Era principios de febrero de 2020. Jorge, un niño de ocho años cuya identidad queda resguardada, estaba en el baño de su escuela. Esa mañana no se sentía bien del estómago. Afuera lo esperaba Roberto ‘N’, el director del Colegio Liceo de León, en Guanajuato, que lo había seguido hasta el baño y le tocaba insistentemente la puerta para que el menor le abriera.
“Ven, acompáñame a mi oficina”, le pidió al menor una vez éste que salió nervioso, según el relato que éste les contó tiempo después a sus padres.
Jorge le hizo caso, pues era el director de la escuela quien se lo pedía. Caminó con él hasta su despacho, aunque en el trayecto comenzó a sentirse muy incómodo.
El director le preguntó cómo se llamaba, cuántos años tenía, y si ya tenía novia. Confundido, Jorge le respondió que no, que aun era muy pequeño para tener novia, y que todavía no pensaba en esas cosas. A lo que el docente, según la denuncia que interpusieron los padres de Jorge nada más conocer el testimonio de su hijo, le respondió: “Ya estás en edad de tener sexo”.
A continuación, el director metió al niño a su despacho, cerró la puerta con seguro, cerró las cortinas, lo agarró con fuerza por la nunca, le subió la barbilla, y lo forzó a darle un beso en la boca abusando de él.
“Mi hijo reaccionó espantado -cuenta en entrevista Carlos Navarro, padre de Jorge-. Lo empujó y salió corriendo de la oficina”.
Durante los días siguientes, Jorge se sentía raro, con miedo y hasta mareado.
El niño quería estar solo y no hablar de lo sucedido con nadie, ni con su maestra, ni con sus compañeros, ni con sus dos hermanos, que también iban a la misma escuela.
“Está muy rebelde, ya no quiere ir al colegio”, alertó un cuñado por teléfono a Carlos, quien al momento de la agresión se encontraba de viaje con su esposa María y había dejado a sus tres hijos con los hermanos de su pareja y su suegra.
A la vuelta a casa, los padres de Jorge comprobaron extrañados que, en efecto, el niño había cambiado radicalmente su comportamiento. Que se había vuelto un niño triste, temeroso, inseguro, que tenía pesadillas recurrentes y que no quería ni oír hablar de ir a la escuela, cuando de sus hermanos era el que siempre iba más contento a clases.
“Jorge, ya dile a la mamá lo que te hizo”, lo instó uno de sus hermanos cuando su madre fue a recogerlos en coche a la escuela tras la vuelta del viaje.
Al fin, el niño se desahogó y le contó a su madre lo sucedido aquel día en el despacho del director. De inmediato, sus padres decidieron sacarlo del colegio, como a sus hermanos, y se fueron a la Fiscalía de Guanajuato a denunciar la agresión, aunque en la dependencia aun no existe una unidad especializada en delitos cometidos contra menores, por lo que fueron atendidos en la unidad de delitos contra la mujer.
Lo que no esperaban es que, una vez ahí, se encontrarían con una respuesta que los tiró de espaldas.
“Tuvimos que convencer al MP para que hiciera su trabajo”
“Una licenciada nos dijo que no podían recibir la denuncia, porque consideraban que no había un delito sexual que perseguir, porque, según ellos, solo había sido un beso. O sea, casi que nos dijo que, como no hubo una penetración, pues que no se podía considerar un abuso”, asegura Carlos Navarro, el padre del menor.
“Pero nosotros ya nos habíamos asesorado con abogados y con expertos, y por supuesto que sabemos que fue un abuso sexual”, agrega Carlos, que lamenta que la Fiscalía todavía tardó un mes en convencerse de que forzar a un menor a besar en la boca a un adulto sí es un abuso sexual que genera daños psicológicos en la mente de un niño y cambios drásticos en su comportamiento, tal y como corroboró un peritaje en el caso de Jorge, el cual señalaba que “la afectación psicológica en el menor evaluado sí tiene causal con abuso sexual”.
El abogado con el que se asesoraron fue Moisés Martín Castillo, quien tomó el caso de manera altruista, al igual que el de la niña de 9 años y de iniciales A.M.A.R., cuya madre también denunció en 2020 por abuso sexual al director Roberto ‘N’, que entre febrero y marzo de 2018 habría forzado a la niña hasta en tres ocasiones a darle también un beso en la boca.
“Prácticamente, tuvimos que convencer al MP para que hicieran su trabajo -hace hincapié Carlos-. Es decir, si nosotros no les presentábamos las pruebas, si no hacíamos las investigaciones que les hiciera la vida más fácil, ellos no se aplicaban. Nuestro abogado les tuvo que poner en bandeja de plata todas las pruebas para que cumplieran con su trabajo porque no tenían mucho interés en hacerlo”.
Fue así cómo después de luchar mucho lograron que, al fin, un juez del supremo tribunal de Guanajuato, a partir de los elementos presentados a la Fiscalía, concedió una orden de aprehensión en contra de Roberto ‘N’.
Esta sería la primera de dos órdenes de captura, pues a Roberto ‘N’ se le sumaría otra por la denuncia que interpuso la madre de la niña A.M.A.R. Aunque en el caso de esta menor, la defensa del docente alegó que el delito ya habría prescrito debido a que los hechos habrían sucedido en 2018 y la denuncia se interpuso en 2020, dos años más tarde. Con este argumento, los abogados del director Roberto ‘N’ interpusieron un amparo que, tras ser negado y apelado nuevamente, fue turnado a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que el pasado miércoles 19 de enero anunció que sí atraerá la discusión acerca de si los abusos sexuales a menores pueden prescribir o no.
Luego de que se girara la orden de aprehensión por el caso de Jorge, Carlos dice que comenzaron a ver “un poco más de interés” de las autoridades de investigación, aunque lamenta que, a dos años de que interpusieron la denuncia, aun no han visto resultados concretos en cuanto a la búsqueda y localización del presunto agresor Roberto ‘N’, quien actualmente se encuentra libre y en paradero desconocido.
“Otros padres nos decían que era todo un invento”
“Hay suposiciones de que pudo haber salido ya del país, y por eso ya se libró también una ficha roja de Interpol. El problema es que no ha habido un interés real de localizarlo para detenerlo, ni de informar qué han hecho hasta ahora para localizarlo”, vuelve a denunciar Carlos Navarro, que asegura que además de haber enfrentado un calvario con la Fiscalía, su hijo y su familia tuvieron que enfrentar otro problema con el que no contaban al inicio de esta pesadilla: la criminalización y las descalificaciones de otros padres que los acusan de estar “exagerando” un beso en la boca para perjudicar al colegio y a su director.
“Los padres se atrevían a decirnos que todo había sido un invento, o que el niño estaba exagerando”, dice Carlos.
“Yo les respondía que qué padre en su sano juicio querría exponer a su familia, a sus hijos, a una situación tan terrible como esta que estamos viviendo. Yo estaría loco si quisiera exponer a mi niño de esta manera”.
Pero la presión de la misma escuela y de otros padres fue tan grande, que Carlos y su esposa María no solo tomaron la decisión de sacar de inmediato a sus hijos del centro educativo, sino que además tuvieron que dejar la ciudad de León e instalarse en otra parte para vivir en paz y proteger a Jorge.
“Dicen que solo fue un beso en la boca, pero la vida de mi hijo y la de toda la familia ya cambió totalmente a partir de ese abuso. Mi hijo ahora es un niño desconfiado, que se ha vuelto muy tímido, que no duerme por las noches… Y mi familia tuvo que modificar la forma de vivir, hasta el punto de tener que cambiar de ciudad por esta situación. Ese abuso nos cambió la vida para siempre”, concluye Carlos.
“Besar a un niño de manera erótica es algo muy grave”
Rosario Alfaro es psicóloga y directora ejecutiva de Guardianes, una organización de la sociedad civil que lleva 20 años atendiendo a menores que han sido víctimas de abusos y de agresiones sexuales, y dando talleres de prevención y asesoría tanto en centros educativos como a padres de familia.
En entrevista con Animal Político, la psicóloga explica que la descalificación del abuso sexual forma parte de la “criminalización” a la que en muchas ocasiones se somete tanto al menor que denuncia, como a su familia.
“Tenemos una gama de respuestas muy amplia para criminalizar a la víctima, que va desde la clásica ‘no fue nada, solo fue un beso en la boca’, a otras como ‘es que la niña lo provocó’, ‘los niños de ahora están muy despiertos’, ‘es que al niño le gustó’, o ‘no lo violó, solo lo acarició’.
“Se trata de mitos que hay que erradicar por completo -subraya la psicóloga-. Porque los niños no buscan una situación erótica con un adulto, sino ternura. Y que un adulto bese a un niño de forma sexual es un tema sumamente grave, que no debe tomarse a la ligera, ni minimizarse. Cualquier acercamiento erótico con un menor es grave, porque ello supone romper en el niño algo que, biológica y psicológicamente, debería ir descubriendo en otras etapas de su vida adulta”.
Y esto, recalca la directora de Guardianes, no solo debe ser tomado en cuenta por los padres de familia y la sociedad en general, sino también por los impartidores de justicia cuando tenga ante sí casos como el de la niña A.M.A.R. y Jorge. Como también deberían tener en cuenta que en este tipo de casos las víctimas, debido a que son niños y no tienen las mismas herramientas para defenderse de los impactos psicológicos que les deja el abuso, pueden tardar años en recordar lo sucedido, o en armarse de valor para verbalizar el caso y denunciarlo, sin que ello deba restar validez a su testimonio frente al del presunto agresor.
“Por desgracia, se tiende a minimizar todo lo relacionado con el abuso sexual infantil, se ve como algo chiquito, máxime si no hay una penetración -plantea la psicóloga de Guardianes, que concluye-. Pero los abusos pueden ser de muchas maneras. Y por eso hay que situar en el centro de todo el interés superior de los niños, porque, de hacerlo, nos daríamos cuenta de que es la etapa más importante del desarrollo de una persona, en la que se está estructurando su cerebro y se está formando su personalidad. Y por eso es tan importante que los protejamos”.
Animal Político/Manu Ureste