión que, dice, comparten también otros miembros del cuerpo diplomático de carrera. En su misiva expone textualmente:

“La Secretaría de Relaciones Exteriores anunció la semana pasada designaciones de titulares de embajadas y consulados y a jubilados y a varios miembros en activo nos alarmó que, varios de ellos, se hacen violando las disposiciones de la ley del Servicio Exterior.

“Me refiero a personas miembros de carrera con rangos de segundo secretario que fueron nombrados indebidamente embajadores.

“Durante el sexenio de Felipe Calderón se dio un caso similar, y el beneficiario, que nunca había podido pasar el examen de ascenso a primer secretario, al término de esa administración, renunció al servicio.

“Cierto es que el Jefe del Ejecutivo federal tiene la facultad constitucional de nombrar a quien se le ocurra, pero en esta ocasión los nominados causan daño a la carrera, pues dejan fuera a quienes con rango de ministro esperan culminar la propia con una embajada o consulado general y, los así nombrados, al término de su comisión deberán retornar a su rango.

“Se anunció también un concurso para embajadores (?), tema fuera de norma, pues hacerlo violenta la facultad constitucional de Andrés Manuel López Obrador.

“No se aclara si es para miembros del SEM de carrera o para gente de fuera. Jorge Castañeda padre organizó un concurso para consejeros de personas que ya ocupaban cargos importantes en la SRE, y llegaron rápido a embajadores.

“No se entiende qué está pasando en la SRE de la 4T, pero hacer las mismas cosas que Felipe Calderón la deja mal parada. Le agradezco la publicación de esta opinión que comparten muchos miembros del SEM y prefieren exponerlo a la opinión pública.”