Toda sucesión gubernamental es intensa y significa un reto para los partidos políticos. El riesgo es siempre que se desborden las ambiciones en su proceso interno de elección del candidato, se rompa la unidad interna o se convierta en fuente de conflicto que arruine la competitividad de un partido o coalición de fuerzas políticas.
Cada seis o tres años se vive este fenómeno y salvo que exista un candidato fuertemente perfilado sin contrincantes enfrente, como fue el caso del hoy presidente Andrés Manuel López Obrador en el 2018, la constante es el jaloneo interno, las vencidas entre los aspirantes, el golpeteo mediático.
En los estados de la República se repite la historia. Veracruz lo ha vivido cada seis años con episodios legendarios en la segunda mitad del siglo pasado donde los destapes adelantados de aspirantes en el entonces todopoderoso PRI se frustraron a las pocas horas.
Ya en los tiempos actuales, en plena Cuarta Transformación, donde el poder del presidente de la República es enorme, con un político como López Obrador forjado en los tiempos del invencible tricolor, en el ritual del tapado, resulta extraño que el mandatario haya adelantado el proceso sucesorio a la mitad de su gobierno. Quizá por su seguridad de que Morena su partido tiene un amplio margen de ventaja para repetir el triunfo del 2018 y el 2021 y con ello asegurar la continuidad de su proyecto transformador, soltó ya nombres y ha puesto a competir a Claudia Sheinbaum, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, y al canciller Marcelo Ebrard, decantándose hasta ahora en favor de la primera.
En Veracruz el proceso de sucesión del gobernador Cuitláhuac García Jiménez se veía lejano, con tímidos intentos de algunos colaboradores del mandatario o del delegado de los programas de Bienestar por hacerse notar por lo que pudiera ofrecerse, y con la seguridad del mandatario estatal y de las corrientes que le son afines de que solo era cuestión de esperar los tiempos para el arribo a la candidatura de Morena de la secretaria de Energía, Rocío Nahle García, zacatecana de nacimiento pero con raíces, afectos y negocios en el sur del estado, y la candidata del gobernador y de un grupo de mandatarios estatales, entre los que está Sheinbaum.
Pero algo pasó en el bucólico escenario que preveían. Las aguas comenzaron a agitarse con la aparición en la escena pública del diputado Sergio Gutiérrez Luna, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados Federal, que ganó el distrito de Minatitlán en las pasadas elecciones del mes de junio, y que inició una serie de apariciones públicas en la entidad que, como bola de nieve, han ido congregando a más y más personas en los eventos que convoca con el pretexto de dar a conocer las cifras y programas con los que Veracruz se verá beneficiado con el presupuesto de egresos de la federación para el 2022.
Lo curioso del caso es que sin mediar un trabajo de operación política previo a las reuniones que organiza el diputado Gutiérrez Luna, se han ido convirtiendo en cuasi eventos de campaña donde abundan los interesados en acercarse al legislador, los peticionarios de diversos asuntos que buscan contactarlo, la avidez y el nerviosismo de otros por acercársele. Se ha convertido en unas pocas semanas en un fenómeno que, lógicamente, ya irritó al gobernador y a sus cercanos.
De ahí la desconocida que le dio el mandatario veracruzano al asegurar ante reporteros que no sabe quién es y minimizar su trayectoria política y su compromiso con la 4T. Una salida inopinada que revela la molestia que les ha venido causando la exposición política y mediática del legislador minatitleco, pero más porque otros maliciosos han soltado el rumor de que incluso relevará en diciembre de este 2021 al propio Cuitláhuac García.
Lo que ha llamado poderosamente la atención es el interés de la gente por ser atendida, vista y escuchada por el presidente de la Cámara de Diputados federal, como si no fuera atendida, vista y escuchada por alguien de las autoridades de Veracruz. Sin duda un mal síntoma, revelador del estado de ánimo de muchos veracruzanos, y un dato que, por salud de su gobierno y de la viabilidad de la candidatura de su favorita para sucederlo, debe ser tomado en cuenta por el gobernador.
Pero lo que quedó de manifiesto es que el gobernador se enojó. Y tras de él, el dirigente provisional de Morena, Esteban Ramírez, también salió a descalificar a Gutiérrez Luna, y operaron para que en medios digitales y con plumas afines que lo cuestionan, sacaran además una añeja declaración del presidente López Obrador en la que dice que apenas conoce al legislador minatitleco.
En la otra orilla, el diputado federal Sergio Gutiérrez Luna respondió que respeta al gobernador y lo convocó a trabajar unidos en torno al proyecto del presidente López Obrador.
Lo que parece un episodio producto del acelere de uno y la falta de experiencia de otro en el control político en tiempos complejos donde se siente retado y fuera de su zona de confort, en realidad es solo la primera de muchas batallas que vendrán entre Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard por la candidatura de Morena a la presidencia de México.
Marcelo es muy hábil y sabe mover sus piezas y poner nervioso al oponente.
En el caso de Veracruz y Gutiérrez Luna las cosas transcurren conforme a lo planeado.
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