La empresa Promobot ofrece esta cuantiosa suma de dinero a aquellos que tengan el valor de ceder su rostro para futuros robots que hagan. Eso sí, solo te aceptarán si pareces alguien simpático.
¿A quién no le gustaría conseguir 200.000 dólares? Pues podrías obtenerlos si prestas tu rostro y tu voz a la compañía Promobot. Esta empresa, más conocida por haber sido demandada por Arnold Schwarzenegger al hacer un robot con su rostro, está ofreciendo esa suma de dinero a cambio de caras amigables.
El trato es sencillo, ellos obtienen tu faz y tu voz para hacer androides y tú recibes el dinero. La compañía podrá utilizar tu efigie para siempre, comenzando en 2023, cuando consideran que tendrán el primer robot con estas características listo para comercializar.
La oferta especifica que se utilizará en robots humanoides que trabajarán en hoteles, centros comerciales y otras zonas con mucho movimiento de personas.
Se buscan personas de todos los géneros, razas y mayores de 25 años. Si cumples estos requisitos podrías presentar tu candidatura. Aunque según la misma empresa «¡Los candidatos deben tener una cara amable y amigable!».
Promobot promociona su tecnología de reconocimiento facial y comenta que tienen clientes que necesitan estos robots humanoides pronto. Se considera un proyecto a gran escala y buscan rostros con licencia para evitar problemas legales, como ya tuvieron en el pasado con el actor de Terminator.
Al observar mejor la oferta, se puede ver que la compañía menciona que sus robots se utilizan en Walmart, el aeropuerto de Baltimore-Washington de Estados Unidos, y en el Dubai Mall. Todos lugares concurridos en los que el reconocimiento facial ya es una realidad.
Aunque tal vez haya que coger esta oferta con pinzas. La empresa Promobot tiene su sede en Rusia, aunque supuestamente fue fundada en Filadelfia. Este dato nos hace sospechar y además la compañía no ha respondido sobre el uso del robot o si la persona con la cara ganadora será informada de sus posibles usos.
Si estás listo para correr el riesgo, adelante, aunque hay demasiadas incógnitas por resolver. Por no hablar de lo raro que sería encontrarte contigo mismo en un aeropuerto, vendiendo cacahuetes.
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