Hace unas semanas y en comida con el Grupo de los Diez, la titular del ORFIS Delia González Cobos, dijo que al menos el 80 por ciento de los alcaldes veracruzanos tienen anomalías en sus cuentas públicas, lo que habla de que estos sujetos y sujetas llegaron a sus ayuntamientos con el único y avieso fin de robar. Esto último no lo dijo la auditora, lo dice tu servidor, lector.
Lo que atracaron en 2020 fueron 1,671 millones 385 mil pesos. Y aún falta saber cuánto se robaron este año, pero eso lo conoceremos hasta septiembre u octubre del 2022.
En un intento porque no se vayan sin pagar, González Cobos dijo que aunque están por venir cambios en las alcaldías, los munícipes salientes no se irán con lo esquilmado.
Indicó que en breve tendrá una reunión con diputados locales y autoridades que tengan injerencia en la recuperación de recursos desviados. “A nosotros nos corresponde presentar las denuncias correspondientes, iniciar los juicios y una vez resueltos, la recuperación de esos recursos corresponde a otra autoridad”.
Y es en este punto donde se toparán con pared las denuncias del ORFIS.
Hace unos años un ex alcalde acusado de ladrón me confesó cómo resolvió un desvío de recursos. “Días antes de sentarme con los diputados me aseguré que recibieran obsequios de acá de la tierra: platanitos, naranjitas, en fin. Y ya frente a ellos les hablé al chile. Lo que me robé ya me lo gasté -les dije- sólo tengo tanto y es para ustedes. Qué dicen, ¿lo toman o me meten a la cárcel? Y aquí me tienes, hermano”, me dijo entre risotadas.
Parece surrealista, pero así se resuelven (o se resolvían, ve tu a saber lector) algunos robos a los ayuntamientos. Latrocinio puro combinado con cinismo, complicidad e impunidad.
La 4T que llegó pregonando el combate a la corrupción como fórmula para acabar con los males del país y terminó corrompiéndose.
Completamente despegado del suelo y de la realidad, Andrés Manuel anunció el día de su toma de posesión que por ese simple hecho, la corrupción se había acabado en México.
No pasa semana sin que toque el tema en sus mañaneras o saque su pañuelo blanco reiterando que la corrupción ya se fue, pero no ha dado a conocer un solo hecho en concreto que avale sus palabras.
Si en el discurso reprueba la corrupción, en la práctica hace como que le habla la virgen cuando algún miembro de su gabinete, gobernador o cualquier funcionario de Morena es señalado de corrupto.
Era para que al saber que el 80 por ciento de los alcaldes veracruzanos (de todos los partidos) han robado una fortuna, ordenara una investigación para castigarlos.
Pero no ha movido un dedo ni lo moverá.
López Obrador no se cansó de decir como candidato que México está infestado de corrupción. El asunto es que a tres años de que se terció la banda presidencial apoyado en su discurso anticorrupción, no ha logrado quitarle ni una pluma, ni una sola pluma al correoso gallo de la corrupción.
De acuerdo con la organización World Justice Project, México es uno de los países más corruptos del mundo. Ocupa el lugar 135 de 139 naciones encuestadas. Es más corrupto que Venezuela (lugar 129) y Haití (130). (La calificación de 0 es para el menos corrupto y aumenta mientras más corrupto es un país).
La corrupción está en todos lados y la padecemos o hemos padecido todos. Y contra lo que se diga, al menos tres cuartas partes de los funcionarios de la 4T se han embarrado y beneficiado de ella con mexicana alegría.
Debido a la falta de voluntad presidencial no se ve por dónde termine algún día la costumbre de robar de los funcionarios públicos; la costumbre de pedir mordida de agentes de tránsito y policías; la costumbre de transar al jodido que tienen algunos burócratas. Todo eso es inmoral corrupción por mucho que la niegue Andrés Manuel agitando su pañuelito blanco.