En los últimos años, organizaciones a favor de los derechos de la infancia en México han alertado sobre una realidad que aunque ha aumentado de manera gradual, es invisible para las autoridades: el suicidio de niñas, niños y adolescentes.
Las cifras preliminares de las defunciones por suicidio registradas en el 2020 y dadas a conocer por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) revelan el incremento más alto en los últimos 10 años en este tipo de decesos.
Sin embargo, a la fecha no hay una estrategia para atender este fenómeno que tan solo el año pasado fue la causa de muerte de 7 mil 896 personas en todo el país, de las cuales mil 160 tenían entre 10 y 19 años de edad.
De acuerdo con las estadísticas, 272 menores de entre los 10 y los 14 años, y 882 de entre los 15 y los 19 años, perdieron la vida de esa manera; mientras que en el 2019 fueron 202 y 826 casos respectivamente, es decir, 131 menos.
Hasta el año pasado, el 2015 ostentaba el máximo histórico con mil 097 muertes por suicidio, de las que 236 fueron de menores entre los 10 y los 14 años; y 861 de entre los 15 y los 19 años
Juan Martín Pérez García, coordinador de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe, explica que en México tristemente hay una tendencia al suicidio cada vez en edades más tempranas que se registraba desde antes de la pandemia de COVID-19.
“Además hay que ubicar que estamos en una pandemia: además de la pandemia global de COVID-19 tenemos una epidemia de violencia en todo el país: violencia armada, tenemos hasta violencia de género, machista y además hay también una epidemia de obesidad y todo esto pueden ser elementos que se conjuguen y que tienen un impacto en la salud mental de las personas, particularmente en niños y niñas”, señala.
El activista dice que el confinamiento tan prolongado, la incertidumbre que genera la “pandemia” y la falta de acompañamiento por redes sociales familiares, comunitarias y de autoridades dejan a las personas en una condición de ansiedad, de soledad, de indefensión, lo que puede ir conjugando escenarios y condiciones para tener ideación suicida, que no significa que lo concreten.
Juan Martín además menciona que aunque hay muertes de menores de 10 años sospechosas de suicidio, solo a partir de esa edad se consideran como tal, y esto ha generado un debate que todavía está dándose en los ámbitos de salud.
De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2020, el pensamiento suicida en adolescentes también aumentó un 37 por ciento y un 12 por ciento en la población de 10 a 14 años y de 15 a 19 años, respectivamente.
SUICIDIO INFANTIL Y JUVENIL: PROBLEMA IGNORADO
Pese al incremento en el número de defunciones por suicidio, México carece de una política para la salud mental y esto se traduce en que problemáticas tan importantes como el suicidio no están siendo atendidas, dice Juan Martín Pérez García.
“Las familias están solas, las personas que tienen problemas de depresión u otro padecimiento de salud mental que pueden ser proclives o estar asociados al suicidio no tienen atención porque el sistema de salud mexicano está desde hace tiempo en una situación bastante crítica, con recortes presupuestales desde antes de esta administración.
“Pero en ésta son realmente ofensivos y no hay recursos, ni personal y sobre todo no hay estrategias, esto es muy grave porque esencialmente tiene una confrontación de estigma y eso lleva a que las propias autoridades consideren no prioritario invertir en ello y esto es muy grave”, señala.
Juan Martín explica que desde antes de la contingencia sanitaria, organizaciones advirtieron al Estado mexicano sobre esta situación, por eso parece una burla el informe de la Secretaría de Gobernación (Segob) —nombrado el “Impacto de la pandemia en niñas y niños”— en el cual se presentan cifras de las distintas afectaciones graves en esta población para justificar el regreso a clases.
“Cuando los indicadores apenas iban creciendo en sentido negativo les avisamos ‘es importante que cumplan con la Ley, el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPPINA) tiene que responder articuladamente con un plan estratégico’ y no lo hicieron intencionadamente y de forma dolosa; y entonces ahora, de manera cínica, dan esos datos para argumentar el retorno a la escuela, porque lo que ves es un recuento de dramas, pero no hay una respuesta de ellos que está en la Ley y están obligados a hacerlo”, señala.
FACTORES DE RIESGO
Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, dice que todavía no hay datos que avalen que la pandemia de COVID-19 ha provocado un aumento en el número de suicidios en la población joven.
“Ahorita todavía es muy pronto para hacer ese tipo de afirmaciones porque efectivamente, incluso por el 2020, muchos de los servicios que se tenía para tomar este tipo de datos de manera muy confiable, por supuesto por la misma pandemia dejaron de funcionar, entonces es todavía muy pronto para hacer ese tipo de afirmaciones”, menciona.
El catedrático explica que aunque hay un incremento gradual, hay factores como la desigualdad social y la falta de oportunidades que son el verdadero problema que debe ser atendido.
“En una sociedad donde hay bajas oportunidades sociales, bajos apoyos, deficientes servicios de salud, etcétera, entonces cuando viene una crisis como la del COVID-19 es muy probable que lo único que está sucediendo es que estas crisis que teníamos sean más evidentes o terminen por estallar, me parece que desde ahí entonces se tiene que generar esta discusión.
“No es el COVID-19 ni la salud mental, sino más bien es la deficiencia social y estructura que hemos venido arrastrando desde hace muchos años lo que provoca que estallen los fenómenos que ya venimos arrastrando o que sean más evidentes”, dice.
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