Este miércoles 1 de septiembre marca el inicio del llamado Mes Patrio, en que se celebra el tradicional Grito de Independencia, pero también es lo que hasta hace poco se conocía como “El Día del Presidente” porque el mandatario en turno tiene que rendir cuentas de su administración al pueblo de México, con el famoso Informe de Gobierno.
Hasta hace unos años, este día estaba dedicado al lucimiento personal del Primer Mandatario en turno, incluso se declaraba como festivo y no laborable para que -se supone- los mexicanos pudieran seguirlo con atención a través de la televisión y la radio en cadena nacional.
Ahora, como parte de la Cuatro T, simplemente, el secretario de Gobernación acude al Congreso de la Unión a entregar el documento y en el patrio central de Palacio Nacional, el presidente López Obrador ante los miembros de su gabinete, les dirige un mensaje, con lo que él considera sus grandes logros y transformaciones.
Por eso resulta interesante el análisis elaborado por la organización de la sociedad civil, apartidista, -denominada Signos Vitales el Pulso de la Verdad- sin fines de lucro, que asegura que:
El presidente López Obrador continúa tomando decisiones que alejan a los mexicanos, cada vez más, de alguna recuperación factible y tangible en relación a toda una gama de problemas que se están enfrentando en la actualidad.
Se entiende que la única verdad que puede y debe de prevalecer en el país es la que el mandatario disponga, provea y coloque diariamente en los medios de comunicación.
En promedio, de acuerdo con la Organización Spin, el Presidente miente en 80 ocasiones durante cada una de sus conferencias matutinas. En dos años, López Obrador está a punto de duplicar las aparentemente inalcanzables 23 mil mentiras que The Washington Post le contabilizó a Trump en todo su mandato.
Con un montaje profesional y una adecuada batería de preguntas a modo, el país se prepara cada mañana para escuchar el mismo guión de falsedades, verdades a medias, combinación de acusaciones, datos no verificables y denostaciones en contra de detractores, así como la interminable lista de promesas incumplidas.
No obstante, al momento de definir líneas de acción, el gobierno carece de políticas que verdaderamente combatan o contengan los problemas que detienen el desarrollo del país.
El Presidente ha debilitado a los diferentes contrapesos institucionales y sus capacidades construidas durante años. Las tres vías identificadas para esta destrucción institucional son: la reducción presupuestal, la colonización de los órganos directivos de los ramos autónomos y la desaparición o subordinación de instituciones autónomas a dependencias del gobierno federal.
A tres años del inicio de la autodenominada Cuarta Transformación, el derecho a la libertad de expresión y el derecho a la información no han mostrado mejoras. El indicador más alarmante es sin duda, el relativo a los homicidios contra periodistas.
El gobierno de un solo hombre ha acelerado el proceso de militarización desde el inicio de su mandato. La relación con los militares no solo ha prendido alertas en el sector empresarial e industrial del país, sino que dicha preocupación se ha extendido a la población en general, en donde cada vez más los militares han ido ocupando tareas propias de la sociedad civil. Hecho, que ha sido ya señalado en diferentes ocasiones por varios países entre ellos Estados Unidos. A pesar de que al momento no sea posible afirmar contundentemente que el país se dirige a un militarismo, definido éste como “predominio del elemento militar en el gobierno del Estado”, sí es un hecho que las fuerzas armadas han acelerado y ampliado sus tareas, funciones y presupuestos administrados, incrementando la militarización en México.
Un componente igualmente alarmante es que, en teoría, el combate a la corrupción había sido el tema más relevante en la carrera política de López Obrador. Él mismo repitió en numerosas ocasiones que la corrupción era el principal de los males. Su campaña presidencial en 2018 se centró fuertemente en la idea de combatir la corrupción e inmediatamente después de tomar protesta como jefe del Estado mexicano, declaró que la corrupción política ya se había acabado. López Obrador argumenta cotidianamente que todos los males se deben a la corrupción de antes, sin probar ninguna de sus acusaciones.
Estos tres años del gobierno de la auto llamada 4T se han caracterizado por ser un gobierno que pretende gobernar a través de la comunicación y no a través de resultados y realidades.
A tres años en el poder, el gobierno es cada vez más el de un solo hombre capaz de tomar decisiones de manera unilateral, sin pedir permiso a nadie.
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