Lo malo de hacer las cosas al trancazo y a lo buey es que nunca saldrán bien, decía el filósofo de mi barrio y qué razón tenía. Con motivo del incremento de la pandemia en Veracruz, el gobierno de Cuitláhuac García emitió un decreto que prohíbe la circulación de vehículos en el primer cuadro de los municipios más importantes que son los que tienen más contagios y por desgracia, más muertes.

En Xalapa se colocaron entre otros lugares, unos filtros en la avenida Xalapeños Ilustres en el entronque con las calles de Santos Degollado y Arteaga, que impiden el paso de vehículos al centro de la ciudad, pero provocan que el tránsito sea lento y denso.

Como paradoja, están abiertos restaurantes, bares, cafés, fondas, papelerías, panaderías, tiendas comerciales, departamentales y por supuesto talleres y oficinas. Es decir, la vida en Xalapa sigue como si no hubiera Covid cuando está más bravo que nunca.

Cerrar calles no inhibe los contagios ni un milímetro, pero es lo único que se le ocurrió a Cuitláhuac y compañía. Si en junio, julio y agosto del año anterior nos espantaban cifras de 2 o 3 mil contagiados diarios, qué decir de las de ahora que oscilan entre los 22 mil y 24 mil cada 24 horas. Ayer miércoles la cifra se disparó como nunca al cerrar en 28 mil 953 nuevos contagios en un solo día. Ni López-Gatell soñó un escenario así en sus peores pesadillas.

¿Qué hacer en un estado como Veracruz con 93 mil 722 casos acumulados desde que comenzó la pesadilla; 11 mil 320 defunciones; 5 mil 356 casos activos y un gobierno por demás inoperante? ¿Qué hacer?

¿Qué hacer cuando los contagios suben de manera alarmante y las medidas para inhibirlos han resultado infructuosas? Es una pregunta difícil de contestar.

El lunes 30 comienzan las clases presenciales con un estado en rojo cereza que quieren que veamos en naranja dulce; con una población que ya se echó a las calles y no desea volver a encerrarse, con un virus que se está dando un gran festín y sin que se vea por dónde van a mejorar las cosas.

Si no se hubiera minimizado la pandemia (es menos peligrosa que la influenza), si se nos hubiera inculcado desde febrero del año anterior la sana distancia (hay que abrazarse, hay que besarse), si se hubiera hecho obligatorio el uso del cubrebocas (no existe evidencia científica de su utilidad), si no se nos hubiera engañado (ya se está aplanando la curva), si no se regatearan las vacunas (no es necesaria una segunda dosis para los maestros de Veracruz). En síntesis, si las cosas no se hubieran hecho al trancazo y a lo buey… Ya, ya, ya, tranquilo columnista de quinta, el hubiera no existe.

Un cuarto lugar mundial en contagios con 3 millones 152 mil mexicanos infectados hasta ahora, 375 mil 596 muertos y un primer lugar mundial en letalidad, es como para reflexionar y admitir que ante tanta pendejada como nos han dicho y hemos aceptado de buena fe, el hubiera sí existe.

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