El vergonzoso video de un maestro de la Facultad de Contaduría y Administración de la UV que desde hace poco circula en medios locales, incluso ya en nacionales como PROCESO; refleja la reprobable actitud de un sujeto ante su función como docente de nivel superior, pero también es una pequeña muestra de la cantidad de personas que se les otorga la oportunidad de estar frente a un grupo de universitarios dando clases, sin la capacidad intelectual y de habilidades educativas.

No vale la pena replicar los dichos del maestro Pavón en contra de grupos de nuestra sociedad, su postura de machín ante temas como el aborto; basta con la quemada que solito se puso para darnos cuenta que no le importa mezclar su recia moral con la cátedra, en una institución que siempre se ha puesto en favor del progreso hacia los derechos de las mujeres y la comunidad gay.

El ejemplo es detestable, la modalidad de educación universitaria en línea, obligada por la situación de pandemia que vivimos, ha sido una oportunidad para poner a prueba las habilidades y cualidades de maestras y maestros; quiero dejar fuera de este texto a quienes sirven comprometidamente desde el magisterio público de nivel básico y medio superior, quienes tienen una realidad diferente. Pongamos el asunto en el ámbito de la educación universitaria, donde más de uno ha caído y resbalado.

Hay encumbrados académicos y académicas que no viven en nuestro tiempo, esa es la realidad; muchos no saben usar herramientas digitales, no tienen una capacidad discursiva para llegar de manera directa a sus grupos, viven bajo esquemas de educación añejos y con eso arrastran también prejuicios personales. Un servidor ha sido testigo de ello, porque el trabajo a distancia pone a padres, hijas e hijos en un mismo espacio de desarrollo, la casa. No revisan tareas, se conectan tarde a la clase, si es que la dan, algunos encargan un proyecto y nunca tienen sesiones de videoconferencia con el grupo para realmente enseñar; se la han llevado de bajadita porque siguen cobrando y son intocables porque su sindicato los respalda o porque tienen años dentro de la UV y se sienten inalcanzables.

Da mucho coraje el caso del tal Pavón, pero es él y otros cuantos, parte de la problemática también es la institución, a la que parece no importarle la forma en que se atiende al alumnado, cómo se ofende a jovencitas universitarias desde la valentía que da estar detrás de la pantalla;  igual de cobarde es que no hay sanción alguna en contra del personaje en cuestión y únicamente la facultad invita, en un comunicado oficial, a la comunidad a tomar cartas en el asunto. Esta es una oportunidad para dejar un antecedente firme, un hasta aquí, para la bola de disque académicos que no son mas que improvisados maestrillos cobrando a costa de las y los jóvenes veracruzanos.

De acuerdo al Protocolo para Atender la Violencia de Género en la Universidad Veracruzana, lo hecho por el impresentable tipejo está considerado como un acto de violencia de género dentro de la institución, deberá haber una parte quejosa que presente documento de denuncia ante la Facultad donde el cavernícola ese está adscrito. Si Sara Ladrón quiere despedirse mejor de lo que lo está haciendo ¿por qué no es ella o alguien de su equipo en Rectoría quienes presenten la queja?

Créanme, las marranadas se dan todos los días, platiquen con las y los alumnos, así como hay tanto que reconocer a la comunidad académica de la UV, también hay que empezar a botar a maestras y maestros que no vivan los valores de su universidad. Guárdense sus traumas o gustos frustrados para su vida. Maestro Pavón, usted reclama que abran las piernas, la sociedad le grita en la cara que usted no abra la boca.

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