Ser un Gucci, pertenecer legítimamente a la familia italiana de la casa de moda fundada hace 100 años en la Toscana, era formar parte de un ícono único de distinción, era casi como ser del linaje de la realeza. La máxima aspiración para miles de italianos tradicionales que dejaban de lado a otros grandes en ascenso como Versace, Armani, Valentino y más.
Este fue el caso de Patrizia Reggiani, quien, cuando conoció a Maurizio Gucci en una fiesta, no dudó en conquistar a uno de los herederos de este imperio. A ella le brillaron los ojos con el símbolo del dinero, el glamour y, claro, el ostentar el apellido de abolengo en la moda internacional.
Claramente el padre de Maurizio, intuyó que esta mujer estaba tras el dinero de la familia, y aquí es donde comienzan los planes maquiavélicos de la pareja, que después del matrimonio buscaron ir tras todo el poder de los Gucci.
Este es sólo parte del inicio del argumento de La casa de Gucci, película basada en hechos reales y dirigida por Ridley Scott, con un ensamble actoral soberbio, comenzando por Lady Gaga como Reggiani, Adam Driver como Maurizio Gucci y en papeles secundarios los histriones Jared Leto, Al Pacino y Jeremy Irons como Paolo, Aldo y Rodolfo Gucci, respectivamente.
Aunque en este largometraje se tiene el reparto mencionado y el marco histórico de esta familia, el sello de Scott está ausente por alguna extraña razón. No me lo tomen a mal, esta es una muy buena producción, y merece ser vista, pero algo falta, o tal vez, algo sobra.
Por ejemplo, mientras que la crítica internacional aplaude a Gaga con su actuación, más bien, es melodramática, y al tener un reparto completamente estadounidense, el acento italiano que buscan emular, se siente forzado y quien lo caricaturiza aún más es Leto.
Así como en las pasarelas de Milán, París o Nueva York, el filme es un constante despliegue musical, pero en ocasiones innecesario, de hecho, se carece de un score que imprima un leitmotiv en los personajes, esto hubiese encumbrado a la ficción con los cinéfilos más melómanos, pero no, hay una fragilidad en este aspecto.
Espero no leerme sexista, pero siento que esta película la disfrutarán más las mujeres que los hombres, tengo esa ligera sospecha y creo que está fundada en todo lo que tiene que ver con la indumentaria, moda y accesorios que aparecen en el filme, porque eso sí, hay todo un derroche al por mayor en el diseño de producción, lo que se aplaude con creces; además de que se observa a detalle la vida de máxima opulencia que tenía esta familia italiana, desde el uso de unos aretes, hasta la más fina exquisitez gastronómica.
De La casa de Gucci me quedo con las actuaciones de los expertos en la materia, Irons y Pacino son un deleite a cuadro, y algo interesante es que no hay antagonistas, son sus propios protagónicos los que se convierten en los villanos de sus vidas.
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Reporte Indigo