El Presidente López Obrador y su partido Morena viven obsesionados con las campañas electorales. Tras las elecciones del seis de junio y la consulta popular del próximo primero de agosto, ya preparan la maquinaria para operar la revocación de mandato el próximo año. Después de eso, vendrá la campaña para la sucesión presidencial en el 2024. No han tenido tiempo de gobernar.
El mandatario no ha dejado de estar en campaña en toda su vida. Es lo que mejor sabe hacer, tal vez lo único. Sus biógrafos y críticos citan con frecuencia que el tabasqueño ha estado en campaña por casi 20 años en busca de la Presidencia, prácticamente desde el primer día que asumió el gobierno de la ciudad de México. Sin embargo, su periplo es mucho más antiguo.
Se remota prácticamente desde antes de la fundación del Frente Democrático Nacional en el lejano 1988, cuando acompañó por primera vez a Cuauhtémoc Cárdenas en busca de la Presidencia de la República. Tras esa campaña, López Obrador inició la propia para ser gobernador de su natal Tabasco, elección que perdió en el convulso 1994 con Roberto Madrazo.
Tras esa derrota que lo llevó a iniciar su propio movimiento –toma de carreteras y pozos petroleros, la movilización para cancelar pagos a la CFE que condonó 30 años después y una marcha a la capital del país-, López Obrador emigró políticamente a la ciudad de México para dirigir al PRD antes de convertirse en candidato a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, cargo que ganó en el año 2000.
El frenesí de la campaña nunca se detuvo. Tras la tercera derrota de Cuauhtémoc Cárdenas y con López Obrador en el gobierno de la capital del país, ya no había mayor obstáculo. El día que tomó posesión inició su camino a la Presidencia y mantuvo –como hoy-, una eterna campaña política.
Entonces dejó el gobierno de la ciudad de México y fue a su primera elección presidencial en 2006, la que lo marcaría para siempre. Con todos los instrumentos y recursos que le obtuvo como gobernante, López Obrador caminó una y otra vez el país. Sin embargo, en una cerradísima elección en la que nunca pudo demostrar el fraude, perdió ante Felipe Calderón. Tras su derrota, emprendió –como en Tabasco- un movimiento de resistencia que lo llevó a paralizar la ciudad de México.
La campaña nunca se detuvo. Las marchas, los plantones, los bloqueos se convirtieron en la vida cotidiana del eterno candidato a todo. En esos años en campaña no oficial, recorrió el país una y otra vez, hasta llegar a la elección de 2012, donde el PRI logró recuperar la Presidencia con Peña Nieto como candidato, con un triunfo por un margen indiscutible. López Obrador volvió a alegar fraude pero esta vez no llamó a la insurgencia.
Tras su segunda derrota y el canibalismo tribal del PRD que exigía a un nuevo líder, López Obrador decidió formar su propio partido –del cual él fue el presidente fundador-, y realizó una y otra vez campaña en todo el país, hasta que llegó la elección del 2018, donde de manera histórica Morena obtuvo el triunfo en su primera elección presidencial. Antes ya era gobierno en algunos estados y muchos municipios del país.
El resto de la historia como Presidente la conocemos. López Obrador no ha dejado de estar un solo día en campaña. Desde su llegada a Palacio Nacional, desmanteló la estructura operativa de los programas sociales y creo la suya propia, con el mismo propósito: esa sería la base electoral de su gobierno. Así como creó programas sociales operados en las entidades federativas por quienes fueron los dirigentes del partido.
Sin embargo, el inesperado resultado de la elección intermedia –donde perdieron el control político y económico de la ciudad de México- no sólo puso en riesgo el proyecto futuro de las 4T sino también la eventual candidatura de Claudia Sheinbaum, hasta ahora la favorita del Presidente para sucederlo.
Y entonces toda la maquinaria se echó a andar: primero la consulta popular e inmediatamente después, la revocación de mandato. La estructura debe trabajar día y noche de aquí hasta la elección del 2024.
Apenas el domingo pasado, Dolores Padierna anunció que a partir del próximo 2 de agosto dará inicio una campaña profunda en todo el país para confirmar a Andrés Manuel López Obrador en la presidencia de México en el referéndum que se realizará el 21 de marzo de 2022. Advirtió que “la oligarquía, sus partidos, sus poderes fácticos y los desleales, no van a escatimar en dinero y esfuerzos para desplegar la mayor guerra sucia contra el Ejecutivo federal y el proyecto de nación de la Cuarta Transformación”. Ellos tampoco. Ya lo demostraron el 6 de junio.
Alguna vez el ex Presidente Vicente Fox, agobiado por la responsabilidad de gobernar al país, dijo que lo que más extrañaba era andar en campaña. Resulta que López Obrador piensa lo mismo.
Las del estribo…
1. La aprobación del dictamen sobre la interrupción legal del embarazo se operó desde la mismísima Secretaría de Gobernación del gobierno federal. En sólo cinco días, la iniciativa se presentó, se elaboró el dictamen, se llevó al pleno para su aprobación y ayer mismo se publicó en la Gaceta Oficial para que hoy entrara en vigor. Ese es el obsequio que hoy darán al Presidente.
2. Lo que sucedió ayer en Xico retrata con exactitud la tragedia sanitaria que vivimos: una sociedad irresponsable frente a un gobierno incapaz, indolente y omiso. Las consecuencias se contarán en muertos.