Lamentablemente para Andrés Manuel López Obrador llegó 12 años tarde a la Presidencia de la República. Su mejor momento parecía ser en 2006, luego de su aceptable desempeño como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México; sin embargo, en esa ocasión se le atravesó Felipe Calderón, quien arribó al poder con el estigma del presunto fraude electoral, lo que parece ser el motivo de que el tabasqueño aún le guarde tanto odio y rencor al panista michoacano.
No obstante, su perseverancia y tozudez lo premiaron en 2018, pero después de sobrevivir a un serio problema cardiaco y enfrentando ahora tres terribles pandemias: la del Covid-19, la de la inseguridad y la de las implacables redes sociales que también su antecesor, Enrique Peña Nieto, padeció con la misma intensidad como las ha venido sufriendo él.
Gracias a las “benditas redes sociales” López Obrador fue generando opinión en contra de los yerros y abusos de las malas administraciones del PRI y PAN, pavimentando así su acceso al poder. Empero ahora, por su estilo de gobernar, ha decidido correr el riesgo de exponerse diariamente al escrutinio de la opinión pública y de arremeter contra todos a los que considera adversarios y boicoteadores de la instauración de un nuevo régimen que él ha llamado la Cuarta Transformación, lo que evidentemente ha polarizado más a los mexicanos, dividiéndolos entre chairos y fifís, liberales y conservadores, el pueblo bueno y la mafia del poder.
Por supuesto que hasta su más mínimo error es magnificado precisamente por este crispado ambiente de polarización.
El viernes pasado incurrió en la penosa equivocación de exponer a su esposa al escarnio público al exhibir durante su conferencia de prensa en Palacio Nacional una serie de insultos que en Twitter publicó una persona totalmente desconocida.
¿Quién de sus colaboradores lo “embarcó” en tremendo desliz? ¿Su vocero Jesús Ramírez Cuevas? Porque, hasta donde se sabe, el Presidente no suele perder tiempo en revisar las redes sociales y mucho menos en seguir o responder a mensajes de seguidores anónimos. Para ello dispone de auxiliares que le manejan sus cuentas institucionales y personales de Twitter, Facebook y otras plataformas digitales.
En su edición impresa de este sábado, el periódico La Jornada, que dirige la periodista Carmen Lira, comadre de López Obrador , publicó en la “Rayuela” –un breve comentario que aparece diariamente en la esquina superior izquierda de la contraportada–, el siguiente mensaje: “Siempre ha sido, es y será un error repetir el insulto”.
Y es que hasta Peña Nieto y sus asesores maniobraron mejor para sofocar en noviembre de 2014 el escándalo mediático de la “Casa Blanca” –una mansión ubicada en Lomas de Chapultepec de CDMX, valuada en 7 millones de dólares (140 millones de pesos actuales) que construyó el Grupo Higa, del ex consuegro del ex gobernador de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán, un contratista beneficiado con obras como el tren México-Querétaro y otras que realizó en el Edomex durante la administración estatal de Peña–, caso en el que, como se recordará, fue implicada la primera dama Angélica Rivera, la popular actriz conocida como “La Gaviota”, y de cuya filtración de esa información periodística el peñismo responsabilizó a Marcelo Ebrard, lo que obligó al ahora canciller a autoexiliarse durante tres años en París, Francia, hasta que a finales de 2017 logró retornar a México como uno de los interlocutores de López Obrador con el grupo del priista mexiquense para garantizar la tersa alternancia en el poder presidencial.