Todos queremos que nuestros hijos regresen a clases. Todos estamos conscientes del impacto brutal que la pandemia ha tenido en su desarrollo emocional y afectivo, en su socialización y el evidente rezago educativo que manifiestan. Sobran argumentos para que las escuelas reanuden actividades.

El problema es que no hay condiciones para eso suceda. La necedad de iniciar el ciclo escolar con clases presenciales a partir del 30 de agosto sólo intensificará la tercera ola de la pandemia –la que ha sido particularmente agresiva para niños y adolescentes- y la extenderá por muchas semanas más.

Lo sabe el gobierno federal y las autoridades de educación en el estado. Sin embargo, la instrucción presidencial de que “llueva, truene o relampaguee” se reinicien las clases, ha sometido la voluntad de un gobierno estatal que habría dicho que sólo tras cuatro semanas de semáforo verde los niños volverían a la escuela. En tres semanas, podrían hacerlo en semáforo rojo, justo en la cresta de una tercera ola impulsada por la cepa Delta, la más contagiosa conocida hasta ahora.

La única experiencia previa confirma que volver a clases es un suicidio colectivo. Tras alcanzar el semáforo verde, el gobierno de Campeche puso en marcha un plan piloto para abrir las escuelas. Lo hizo de manera selectiva. La primera fase de reactivación, que era mixta y escalonada, inició el 19 de abril y sólo contemplaba a unos 5 mil alumnos y 200 docentes de 135 planteles.

Todas las escuelas volvieron a cerrar apenas un mes después, cuando de manera vertiginosa, el estado volvió a semáforo amarillo. Los brotes en estas escuelas fueron frecuentes. ¿Cómo entonces hacerlo de manera general y con el semáforo en rojo? Por encima de los argumentos ideológicos, está la realidad.

Hace unos días, en un colegio privado de la ciudad de Xalapa se presentó un brote de Covid19 muy preocupante. Resulta que la escuela había trabajado durante las vacaciones para la actualización de algunos sus alumnos y la impartición de cursos de verano.

Las medidas sanitarias eran de tolerancia cero: los niños debían asistir con cubre bocas y caretas; a su ingreso, se les desinfectaba a ellos y sus mochilas. Los salones eran ‘sanitizados’ varias veces al día; los grupos eran de hasta ocho alumnos máximo y no convivían entre los integrantes de un salón y otro. La totalidad de sus maestros estaban vacunados. Todo parecía indicar que el ensayo veraniego había sido un éxito y que podrían iniciar clases el 30 de agosto.

Pero resulta que la semana pasada, las autoridades del Colegio informaron a los padres de familia que se había presentado un brote de Covid19 en el área de maternal. Por recomendación médica, los pequeños de esa edad no deben usar cubre bocas para prevenir el riesgo de asfixia. Así lo hicieron hasta que uno de ellos dio positivo.

Ante ello, el plantel aplicó pruebas a todos los alumnos del grupo y sus maestros. De los 8 pequeños del grupo, cinco arrojaron resultado positivo y dos más estaban a la espera de resultados. Sus maestros resultaron negativos. Aunque los pequeños no entraron en contacto con otros grupos, existía el riesgo de un mayor contagio ante el uso de áreas comunes.

A pesar de las medidas sanitarias, el brote no se pudo evitar. Eso sucedió en un Colegio privado donde los niños suelen ir de su casa a la escuela sin entrar en contacto con nadie más; donde los grupos son muy reducidos y los protocolos sanitarios son estrictos. ¿Qué pasará entonces con escuelas públicas donde miles de niños deben convivir con decenas de personas, que viajan en transporte público y que no existen las restricciones sanitarias suficientes? Ya lo podemos imaginar.

También la semana pasada, la directora de una primaria en el municipio de Emiliano Zapata relataba la dramática realidad. La escuela no cuenta con agua ni luz. Por falta de uso durante el año y medio que ha permanecido cerrada la escuela, la planta de energía se averió. Hoy el plantel no cuenta con luz eléctrica, y en consecuencia, no funcionan los ventiladores en los salones, no se puede bombear agua siquiera para el uso de los baños y las áreas administrativas no cuentan con energía. Las áreas verdes están convertidas en una selva. Eso pasa en cientos de centros escolares.

La directora presentó el informe ante la SEV pero no obtuvo ninguna respuesta. Asume que la Secretaría está realizando el censo de necesidades. Sin embargo, en estas condiciones, se les ha notificado que tendrán que reiniciar clases el próximo 30 de agosto. Aún sin la pandemia, ¿cómo abrir una escuela en estas condiciones?

Sin la vacuna, los niños y adolescentes están completamente vulnerables. No son inmunes. Regresar a clases los expone a un riesgo mayúsculo que el gobierno no está preparado para afrontar. Obligarlos a regresar a clases es un acto criminal.

Esto no es un tema de ideologías, de simpatías políticas o de preferencias partidistas. Es un asunto de congruencia y sentido común. Es el mayor reto de salud pública que ha enfrentado el país. Aquí no puede prevalecer la caprichosa obstinación del Presidente.

En este momento el regreso a clases es imposible.

Las del estribo…

1. Terrible la noticia del fallecimiento de Monseñor Hipólito Reyes Larios. Terrible por dolorosa, por sorpresiva, por la profunda tristeza que deja en la grey católica. Era un hombre y un siervo de Dios querido y respetado. Hoy acompaña a quien siempre consideró su padre espiritual: Monseñor Sergio Obeso. Descanse en paz.

2. El Juez Ricardo Mercado Oaxaca ordenó que Rogelio Franco Castán sea liberado. Quedó sin efectos el auto de vinculación a proceso porque ni siquiera han podido sustentar la acusación. Su reclusión fue injustificada y excesiva, al igual que muchas que impuso el gobierno yunista. Fue medido con la misma vara.